Remes Lenicov: "Tenemos que ir a una economía normal y no pensar que con magia vamos a salir"
El ministro de Economía que condujo la salida de la convertibilidad cuenta lo sucedido en aquellos días en un libro de reciente aparición. "Para gobernar, y sobre todo en momentos críticos, hay que tener un plan", dice, al tiempo que señala que en Argentina "se critica al que hace el ajuste, pero no al que desajusta".
Remes Lenicov: "Sin un acuerdo político que genere una mayoría en el Congreso, no hay plan económico".
Quienes vivimos la salida de la convertibilidad hace más de 20 años no nos vamos a olvidar de él ni de sus anuncios en momentos en los que, ahí sí, no sabíamos que iba a pasar al otro día. Jorge Remes Lenicov fue el ministro de Economía que asumió los primeros días de enero de 2002 y condujo un proceso que terminó con 15 trimestres de recesión, una economía estrangulada por la rigidez cambiaria y la falta de competitividad y un desempleo por encima del 20 por ciento, con niveles de pobreza que superaban ampliamente del 50 por ciento.
Sus medidas iniciaron un ciclo virtuoso de la economía que, como recuerda en el libro "115 días para desarmar la bomba. Historia íntima de la última vez que se sinceró la economía: cuales fueron las lecciones de la crisis de 2001 que la política no quiso aprender" se extendió por unos años, hasta que decisiones de política económica de los gobiernos que sucedieron al de Eduardo Duhalde fueron modificando las bases en las que se apoyaba el modelo que era, como destaca, el que implementan todos los países del mundo.
- Usted cuenta en el libro las circunstancias en las que tuvo que asumir. ¿Sabía lo que agarraba?
- Cuando asumimos los primeros días de enero, sabíamos muy bien cómo estaba la situación. Porque, por un lado, hacía tres años que estábamos trabajando y nos habíamos preparado para salir a la convertibilidad en caso de que Duhalde ganara las elecciones en 1999. Éramos 14 personas que nos seguimos reuniendo durante todo 2000 y 2001 para analizar la coyuntura. Nos tomó de sorpresa la renuncia De la Rúa porque no la imaginábamos. Vino el interregno de Rodríguez Saá, del que nosotros pensamos iba a estar unos meses o terminar el mandato de la Alianza, pero renuncia rápidamente y nos hicimos cargo. Pero ya sabíamos cómo estaba la situación, que era gravísima por donde uno lo quería analizar: institucional, político, social, económico. Y como veníamos trabajando, como le dije, hace muchos años, los primeros días mandamos los proyectos de ley fundamentales. Y en los 60 primeros días implementamos todo el programa.
Imagen ilustrativa.
- Además del estallido de la convertibilidad, tuvieron que tomar decisiones en un contexto difícil en el sentido de que había dos bloques de poder disputándose, para ser simple, la pesificación o la dolarización de la economía. ¿Cómo fue conducir ese proceso en ese contexto de presiones muy fuertes con la gente protestando en la calle?
-Tuvimos presiones de todo tipo y tamaño. Estaban los endeudados en dólares con el exterior, que eran las empresas privatizadas y grandes empresas, que debían 70.000 millones de dólares y pedían un seguro de cambio. Esa fue muy intensa. Después estaban las privatizadas que reclamaban por las tarifas que, como ustedes recordarán, se actualizaban por la inflación de Estados Unidos porque estaban dolarizadas así que, imagínese, se triplicaron o cuadruplicaron. Tuvimos la presión de los agropecuarios, que tenían la mitad de las hectáreas de la Pampa Húmeda hipotecadas por la política cambiaria y nosotros pusimos las retenciones, pero ya con un dólar 3 o 4 veces más alto que el de la convertibilidad. Ellos presionaron para que no pusiéramos retenciones. El Fondo Monetario Internacional, que había cambiado de mando y estaba Bush con el concepto de riesgo moral, que quiere decir que quién las hace las paga, que también presionaron. Argentina fue el único caso en el mundo que no solamente no recibió ninguna ayuda del Fondo, sino que tuvo que pagarle. Por los cuatro costados estábamos con presiones de alto voltaje. Sin embargo, las pudimos eludir y seguir con nuestro programa.
