Miércoles 30.6.2021
/Última actualización 10:58
Hoy se cumplen 46 años de un combate que no dejó mucho desde lo boxístico, pero que a la postre se convertiría en un mojón en la excelente trayectoria de Carlos Monzón. Su rival en la noche del 30 de junio de 1975 fue Tony Licata, un italoamericano que llegaba con una foja de 49 victorias en 53 presentaciones rentadas, aunque sin nombres de relieve. Fue otro más que fracasó en su intento de terminar con un reinado que el santafesino ostentaba desde noviembre de 1970 tras noquear a Nino Benvenuti en el Palazzo dello Sport de Roma.
Próximo a cumplir 33 años y con 97 luchas en su haber, Monzón ya era considerado uno de los mejores medianos de todos los tiempos, disponía de una generosa cuenta bancaria y se sentía atraído por la posibilidad de saltar de forma decisiva al cine, a la televisión, a la farándula propiamente dicha.
Hace 46 años sucedió algo que nunca más se repetiría, fue la única vez que el campeón mundial de los medianos se presentaba a pelear en Nueva York, más precisamente en el mítico Madison Square Garden. Una oportunidad irrepetible para ver al gran campeón mundial nacido en San Javier, tan único como polémico.
Cuando Monzón llegó a la ciudad de Nueva York para enfrentarse a Tony Licata, no había perdido en más de 10 años y había sido monarca universal desde noviembre de 1970. Su prestigio era tal que parecía más una visita real que una pelea, sobre todo en compañía de su glamorosa pareja, la actriz y modelo Susana Giménez, con quien se había conocido un año antes, cuando protagonizaron la película 'La Mary'. Se enamoraron y él comenzó a vivir en Buenos Aires. Y cuando Carlos viajó a Nueva York a pelear contra Licata, Susana fue con él".
Cuando la esposa de Monzón, Mercedes Beatriz, más conocida como "Pelusa", se enteró del amorío, confrontó a Giménez en el teatro donde trabajaba la amante de su marido y le gritó "¡Carlos es mío!". No era ningún secreto que Susana y Carlos estaban saliendo. Algunos meses antes habían ido al hotel Hilton Tamanaco de Caracas, Venezuela. Se suponía que iba a ser un encuentro secreto, pero Susana dejó que la prensa se enterara. No mucho tiempo después del regreso de Monzón tras su pelea con Licata, comenzó el proceso de divorcio entre Carlos y Pelusa".
Licata, pugilista de Nueva Orleans basado en Tampa, vivía en un mundo diferente al de Monzón, un mundo carente de ostentación, mujeres llamativas y bolsas de cinco cifras. Era un boxeador popular como muchos otros, quien se abría su camino en los rankings bajo la dirección de Lou Viscusi, un mánager veterano quien digamos que tenía conexiones en los lugares correctos.
Tony era hijo de padre italiano y madre china, cuyo tío, Ralph Chong, había sido un peso mediano decente. Licata era un artesano hábil y rápido en el molde de otros luchadores destacados de Nueva Orleans, como Willie Pastrano y Ralph Dupas. Había construido una marca de 49-1-3 (20 KOs) antes de alcanzar este combate titular, y su única derrota (por decisión mayoritaria ante Ramón Méndez) había sido vengada.
A pesar de sus credenciales respetables, pocos le daban posibilidades a Licata. Era audaz y no era reacio a intercambiar cuando creía que podía salirse con la suya, lo cual no es bueno cuando tu pegada es promedio en el mejor de los casos y te enfrentas a uno de los pesos medianos más grandes de todos los tiempos.
Licata era duro, pero no tan duro como Bennie Briscoe. Sin embargo, resultó ser un rival valiente y decidido. Tony básicamente recibió una paliza desde el principio, pero siempre se recuperaba cuando las cosas parecían realmente mal. Monzón lo castigó duro y parejo, sorprendiéndolo de ida y de vuelta con fuertes golpes.
A pesar de ello, lo que más se destacó fue el valiente intento del retador contra un pronóstico supuestamente desalentador. Con excepción de ocasionales estruendos de "Argentina", el público de 13.496 personas realmente estallaba cuando Licata contraatacaba. De todos modos, ninguno de sus golpes parecía lastimar a Monzón, pero a medida que pasaban los asaltos, dos preguntas exigían respuesta: ¿Qué mantenía a Licata en pie?, y ¿por qué Monzón no podía cerrar el show?
El enamoramiento del campeón con Giménez claramente fue un factor. Hasta Monzón lo reconoció: "Cuando estaba en el ring y la vi en primera fila, alentando y gritando, traté de hacer la mejor pelea de mi vida", reveló Monzón en su autobiografía, 'Mi verdadera vida'.
En eso, falló. El confiadísimo campeón había anticipado que la pelea no pasaría del quinto asalto, pero a pesar de haber sido castigado por todo el cuadrilátero, Licata se mantuvo desafiante en posición vertical al sonar la campana y estaba listo para pelear cuando arrancó el sexto round.
Si Monzón estaba frustrado, nunca lo demostró. Mantuvo la compostura, y no aflojó la presión y los golpes. Luego de absorber una paliza rencorosa en el noveno segmento, Licata finalmente se derrumbó en el décimo, apoyando las manos y las rodillas tras un salvaje golpe de derecha.
Licata se levantó a la cuenta de cinco, pero lucía peligrosamente vulnerable cuando el árbitro Tony Pérez soltó a Monzón. Un par de combinaciones malévolas lo hicieron aterrizar y Licata apoyó una rodilla. Volvió a ponerse de pie instintivamente, pero Pérez intervino para dar por terminado el combate a los 2:43 y guió al retador de ojos borrosos de vuelta a su esquina.
Para aquel entonces, Monzón ya tenía 32 años y el desgaste de 97 peleas profesionales empezaba a mostrarse. Teniendo en cuenta su estilo de vida hedonista, es notable que Monzón haya logrado tanto y se haya mantenido en la cima durante tanto tiempo.
Hubo otras tres defensas exitosas después de Licata, dos contra el gran pegador Rodrigo Valdés, y luego Monzón estaba hecho. La caída que sufrió en su segunda pelea con Valdés convenció a Monzón de que era hora de retirarse. Anunció que colgaba los guantes en agosto de 1977, siendo campeón indiscutido de peso mediano, y continuó siendo una figura muy popular en Argentina durante bastante tiempo.