Con una inflación en dólares que supera el 90% desde el inicio del gobierno de Javier Milei, el fenómeno está afectando a los profesionales que trabajan para el exterior y las empresas extranjeras que contratan mano de obra en el país.
Mientras la Argentina se vuelve cada vez más cara en dólares, los jóvenes profesionales con trabajo remoto para el exterior y las startups que contratan mano calificada local se ven perjudicadas.
Con una inflación en dólares que supera el 90% desde el inicio del gobierno de Javier Milei, el fenómeno está afectando a los profesionales que trabajan para el exterior y las empresas extranjeras que contratan mano de obra en el país.
Según un reciente informe de la plataforma Deel Lab, Argentina es el tercer país global como recurso de talento remoto. Mientras cada vez más empresas exigen a sus empleados volver a la presencialidad, otras más nuevas y pequeñas están aprovechando el anhelo de los millennials y la generación Z de trabajar remota para reducir costos. De hecho, algunas startups de Estados Unidos y Europa han capitalizado la promoción del equilibrio entre el trabajo y la vida personal para padres, madres y amantes de los viajes con el fin de acceder a mano de obra barata.
El modelo de negocio es simple: contratar trabajadores calificados de economías de ingresos medios y bajos con un acuerdo de contratista. El bajo costo de vida en países de ingresos bajos y medios permite una reducción significativa en los costos salariales, mientras se mantiene la calidad del trabajo.
Las empresas también pueden evitar los beneficios regulatorios típicos, ya que los acuerdos de contratista no ofrecen seguro de salud ni contribuciones a un plan de jubilación, y a menudo incluso dejan espacio para la evasión fiscal. Los trabajadores de economías en desarrollo toman estos trabajos principalmente porque los salarios suelen pagarse en dólares. Frente a una moneda local volátil y devaluada, para muchos la decisión puede ser obvia.
Pero ¿qué sucede cuando la moneda local se aprecia? Argentina se ha convertido en un centro de contratación para empresas emergentes con sede en Estados Unidos y Europa. Con el mayor nivel de competencia en inglés de la región y un salario mínimo promedio de $500 dólares, los trabajadores argentinos eran ideales para ser reclutados. Y así lo hicieron: Argentina se ubicó en tercer lugar a nivel mundial como fuente de talento a distancia, según un reporte de Deel, una billetera digital.
Para las startups que reciben financiamiento en monedas estables, como el dólar o el euro, la caída libre del peso abrió camino para una combinación perfecta. Tanto es así que alrededor de 200.000 personas trabajaron en negro para empresas del exterior.
Ignacio, de 24 años, trabaja como coordinador de éxito del cliente para una empresa de Estados Unidos. Gana casi $4.000 dólares, pero estima que su poder adquisitivo cayó entre un 20 % y 30 %. “Es difícil pedir aumentos en base a la apreciación del peso,” dijo. “La gente afuera no entiende lo que pasa acá”, agrega.
Pronto podría terminar la época dorada de la mano de obra barata en Argentina. El presidente Javier Milei tiene a los mercados expectantes, lo que ha llevado al peso argentino a ser la moneda más apreciada frente al dólar a nivel global en 2024, asegura Bloomberg.
Lucas, de 32 años, tenía una cafetería cuando llegó la pandemia y decidió tomar en el exterior como profesor de inglés. Cuando empezó cobraba entre 300 y 400 dólares por mes. “Ahora gano más que eso y sin embargo tengo que buscar cada vez más horas”, cuenta a este medio.
Los empleadores extranjeros que dependían en gran medida de esta laguna legal podrían ver afectado su flujo de efectivo debido a este cambio en las reglas. Lucas (también de 32 años) es el CEO de Takenos, una billetera virtual que permite retirar fondos en dólares en todo Latinoamérica. La mayoría de sus empleados están en Argentina y él es consciente del cambio que esta nueva coyuntura le demanda a la empresa.
“Hay una mirada más realista sobre el nivel de consumo”, opina. “Hemos tenido conversaciones con empleados a los que les está costando pagar el alquiler. Nos mudamos a otra oficina y no la equipamos con sillas ergonómicas,” ejemplifica mientras apunta a una silla de plástico.
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