Por JOSÉ CALERO
Mantener a raya al dólar y la inflación, dos variables claves para definir el humor de los argentinos.
Por JOSÉ CALERO
(Especial, NA)
Alberto Fernández y Cristina Kirchner bajaron el mensaje fuerte y claro para todos, y determinaron que la misión de Martín Guzmán y Miguel Pesce para la campaña electoral será mantener a raya al dólar y la inflación, dos variables claves para definir el humor de los argentinos.
La decisión se reafirmó en la semana -a la par de la dificultosa pulseada por las listas de candidatos- en medio de una escalada de precios que no se detiene y sumerge a la mitad de la población en la pobreza.
"Ningún oficialismo gana si la inflación es alta y el dólar está por encima de lo esperable", fue una de las definiciones escuchadas por algunos de los asistentes a las mesas claves en las que se discute la estrategia electoral.
Y eso que todavía el dólar blue no había llegado a los $ 185, como terminó cerrando la semana.
En el mercado no creen que la divisa en el mercado marginal pueda llegar al mismo nivel de octubre de 2020, cuando tocó los $ 195 y estuvo a punto de llegar a los $ 200 si el gobierno no hubiese utilizado todo el arsenal disponible para contenerlo.
Es que, como suele repetir la ahora jefa de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont -ex titular del BCRA con Cristina Kirchner- el mercado blue es muy pequeño.
Pero el problema es que mueve la agenda pública y dispara expectativas de remarcación en la economía, y eso en lo más alto del poder lo tienen más que claro.
Guzmán pide serenidad
El ministro Guzmán buscó tranquilizar a los líderes del Frente de Todos y explicó cuáles son los fundamentos que le permitirán al Gobierno torcerle el brazo a cualquiera que intente mover demasiado la aguja en las cotizaciones del dólar.
Destacó que las reservas están en alza -el viernes cerraron en US$ 43.111 millones brutos- y que en agosto se ubicarán por encima de los US$ 47.000 millones, a partir de la liberación por parte del FMI de unos US$ 4.350 millones en Derechos Especiales de Giro (DEG).
No será dinero contante y sonante, pero sí un asiento contable que permitirá usar, llegado el caso, dólares cash para frenar cualquier corrida.
Esta semana la Argentina prometió pagarle unos US$ 230 millones al Club de París, como parte del acuerdo para patear vencimientos para el año próximo.
En el segundo semestre del año, hay que pagar un total equivalente a US$ 33.000 millones (entre pesos y dólares), según números de la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Buena parte de esos fondos se afrontarán con la estrategia del "roll over permanente", diseñada por Guzmán para tirar la pelota para adelante todo lo que se pueda.
Inflación
En su afán por transmitir calma, el ministro de Economía estimó que a partir de agosto, o incluso antes, la inflación mensual bajará del escalón del 3%.
En el primer semestre el costo de vida acumuló 25,3%, muy cerca de la primera estimación hecha por Guzmán para todo el 2021 (29%).
Ya admitido que será imposible cumplir esa meta, el objetivo del gobierno es que los precios no se disparen más allá del 40% anual cuando lleguen los comicios de noviembre.
De esa forma, la estrategia de campaña será destacar que por primera vez en una década los sueldos le están ganando a la inflación.
Efectivamente, los principales gremios (camioneros, bancarios) están ajustando las paritarias por encima del 45%.
Alberto Fernández cerró ese acuerdo político con el camionero Hugo Moyano y Cristina Kirchner lo hizo con Sergio Palazzo y Hugo Yasky, el jefe de los bancarios y el líder de la CTA que quedaron a tiro seguro de entrar a la Cámara de Diputados, luego de ser incorporados a la lista de postulantes por la provincia de Buenos Aires.
El Presidente aspira a que los Moyano, Palazzo y Yasky, más Héctor Daer (Sanidad), sellen un acuerdo de unidad en la CGT, que renovará autoridades hacia fin de año.
El hueso más duro de roer, por ahora, es Sanidad, donde Daer trata de encaminar un conflicto de alto calibre, sin herir políticamente al Gobierno en medio de una pandemia que ya no da margen para más errores.
Ese sindicato enrola mayoritariamente a unos 200 mil enfermeros y camilleros, que deben enfrentar desafíos mayúsculos frente a la pandemia, y sufrido contagios masivos y muchas muertes por casos de Covid.
En ese sector el horno no está para bollos: sólo la pericia del histórico Carlos West Ocampo -quien maneja el gremio desde 1985 y ahora, con casi 80 años, cedió el protagonismo en la calle a Daer- pudo evitar un paro general que hubiese dejado al Gobierno contra las cuerdas.
Por ahora se aplican medidas de fuerza de 4 horas por turnos, pero la protesta irá en aumento si no llega una reformulación de la paritaria para acercarla al 45% reclamado por el sindicato.
Un paro total de ese gremio clave provocaría un caos en medio de una crisis sanitaria que lejos está de terminar.
En el Gobierno creen tener la llave para frenarlo: autorizarán alzas en las cuotas que cobran las prepagas y demás financiadores del sistema con la condición de que clínicas y sanatorios incrementen los sueldos.