Los acuerdos necesarios
-Destaca con énfasis el acuerdo político que había entre Duhalde y Alfonsín, que permitió una salida más o menos ordenada y rápida de la convertibilidad, pero no de toda la clase política. Lo que le quiero preguntar es, ¿cuán importantes son, en un momento de crisis extrema, los acuerdos políticos, más allá de las medidas económicas?
-Sin un acuerdo político que genere una mayoría en el Congreso, no hay plan económico. Nosotros pudimos hacer lo que hicimos, que fue ordenar la salida de la convertibilidad y empezar a crecer en marzo, abril de ese mismo año, donde hubo un brote de inflación, aunque el último trimestre del año terminó con un 3 % anual, por el acuerdo con buena parte del peronismo, encabezado por Duhalde, y buena parte del radicalismo, encabezado por Alfonsín. Y después jugó un papel muy importante Oscar Lamberto que, como yo, éramos diputados, teníamos mucho contacto con los gobernadores y los legisladores, lo que permitió tener un diálogo permanente con Jesús Rodríguez y Raúl Baclini del radicalismo. Entonces se pudieron acordar muy bien todas las medidas que íbamos a implementar.
- ¿Qué recuerdo tiene del rol que jugó la provincia de Santa Fe en este proceso? Reutemann era el gobernador, pero además era un posible presidenciable.
- Recuerdo que Reutemann me había dicho que él, por principio, no estaba de acuerdo con las retenciones, pero a los 20 o 30 días me llamó para decirme que tenía razón y que había que ponerlas, porque al triplicarse el tipo de cambio, el tipo de cambio efectivo, que es el que quedaba después de las retenciones, seguía siendo el doble que el de la convertibilidad. Y con esto, bueno, él tenía campo y conocía a toda la gente del campo, todos estaban muy, muy bien porque estaban levantando las hipotecas.
-De hecho, el secretario de Agricultura lo puso Santa Fe, que fue Miguel Paulón, y renunció por esto de las retenciones que usted está contando.
-Así fue. Lo que pasa es que hay sectores del campo, no todos, que tienen una visión muy ideológica, porque están en contra de las retenciones, pero no en contra del retraso cambiario, una cosa insólita. Con la convertibilidad perdieron plata, la mitad de las hectáreas estaban hipotecadas, pero no había retenciones. Nosotros elevamos el tipo de cambio nominal y efectivo, con las retenciones estaban mucho mejor, pero no estaban de acuerdo con las retenciones. Es muy, muy loco.
Una oportunidad perdida
- Visto hoy, 22 años después, lo podemos analizar como un momento en el cual los argentinos una nueva oportunidad. ¿Por qué cree que no la aprovechamos y volvimos a incubar una nueva crisis?
-Cuando asume Néstor Kirchner la inflación era del 3% anual, había estabilidad de precios, superávit fiscal y superávit de cuenta corriente, los famosos superávits gemelos, el tipo de cambio era competitivo y la economía crecía al 8% anual. Se usó lo que habíamos hecho nosotros, más la suba de los precios internacionales después, y la economía se fue recuperando. Pero eso se agotó en el 2011 y desde entonces no volvimos a crecer, el salario empezó a bajar, la pobreza subió y la inflación pasó del 3% al 15% cuando se fue Néstor Kirchner, al 25% con Cristina, al 50% con Macri y ahora es más del 100%. Yo creo que es porque no se respetaron las leyes de la economía, creen en el voluntarismo, en la magia, quieren repartir y no crear un contexto para recrear la riqueza para después poder ayudar a los más humildes. Cuando uno crea riqueza, está creando empleo. Y como no se respetan esas leyes básicas de la economía, lo único que se hizo fue aumentar los planes sociales porque la pobreza subía, pero nunca hubo una política de crecimiento en la Argentina, nunca discutimos la inserción internacional ni el perfil productivo. Yo creo que ahí la dirigencia política ha fracasado. ¿Cómo puede ser que cuando terminó la dictadura militar con todas las cosas horrendas que ocurrieron, la pobreza era el 16, 17 por ciento y ahora tenemos un 40% más pobres? ¿De quién es la culpa?
