La herencia tiene dramáticas dimensiones políticas, sociales y económicas. No es sólo un año el que ha cerrado; es todo un ciclo político fallido, iniciado tras la crisis de 2001 y cerrado en los últimos comicios de provincias y nacionales, que llevan a un ciclo de profundas incertidumbres que deben afrontarse con recursos escasos, músculos institucionales débiles y partidos políticos desdibujados.
El cambio del signo político en la presidencia de la Nación, la incertidumbre en los alineamientos de un Congreso sometido al toma y daca de "la casta" en el reparto de recursos escasos; la ausencia de un líder claro en el peronismo a nivel nacional; la disolución de Juntos por el Cambio en los términos en los que se lo ha conocido; el fin del bicoalicionismo que sustituyó al clásico PJ-UCR; la fallida -pero aún latente- acusación a los ministros de la Corte, última trinchera en el control de Constitucionalidad del sistema republicano. Son pinceladas en el marco de un enorme melodrama.
Terminó el ciclo marcado por populismos de izquierda latinoamericanos, que encontró en el kirchnerismo al socio estratégico de la táctica no escrita del Foro de Sao Paulo, para ganar el poder desde adentro de la democracia. El manual incluyó ataques a la libertad de prensa, cuestionamientos a la división de poderes, acusaciones de fake news por componendas judiciales-mediáticas, alineamientos "antiimperialistas" con Venezuela, Rusia, Irán, China… el paréntesis del Pro en proceso fue un fracaso; la restitución del kirchnerismo no fue un éxito.
Augustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina (Conicet, Odsa, Uba, Uca) en un informe de principios de diciembre de 2023, habló de la "incapacidad de la sociedad de generar riquezas y distribuirlas", contemplando igualdades en términos de "dignidad y desarrollo de capacidades".
En la síntesis de esos complejos y consistentes informes de la UCA, queda en claro que desde 2020 la Argentina creció 0,7% en su PBI per cápita anual; la tasa de inversión bruta fue 18,8% promedio anual (se necesita 23 a 24% para crecimiento económico que permita redistribuir riqueza) gracias a litio, Vaca Muerta y granos.
Siempre desde el cambio de siglo, el empleo varió 0% (puestos públicos, informalidad y planes mediante); el salario real cayó 0,24% anual desde entonces; el gasto público social trepó hasta el 33% del PBI (arrancó el siglo en 22%) maquilló el empobrecimiento estructural; el déficit fiscal promedió 2% desde el 2000 (se cubrió con impuestos, deuda y emisión), la inflación saltó del 3% en 2003 a casi 200% en el cierre de este año (fue 40,9% en 2002, en la salida de la convertibilidad).
La pobreza y la indigencia por ingresos declinaron hasta 2011 y, a pesar de los planes asistenciales, volvieron a trepar hasta 44,7% y 9,6% según EDSA (muy similares a los niveles del Indec) este año.
Los números de Fernández-Fernández
Para "desestacionalizar" la gestión anual de Alberto Fernández, hay que mirar su ciclo de gestión. Es cierto que pandemia y sequía o invasión rusa a Ucrania impactaron en las cuentas argentinas; sobran las evidencias según las cuales las evoluciones de países de la región y del mundo se recuperaron de ello muy por encima del fracaso argentino.
La inflación interanual de noviembre de 2019 viajaba al 52,1%; en el mismo mes de este año fue de 162,4%. El dólar oficial saltó en ese período de $59,94 pos devaluación a $361 pre devaluación en el mismo período. El blue saltó de $71 a $955 promedio; la brecha fue del 18,5% al 164,5%.
El déficit primario que Dujovne entregó al gobierno del Frente de Todos en 2019 en -0,4% del PBI -el ajuste explicó en buena parte la derrota de Mauricio Macri- se multiplicó hasta 2,8% del PBI en el cierre de la gestión de Fernández. El superávit era una de las virtudes de la primera etapa de Néstor Kirchner, según sus propias palabras; el equilibrio fiscal de Dujovne era lo que proponía Sergio Massa para su presupuesto 2024.
Según los cálculos de Orlando Ferreres, las reservas brutas del Banco Central bajaron de US$43.785 millones a US$21.536 millones, a lo que deben añadirse reservas netas negativas en más de US$14.428 millones (fuente Gerez en base a datos del BCRA).
Volviendo a las cuentas de OJF, la deuda bruta argentina saltó de US$308.846 millones en el inicio del cuarto gobierno kirchnerista, a US$401.433 millones. Cabe destacar que en ese lapso no sólo no se pagó la deuda "macrista", sino que se incrementó la asistencia del FMI.
Las reservas brutas del Banco Central bajaron de US$43.785 millones a US$21.536 millones, a lo que deben añadirse reservas netas negativas en más de US$14.428 millones.
Con datos oficiales del Ripte a valores constantes de noviembre de este año, en la gestión de Alberto y Cristina el salario promedio real bajó de $403.131 a $376.594 (de US$ 611 a US$424). Del segundo semestre de 2019 al primer semestre de 2023, la pobreza subió de 35,5% a 40,1%.
Son datos macroeconómicos a los que hay que sumar la fallida gestión de vacunas en pandemia, las involuciones en los indicadores educativos de todo el país y el avance de la narcocriminalidad, en especial en Santa Fe. En esta perspectiva, la performance electoral de Unión por la Patria (aún en la derrota) sólo puede explicarse por la debilidad relativa de quienes se postularon desde la oposición.
El pecado original de Milei
Contra todo pronóstico, un opinador mediático -profesional formado- que hace dos años mostró pretensiones en paneles de la TV porteña, fue elegido como presidente de la Nación en base a consignas como dolarización y motosierra. Ya cambió por licuación de Leliqs, salarios y jubilaciones más ajuste ortodoxo.
Aún no despunta el plan económico más allá de las medidas de emergencia. Tampoco existe el dispositivo político. El gobierno no es sólo el presidente, por mucho que la Argentina sea presidencialista. La invocación a los cielos puede ser inspiradora, pero no vota en el Congreso, donde hacen falta voluntades expresas para un cambio de régimen.
Javier Milei no fue acompañado por candidaturas legislativas consistentes en provincias o para legisladores nacionales. En su arquitectura de poder, se inspira menos en la República que en la impronta de los autócratas y en la negociación de dinero por votos que no tiene. Casta pura y dura.
Ese cambio de régimen que pretende, tiene por precedente que lo impulsa el fracaso de lo que el país vive desde la caída de la convertibilidad. Y por meta está la recuperación de creación de riquezas con estabilidad y sustentabilidad, antes de la distribución de recursos con criterios más o menos meritorios o socialistas, según sean las pretensiones de cada quien.
Augustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina (Conicet, Odsa, Uba, Uca) en un informe de principios de diciembre de 2023, habló de la "incapacidad de la sociedad de generar riquezas y distribuirlas", contemplando igualdades en términos de "dignidad y desarrollo de capacidades".
El gobierno no es sólo el presidente, por mucho que la Argentina sea presidencialista. La invocación a los cielos puede ser inspiradora, pero no vota en el Congreso, donde hacen falta voluntades expresas para un cambio de régimen.