La Federación de Rusia es el mayor exportador mundial de trigo, mientras que Ucrania es el quinto mayor. En conjunto, proporcionan el 19% del suministro de cebada, el 14% del trigo y el 4% del maíz y representan más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales. También son los principales proveedores de colza y representan la mitad del mercado mundial del aceite de girasol. El 25% de los fertilizantes europeos procede de Rusia, el mayor productor mundial.
“Las balas y las bombas en Ucrania podrían provocar una crisis alimentaria global sin precedentes. No es solo una crisis interna, sino que afectará a las cadenas de suministro y al precio de los alimentos. Habrá incrementos de costes operativos de más de 60 millones de euros mensuales”, dijo David Beasley, director ejecutivo del World Food Program.
“Las consecuencias globales pueden ser muy duras si la agricultura de Ucrania se destruye”, advirtió el vice gobernador del Banco Central de Ucrania, Srhiy Nikolaychuk. El índice de los alimentos de la FAO ha subido un 50% desde mediados del 2020 hasta alcanzar ahora su máximo histórico. El trigo se ha encarecido un 50% en dos semanas, hasta los niveles más altos en 14 años.
Es una tormenta perfecta porque, como señala esta organización, el incremento es fruto también de la subida de la energía y de los fertilizantes. “Todos estos factores tienden a estrechar los márgenes de los productores, desanimándoles a invertir y a expandir la producción”, insiste la FAO.
Para empeorar las cosas, el economista Francesc Reguant advierte que en la bolsa de Chicago han tenido lugar movimientos especulativos de los fondos de inversión. “Las cotizaciones están locas, con una volatilidad tremenda”, confirma José Manuel Álvarez, secretario general de la Asociación de Comercio de Cereales y Oleaginosas de España (Accoe). “En estos momentos, el comercio desde Ucrania es cero. La guerra nos ha pillado en medio de la segunda cosecha, que empieza en el primer semestre del año”, añade.
Países como Egipto, Túnez, Yemen o Libia podrían sufrir problemas de orden público como en 2010
Según la FAO, no resulta claro si los agricultores ucranianos podrán cosechar los cultivos. Los puertos en el Mar Negro han cerrado. No se sabe si las instalaciones de almacenamiento quedarán intactas. “A este paso, no vamos a llegar a julio si no encontramos otro proveedor. Es inevitable que el consumidor final tenga que asumir este sobrecoste, sí o sí”, sostiene Álvarez.
Andrée Defois, directora de la consultora Stratégie Grains sugería que algunos países como Australia, India y partes de Europa pueden proporcionar cantidades extra de trigo, “pero ninguna de ellas es suficiente para compensar las 14 millones de toneladas que faltan del mercado”. Asimismo, las existencias de trigo se están agotando en Canadá y es probable que Estados Unidos y Argentina limiten sus exportaciones para garantizar el consumo interno.
Peor es la situación en las economías emergentes. Egipto, con una población de más de 100 millones de personas, es el mayor importador de trigo del mundo y tiene como mucho tres meses de existencias. El país compra el 80% de los cereales de Ucrania y Rusia. La dieta es otro factor: al ser un alimento subvencionado, el consumo de pan al año, con más de 4,5 toneladas, es uno de los más altos del mundo.
En cuanto a Líbano, se ha visto obligado a reducir parte de los subsidios para no quedarse sin reservas de sus divisas. Quedan existencias como mucho para un mes. “Esto puede exacerbar los desafíos sociales del país”, señalaba la agencia Fitch. Como dijo el académico de la Universidad Americana de Beirut, Rami Zurayk, “los precios de los alimentos movilizan las personas”.
Eduard Soler, investigador del Cidob, recuerda que “hace más de una década el aumento del precio del pan fue uno de los factores que desencadenó los movimientos de protesta de las primaveras árabes en el año 2010 y 2011”. Para Soler, no todos los países de la región podrán hacer frente a las disrupciones del mercado global de alimentos, bien sea por su alto grado de dependencia alimentaria o su desigual holgura presupuestaria.
Entre los más vulnerables, sobresalen aquellos que estaban sumidos en crisis económicas previas, como Túnez, que importa la mitad de su trigo de Ucrania. O Yemen, con cinco millones de habitantes al borde de la hambruna. “El riesgo es que cuando no tengas recursos para seguir subsidiando estos alimentos básicos acabes cayendo en derivas autoritarias para mantener el control sobre la población”, indica Soler.
Con lo que, aparte del Este, podría abrirse un nuevo frente para Europa en el Sur. Octavi Quintana, director de Partnership for Research and Innovation in the Mediterranean Area (Prima), con sede en Barcelona, opina que estamos ante “un cóctel que puede traducirse en situaciones de inestabilidad y provocar nuevas crisis migratorias. Europa corre el riesgo de enfrentarse también a una ola de desplazados del Norte de África. Por ello, es necesario que estreche sus lazos comerciales y sus negocios con este área”, sostiene. “El Sur no es un problema, sino que puede colaborar en la solución a esta compleja situación histórica. Las dos partes tienen mucho que ganar”.
Con información de La Vanguardia