Textos: Mónica Ritacca / María Víttori / Soledad Víttori
Fotos: Flavia Raina
Cámara: Juan Manuel Víttori
Chofer: Mario Hereñú
El pésimo estado de las calles fue el reclamo más escuchado en barrio San Martín. Los vecinos aducen que el tránsito por la zona es imposible y que en cada lluvia entrar o salir de la jurisdicción es un caos.
Textos: Mónica Ritacca / María Víttori / Soledad Víttori
Fotos: Flavia Raina
Cámara: Juan Manuel Víttori
Chofer: Mario Hereñú
Gran parte de las calles de barrio San Martín son de tierra. Su mantenimiento deja mucho que desear y trastorna la vida de los vecinos que no sólo ven complicado el tránsito por la zona, sino que muchas veces deben ellos mismos tomar cartas en el asunto.
Pozos, cunetas sin limpiar, escasa iluminación y falta de escurrimiento adecuado frente a las lluvias son los problemas más concurrentes.
Eduardo Cabrera vive desde hace veinte años en barrio San Martín. Cuenta que “los autos no pueden pasar; tampoco las ambulancias y el transporte público por el estado de las calles”.
Y agrega que “los políticos no nos escuchan a pesar de los varios reclamos que hemos realizado en la Municipalidad; y la vecinal no nos representa para nada. Mientras tanto el problema persiste y los vecinos quedamos abandonados”.
Luisa se debate entre la indignación y el humor al enfrentar la situación. Muchas mañanas a la semana se levanta, desayuna, toma la manguera y más que regar su jardín se dedica a humedecer durante varios minutos la calle. “Es imposible abrir las ventanas en mi casa, limpio y limpio pero todos los días entra tierra. Así que tengo que salir con la manguera y mojar al menos el tramo que corresponde a mi frente para no tener que vivir encerrada”.
En el centro de salud del barrio, la cuestión es más engorrosa. “Estrada es terrible. Durante las lluvias el centro debe permanecer cerrado porque a la gente se le hace imposible llegar para atenderse o para trabajar”, comenta Silvina Díaz, una de las enfermeras del lugar.
Desde el dispensario, cuentan que con las precipitaciones, el agua suele llegar hasta calle Castelli, por lo cual es impensado que en esos días logre llegar una ambulancia en caso de ser necesario.
Claudio vive a unas cuadras. Es uno de los verduleros del barrio. Habita la misma casa en la que nació hace 46 años y jamás logró arreglarla o ponerla en estado. La razón es que él, al igual que sus vecinos, sufre permanentemente las consecuencias de las lluvias.
“Vivo en Vieytes y Gaboto. Las calles y las veredas son un desastre. Durante la última lluvia nos entraron unos 40 centímetros de agua en casa. Tengo unos socavones terribles y no tengo plata suficiente para arreglarlos. A lo que gano con las verduras lo usamos con mi familia para vivir. Desde hace quince años trato de comprar una bolsa de material pero nunca me alcanza el dinero. Además, para qué arreglar si con la próxima lluvia vamos a tener el mismo problema” cuenta.
Para él, los días de lluvia no significan lo mismo que para vecinos de otros barrios. Las nubes son sólo un mal augurio y el reflejo de su impotencia. “Cada vez que llueve, levantamos los pocos muebles que nos quedan sanos y vemos cómo ingresa el agua. No nos queda otra”, lamenta.
Para saber (*)