Juan Carlos Haberkon
Javier Díaz
Fueron los líderes dentro de la cancha de los dos equipos de mayor gloria de la institución colegial.
Juan Carlos Haberkon
Javier Díaz
Técnicos dentro del rectángulo de juego, cabezas de grupo, sostenes en momentos de duda. Las funciones de los capitanes de equipos son tan importantes como innumerables. Y, claro está, Ateneo tuvo dos que estuvieron a la altura de las circunstancias en sus épocas doradas.
Cristian Carlen fue el de 1997, en el primer ascenso. Hermano del DT, regresó al fútbol para darse un gran gusto en un equipo que le dejó recuerdos “alucinantes”.
“Me acuerdo de todo lo que vivimos ese año. Yo había dejado de jugar hacía varios años pero cuando agarró mi hermano (Rolando) el equipo ni lo dudé, más sabiendo que volvían prácticamente todos mis amigos también. Se armó un grupo bárbaro”, asevera.
La clave para todo lo que se logró fue que “se armó un equipo parejo mezclando juventud y gente con experiencia. Sinceramente creo que lo más destacado fue el grupo”, según considera.
“Ganar la final fue muy lindo porque fue el festejo de un gran grupo de amigos”, recuerda. Sin embargo, “la semifinal fue muy especial porque todo el grupo había salido de La Salle y fuimos a jugar a Ateneo, entonces se armó un revuelo bárbaro. Se coronó todo con el título, pero me animo a decir que para el colegio, dejar en el camino a La Salle fue casi igual de importante”.
Más de una década después tomó la posta Damián Zuqueli. “Lo nuestro fue un proceso que se empezó a generar algunos años antes porque en el 2002 habíamos perdido un par de finales, en el 2003 otra más y finalmente en 2004 se terminó dando”.
Desde su óptica, “esas derrotas formaron una base muy unida que terminó dando sus frutos dos años más tarde. Por eso el grupo que se armó y la mancomunión que hubo con los dirigentes que eran todos padres, terminó derivando en que se logre el objetivo”.
“Durante todo el año se transitó un camino muy lindo, para nosotros fue un año fácil. Más allá de que teníamos un muy buen equipo, en ningún momento dudamos de que podíamos lograr el ascenso”, rememora.
“Se dio que la última fecha fue contra El Quillá que venía segundo a dos puntos nuestro y si nos ganaba nos pasaba e íbamos a tener que jugar una final por el ascenso. Ese partido se jugó en cancha de San Cristóbal, metimos un gol rápido y dominamos el partido con tranquilidad”, completa.
Ambos coinciden en que la comunión que tuvieron ambos grupos fueron claves para lo que se logró. “A mí me tocó jugar en muchos lados y nunca vi una unión tan grande como en Ateneo”, ratifica Carlen. “Lo que vivimos ese año me ligó mucho a la institución y nunca más me quise desligar”, añade Zuqueli.