(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Contra los holandéses (hoy Países Bajos), jugamos una final del mundo, nos dieron una paliza inolvidable en Alemania, los dejamos afuera en Brasil y ellos nos hicieron volver de Francia. Ellos y nosotros hablamos, inevitablemente, de los unos y los otros.
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Desde aquélla “Naranja Mecánica” que parecía invencible y que jugaba a “otra cosa” hasta el inolvidable “hoy te convertís en héroe” de Mascherano a Chiquito Romero, pasó mucho tiempo, exactamente 40 años. En ese trayecto histórico, cada vez que jugaron Argentina y Holanda (hoy Paises Bajos) se escribieron capítulos con anécdotas y leyendas memorables signadas por definiciones apasionantes y decisivas.
La “Naranja Mecánica”, aquella creación de Rinus Mitchell en la que brillaba Joahn Cruyff, pero con todo un equipo detrás suyo que lo respaldaba, nos había dado una lección de fútbol antes del Mundial, en una gira previa en la que perdimos 4 a 1. Aquélla selección que había armado Sívori tenía grandes jugadores, pero le faltaba organización (interna y externa). Renunció el entrenador que ganó el derecho a jugar ese Mundial de 1974 y apareció la trilogía (Cap-Varacka-Rodríguez), que hizo lo que pudo. Y lo que pudo no fue mucho. Argentina clasificó gracias a que Polonia (incentivación mediante según lo reconoció el propio Roberto Perfumo) venció a Italia y el triunfo por goleada ante Haití nos permitió pasar a una segunda ronda en la que nos chocamos con un equipo que parecía invencible.
Argentina volvió a caer por goleada ante los holandeses. Esta vez fue 4 a 0, un resultado tan contundente como demostrativo de la superioridad que por ese entonces existía entre un fútbol que mezclaba destreza física con virtudes futbolísticas y un equipo argentino que tenía buenos jugadores pero que adolecía de una preparación adecuada a las circunstancias, algo que se revirtió con Menotti.
El segundo capítulo se escribió en aquella final en 1978. Holanda llegaba, sin Cruyff, con parte de esa Naranja Mecánica deslumbrante en Alemania cuatro años antes. Era el campeón sin corona o el subcampeón que se recuerda más que el campeón. Y le tocó volver a jugar una final, otra vez ante el país organizador como había ocurrido en 1974. Argentina llegó a la definición en tiempo suplementario, no sin antes sufrir con ese cabezazo de Rensenbrick en el palo de Fillol. “Miren muchachos, miren a ellos, están todos acalambrados, están muertos, vamos a ganar este partido, háganlo por toda esta gente”, fue lo único que les dijo el Flaco Menotti, al margen de un par de detalles. Y apareció la guapeza y categoría de un Mario Alberto Kempes implacable para poner el 2 a 1 que luego rubricó Bertoni para desatar la alegría de todo el pueblo argentino. Fue un momento épico porque marcó el cierre del primer proceso serio que se había llevado a cabo por un fútbol argentino siempre desorganizado y caótico.
La tercera vez no le escapa al rigor del anecdotario. El árbitro de ese partido en el Velodrome de Marsella en el Mundial de 1978 por cuartos de final, fue el mexicano Arturo Brizio. “Usted tiene que hacernos un favor y dirigir ese partido entre Argentina y Holanda porque nadie lo quiere dirigir”, contó el propio Brizio que le dijeron. Holanda lo terminó ganando con un pelotazo largo que no pudo cortar Ayala (hoy en el cuerpo técnico de Scaloni) y que aprovechó Bergkamp para definir casi en el cierre del partido, convirtiendo el 2 a 1 definitivo. Holanda perdió luego la semifinal con Brasil y éstos sucumbieron en la final ante Francia, que se coronó campeón en su tierra.
La cuarta es más reciente y fue en San Pablo, una cálida noche brasileña en el 2014 cuando los locales todavía lloraban por los siete goles de Alemania del día anterior. Era el equipo de Sabella ante el de Van Gaal (el actual DT holandés). El partido terminó empatado en los 120 minutos. Fue durísimo para los dos y se recuerda aquella pelota que salva Mascherano (algo parecido a lo que pasó con Lisandro Martínez en el último partido) y al propio “Jefecito” cuando antes de empezar la definición desde los 12 pasos, le dijo a Chiquito Romero la famosa frase: “Hoy te convertís en héroe”, algo que el misionero cumplió al pie de la letra.
Nunca le pudimos ganar en los 90 minutos, pero en 120 y por penales le ganamos una final del mundo y lo dejamos afuera en una semifinal. Ellos nos dieron una lección en el 74 y ganaron un partido controvertido, peleado al extremo y definido por un detalle en aquél Mundial del 98. En la historia futbolera argentina y holandesa, es inevitable que los unos hablen de los otros. Y que también le teman.