-Es de las clases dirigentes, y la verdad que es muy triste ver tanta pobreza. Cuando nosotros militábamos en los años 60, discutíamos porque la pobreza era el 6%, nos enojaba, ahora es del 40 por ciento.
-Hace una reflexión en el libro respecto a que cada vez que se superó una crisis, se fue incubando otra, sucesivamente a través de la historia.
-Es así, periódico, pero lo que yo también he notado es que a nadie le gusta sincerar la realidad. Cuando fui ministro lo primero que hice fue sincerarla, porque si no las sincera, sobre una mentira no se puede construir un proyecto. Y hoy día uno observa que en las campañas electorales se promete todo y después no se hace nada. Se promete que vamos a bajar la pobreza, que vamos a crecer, que vamos a aumentar las exportaciones y el valor agregado, y esto y lo otro, y después…Lo que pasa es que, para gobernar, y sobre todo en momentos críticos, pero también para plantear una estrategia de desarrollo, hay que tener un plan. Y los gobiernos que han ido asumiendo, la verdad, no han tenido un plan integral, han ido actuado sobre la marcha, y además ha habido otros errores metodológicos, como la división del Ministerio de Economía, o las peleas del Ministerio de Economía con el Banco Central. Siempre es como que no se quiere afrontar los verdaderos problemas del país. Todos venimos hablando del desequilibrio regional. En la reforma de la Constitución de 1994 decía que en el 96 tenía que haber un cambio en el régimen de coparticipación federal y no se hizo. Siempre se habla de que hay que hacer una reforma impositiva, y nunca se hace. Que hay que hacer una reforma previsional, y nunca se hace. Y es como que nadie se anima a tomar el toro por las astas.
-Usted cita un trabajo del Banco Mundial, que me parece que tienen mucho que ver con lo que me está contando, vinculado a la riqueza argentina. Dice que seguimos pensando que somos un país rico, pero que hace 100 años éramos un país rico y ya no lo somos. ¿Cuánto está instalado en la clase dirigente la idea de que estamos en crisis, pero como somos un país rico, por ejemplo llueve y una cosecha nos salva?
-Es una barbaridad eso. Ese trabajo del Banco Mundial analiza a todos los países en el mundo y cuantifica la riqueza. La primera y que explica el 60% de la riqueza es la educación. El 30%, aproximadamente, es la riqueza construida, las máquinas, los caminos, los puentes, los ferrocarriles, y el 10% es la riqueza natural, de los cuales cerca de la mitad es la energía y el resto es el sector agropecuario. Nosotros tenemos mucho en minería y en el sector agropecuario, una gran riqueza, pero eso explica, a nivel mundial, el 10%. El 60% es la educación, y de la educación también siempre se dice que hay que reformarla y nunca se hace. Y así no hay manera de cambiar el rumbo. Los países más avanzados, o que se están desarrollando rápidamente, son los que mejor educación tienen. Los datos son contundentes sobre eso y todos saben que es así, está demostrado.
- No hay manera de que aumente la productividad sin mejorar la educación.
- Ninguna posibilidad.
- Otra de las cosas para destacar en el libro es su descripción de Duhalde, que no es usual, como una persona que admitía no saber de economía, razón por la cual dejaba que usted y su equipo económico hicieran. ¿Cuánto es necesario para implementar un plan, trabajar tranquilo, poder tomar medidas, incluso medidas antipáticas, este tipo de vínculo?
- Yo creo que el presidente no tiene por qué saber de todos los temas, pero sí debe tener ideas generales. Y bien direccionadas. Nadie pretende que el presidente de la República sepa de políticas de salud, de educación, de economía, de obra pública. Debe tener ideas, para eso tiene que nombrar ministros adecuados y que sepa de ese campo. Y de los presidentes que hemos tenido, no, no tenían ideas de economía y algunos de ellos tenían, o creían tener ideas, pero eran muy equivocados.
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