La sensación de inflación, por arriba de lo que marca el Indec
El deterioro percibido en la capacidad de consumo es mayor a los ya graves indicadores oficiales de aumentos. Massa ensaya ajustes ortodoxos; por ahora, el ministro gana tiempo.
En el top 10 de consumos masivos que más aumentaron -interanual a agosto- el azúcar da 193,8%, un rollo de cocina de papel 153,6%, huevos 145,9%, papel higiénico 145,5%, pañales 136,3%, cereales 135,6%, mayonesa 134,8%, fernet 129,3%, jabón de tocador 125,1% y harina pre mezclas 122,4%.
Los datos de Damián Di Pace para Focus Market son relevados por un sistema de escaneo electrónico sobre las góndolas de grandes cadenas, en tiempo real. Explican la sensación de que la inflación está muy por encima del 7,4% de julio -la más alta en 20 años- o del 6,5% (+/-) que el Indec revelará por estas horas para agosto.
Según el economista Fernando Marull, los salarios privados formales ya perdieron 3 puntos porcentuales por debajo de la inflación oficial durante el gobierno de Alberto Fernández. Pero el consumo masivo cayó un 7,3% en el mes de agosto y en los primeros ocho meses del año la contracción fue del 2,6%, según Focus Market.
La evolución desigual entre poder adquisitivo y precios se agrava si se contempla que el deterioro de los bolsillos es peor entre el 40% de los trabajadores informales. Y porque uno de los sectores más “cuidados” por las políticas oficiales de precios -alimentos y bebidas no alcohólicas- se elevó 48,3%. Como para verificar, otro de los rubros “protegidos” por el Estado presente, prendas de vestir y calzado, es el que más aumentó en lo que va del año: 56,5% sin contar agosto.
El Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET), de la Universidad Metropolitana para el Educación y el Trabajo, anticipó en 8,1% el aumento en alimentos y bebidas para el octavo mes del año, lo que proyecta al rubro más sensible en materia social, al 90,4% interanual según esa medición que habrá de ser más o menos ratificada por estas horas desde el Indec.
Con menor poder adquisitivo en la demanda, el consumo se concentra sobre la necesidad más elemental. Y es en esa oferta donde los precios más aumentan y marcan mayor diferencia -sentida diferencia- sobre el bolsillo flaco, no sólo de asalariados sino también de quienes reciben ayudas asistenciales. La inflación es el impuesto más gravoso para los pobres.
Para agosto de 2022 la mediana de las estimaciones del Relevamiento de Expectativas del Mercado del BCRA se ubicó en 6,5% mensual, mientras que el promedio del TOP-10 de las y los mejores pronosticadores la estima en 6,8%. El año cerraría al 95% según el pronóstico más modesto de esta proyección.
¿Hay plan?
¿Qué hace el ministerio de Economía a cargo de Sergio Massa? El tigrense procura que una baja en septiembre lo ponga en una senda que pueda sostener, pero hasta ahora no ha mostrado mejores reflejos que el control de precios y reuniones del secretario de Comercio, Matías Tombolini, con cadenas de provisión de productos masivos. En la dinámica de los precios, por ahora no hay evidencia de que los controles detengan aquél conocido ascensor, que va más rápido que los salarios por la escalera.
Además, Massa necesita -para sostener el acuerdo con el FMI- que las tasas de interés vuelvan a aumentar este jueves en la reunión de directorio del BCRA según el expreso comunicado del Kristalina Georgieva tras la reunión en Washington, y que el tipo de cambio no se atrase más. Eso supone costos de producción más altos y encarecimiento del consumo financiado.
Daniel Artana ha advertido desde su última editorial para la revista de FIEL, que “la devaluación en un contexto de escasas reservas y con la inflación subyacente caminando al 6% mensual, seguramente llevaría a inflaciones de dos dígitos mensuales por un tiempo, con algún riesgo de espiralización. Eso serviría para “licuar” pasivos del BCRA en el mediano plazo (aunque, en el corto plazo, enfrentaría un costo por las ventas a futuro), y aumentaría los del Tesoro cada vez más expuesto a una devaluación”.
Mientras mendiga reservas, el ministro de Economía es exitoso en el corto plazo. Y prepara con pocos recursos un presupuesto con dieta ortodoxa, por el que deberían votar sus socios políticos de la redistribución asistencial. Esa que sin crecimiento -que depende de la estabilidad macro- incrementa el déficit y acelera la inflación.