Fue un trámite, de principio a fin. Argentina paseó su fútbol en Filadelfia y minimizó a su máxima expresión a un rival definitivamente convertido en “partenaire” desde que el Cuti Romero convirtió de cabeza el primer gol luego de un centro perfecto que llegó desde la izquierda. Ahí se acabaron las poquitas aspiraciones salvadoreñas ante un campeón del mundo que tuvo dos enormes virtudes y que las supo mantener durante los 90 minutos:
* 1) El toqueteo incesante, preciso, fino y penetrante en el juego corto.
* 2) la gran predisposición de todo el equipo para presionar y para recuperar la pelota casi al mismo momento de su pérdida, algo que impidió que el rival pudiese mantener aunque sea por un par de segundos la posesión de la pelota.
El Salvador se vio condenado a correr detrás de la pelota, esperando en su propio terreno y adormecido por el juego de los campeones del mundo. Muy buen primer tiempo de Lo Celso, también de De Paul y de Di María. Argentina dominó a voluntad y sobre el cierre de esa parte inicial llegó, luego de una sucesión de pases y la aparición de De Paul para meter el centro atrás que alcanzó a pegar en Lautaro Martínez y terminó empujando Enzo Fernández para convertir el segundo gol.
Si Scaloni pretendía que el equipo se mostrara competitivo, enchufado y con ganas de seguir demostrando que es el mejor equipo del mundo, pues seguramente se habrá ido a dormir muy tranquilo. Metió cambios en el segundo tiempo, Garnacho le dio muchísima frescura por el sector izquierdo y después se encontró con Barco (debutante en la mayor), conformando una dupla que se cansó de provocar desbordes por ese costado.
El tercero de Lo Celso – merecido por el buen trabajo realizado – en el amanecer del segundo tiempo, fue la clara muestra de lo que intentaba la selección: toque rápido, movilidad y precisión. Lautaro fue el pivote que le dejó servida, adentro del área, la pelota a Lo Celso y éste la cacheteó de zurda para marcar un 3 a 0 que hasta le quedaba chico al partido teniendo en cuenta la gran diferencia entre los dos equipos.
La inspiración, la frescura y el toqueteo argentino fue el común denominador. Para que el concepto se eleve a la categoría de excelso, le faltó marcar algún gol más. Y muy cerca estuvo la selección, con ese dominio abrumador que no supo de pausas. Argentina jugó el partido como si recién empezara. Con algo de lentitud en el inicio, para obligar a que el rival saliera de esa postura sumisa. Y con aceleración a medida que se avanzaba en el terreno.
Faltaron goles de Lautaro, de Di María o de Garnacho, que estuvieron muy cerca, los buscaron y no pudieron concretarlo. Los que entraron, lo hicieron bien. Y los campeones del mundo siguen demostrando que se ponen la celeste y blanca y lejos están de ese aburguesamiento que se dio con otros planteles también exitosos.
Mirá tambiénArgentina goleó a El Salvador en su primer partido del añoUno repasa nombres y sabe que del medio hacia arriba hay una constelación de buenos jugadores – algunos estrellas – que hacen sobrados méritos para estar y para jugar. De los volantes, a los que se consagraron campeones (De Paul, Enzo Fernández y Mac Allister) hay que agregar la mejoría de Paredes, los méritos que acumula De Paul y si vamos a los puntas, Lautaro quiere volver a ser el que fue, Di María mantiene intacta su gravitación y jerarquía, y faltó Messi.
A propósito, la ausencia de Messi ha pasado a convertirse en un detalle y no en algo significativo. Ya pasó en partidos de Eliminatorias (como el de Paraguay) o en amistosos como el de este viernes por la noche en Filadelfia. Messi tiene que estar, es el mejor de todos, pero ya no es la pieza que, si no está, impide que el motor funcione. El motor se pone en marcha y anda igual. No hace el mismo ruido, pero funciona y no nos va “dejar a pie”. Scaloni debe quedarse tranquilo. Si su problema o sus dudas pasaban por la supuesta desmotivación o aburguesamiento, lejos están estos muchachos de correr esos riesgos.
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