Por Ignacio Hintermeister
Hermes Binner deberá navegar la gobernabilidad de su gestión entre dos orillas estrechas y escabrosas: un gobierno nacional que maneja el dinero con escaso criterio federal y un Senado provincial que tendrá mayoría justicialista.
El mensaje santafesino al escenario nacional advierte que no alcanza con el superávit fiscal si la agenda social es deficitaria. Pero ésta no es una amenaza al oficialismo para el 28 de octubre, porque el arco opositor en el país no tiene la médula espinal que lo estructuró en la provincia.
El socialismo lleva 17 años de experiencia de gestión en Rosario, con márgenes estrechos. Gobiernos provinciales peronistas y presidentes del mismo signo -y distinto modelo- no le impidieron reiterar gestiones exitosas, que por fin trascienden las fronteras de la ciudad estado rosarina.
Opositores pero no suicidas, los integrantes del Frente Progresista encontraron en la prudencia de Binner una ecuación sustentable para el desafío que viene.
Incluso Rubén Giustiniani, un hombre que sabe ser más áspero con el gobierno central rescató anoche los gestos del gobernador Jorge Obeid y del presidente Néstor Kirchner, y descuenta que habrá diálogo de cara a la transición.
¿Peca de utópico el senador nacional cuando confía en una nueva ley de coparticipación, que le devuelva a Santa Fe lo que la Nación se lleva con desmesura? Los socialistas son constructores pacientes que tratan de no perder perspectiva en el mundo de los valores; pero el poder es más impiadoso cuanto mayor es su magnitud.
Griselda Tessio habla de diálogo, de una agenda compartida, de cuestiones de Estado para trabajar en la Cámara Alta santafesina. Pero tendrá que negociar con un peronismo que resentirá la ausencia de algo que considera propio; la ex fiscal deberá abandonar definitivamente su rol de acusadora a distancia, para gestionar respuestas concretas.
Más aún, la electa vicegobernadora deberá asumir la eventualidad de una ley de reforma constitucional que el socialismo quiere y que muchos recelan por temor a la concentración rosarina. Binner y Giustiniani afirman que no hay lugar a tal posibilidad, el resto desconfía.
El nuevo gobierno provincial tiene un respaldo popular de generoso caudal y sólida legitimidad: tan magnífica es su perspectiva como riesgosa su misión.
Para los próximos cuatro años una gestión exitosa en Santa Fe podría llevar al socialismo a ser referente necesario de un frente opositor progresista a la eventual gestión presidencial de Cristina Fernández. Pero eso amenazaría, además, el sueño kirchnerista de convertirse en actor convocante (¿excluyente?) de ese mismo andarivel político, en la pretendida redefinición partidaria nacional.