Selene Imsand y Matías Acanfora Greco buscaron ser padres con especial ahínco hasta que el tan deseado embarazo llegó. Pero el nacimiento se adelantó dos meses. “Cuando nació Camilo, miles de sentimientos encontrados nos invadieron. De repente, tuvimos que afrontar la paternidad lejos del ideal que habíamos imaginado”, contó Selene.
Felicidad por la llegada de Camilo; angustia por verlo tan chiquito e indefenso. Todo eso se conjugaba para estos padres primerizos. “Nuestro bebé apenas cabía en la mano de su papá y estábamos separados por el cristal de la incubadora, atravesados por cables, sondas y molestos ruidos de máquinas. Fue muy difícil no poder tenerlo en brazos los primeros días, no poder darle el pecho, dejarlo cada noche solo en la incubadora, tan lejos de nosotros”, recordó la mamá.
Durante más de un mes, la vida de este joven matrimonio giró en torno a las idas y vueltas a la Neonatología. “Vivíamos llenos de ansiedad y esperanza, festejando cada pequeño paso en el avance de la frágil salud de Camilo, anhelando el momento de poder llevarlo a casa”, relató Selene.
Cuando finalmente les dieron el alta, la felicidad se mezcló nuevamente con el temor. “Llegaron los nuevos miedos sobre si seríamos capaces de cuidar bien a nuestro bebé, lejos de los médicos y las enfermeras”, confesó Selene.
Hoy, Camilo cumplió 14 meses y su prematurez parece haber quedado atrás. “Es un niño feliz, inquieto y curioso que camina para todos lados con su sonrisa gigante”, concluyó orgullosa, su mamá.