“¡Ya está... ya está... esta vez perdí. Pero quédense tranquilos muchachos, que yo sé cómo es esto!” Estas fueron las palabras con las que Cristian Carpenzano intentó calmar a los hombres de la Guardia de Infantería -gente de poca paciencia si las hay-, en el preciso momento que se producía su captura.
La novedad ocurrió poco antes del mediodía de la víspera, en una humilde vivienda de Cabaña Leiva -más precisamente en Diez de Andino y pasaje Doldán-, sitio adonde había llegado el sujeto, con la supuesta intención de visitar a un familiar suyo.
Hasta ayer el paradero de Carpenzano era un misterio, aunque no eran pocas las voces que indicaban que se encontraba “aguantado” en la vecina provincia de Entre Ríos.
Detrás de “El Gringo”, hay un estela de violencia escrita a sangre y fuego. El nombrado fue protagonista de serios hechos delictivos, que marcaron de alguna manera esta ciudad.
Recuerdos bravos
Oriundo de Villa Hipódromo, muchos aún recuerdan con temor, la aparición de un Ford Taunus rojo. Tras ello, descendía algún rufián empuñando una ametralladora. Lo que venía después era una orgía de balazos a diestra y siniestra.
Pero como es lógico suponer, dicho automóvil salió rápidamente de la escena. Entonces “El Gringo” comenzó a moverse con un Peugeot 206, con todos sus vidrios polarizados. Al cabo de varias tropelías, este coche también desapareció.
A partir de entonces, este auténtico “pez gordo” comenzó a moverse con remises y con los vehículos de sus amigotes, quienes se encargaban de hacerlo entrar y salir al barrio, sin levantar demasiado la perdiz.
La figura de Carpenzano infundía temor no solo en los buenos vecinos, sino que también causaba cierto desasosiego entre quienes habían tenido algún problema con él, y hasta en la propia policía, que sabía de su calibre.
Como siempre ocurre en estos casos, un dato resultó determinante. A oídos de los investigadores llegó la noticia que “El Gringo” vendría a nuestra ciudad con la intención de visitar a un familiar.
Así las cosas se dispuso un discreto operativo de inteligencia, que culminó ayer. Con los recaudos del caso, agentes de la Agrupación Cuerpos rodearon la manzana y aseguraron que no haya posibilidad de fuga alguna.
De león a gato
Una vez logrado esto, los hombres de la Guardia de Infantería irrumpieron. Y en el domicilio en cuestión se toparon cara a cara con el buscado. Claro que “El Gringo” no se presentó como un león herido, sino más bien como un tierno gatito.
Sabedor de la poca paciencia -o nula- que poseen los hombres de Infantería, el imputado sólo atinó a brindar palabras de calma. “Tranquilos muchachos... esta vez perdí. Yo sé cómo es esto”, les dijo a los policías, mientras comenzaba a entregarse.
Al momento del allanamiento, Carpenzano estaba vestido con pantalones cortos, estaba con el torso desnudo, y se disponía a tomar unos mates.
La policía lo buscaba por los numerosos pedidos de captura que pesaban sobre su persona. Las causas son tan “pesadas”, como su protagonista. Figuran dos homicidios; tenencia y comercialización de estupefacientes; abuso de armas e intimidación pública, entre otras.
Por estas horas, el nombrado permanece alojado en la sección Seguridad Personal de la Unidad Regional I, donde quedó a disposición de la Justicia en turno.