Darío Pignata
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Con cuatro derrotas consecutivas, el equipo en descenso directo y un técnico caminando por el filo de la cornisa con su renuncia, el Club Atlético Unión montó anoche una reunión de Comisión Directiva donde no se habló ni un solo minuto del fútbol profesional.
Sin dudas que los dirigentes todos, sin distinción de posturas, debieran ir juntos al “otorrinolaringólogo”, para usar la figura con la cual mutuamente se ironizaron anoche dos integrantes en la reunión de directiva. Es que sin dudas tienen problemas para escuchar.
El sábado, mientras Unión perdía su cuarto juego seguido y quedaba en descenso directo, las 20.000 almas tatengues que llenaron la cancha y recibieron a Unión como si fuera el Barcelona de Messi, se quedaron media hora cantando en las tribunas. Bancaron a Kudelka, respaldaron al equipo y ni siquiera bajó un solo insulto para el peor de los jugadores (...y eso que había para elegir como en un desfile de Pancho Dotto).
La gente, una vez más, dejó en claro que es lo más importante que tiene este club en 105 años de vida. A pesar del griterío ensordecedor, ni los que están con Spahn ni los que están con Molina escucharon a la gente. La reunión de directiva de anoche, si bien es un club de fútbol donde no hay Carmelitas Descalzas, fue una de las más vergonzosas de los últimos tiempos por la bajeza cultural de la discusión. Incluso, con un dirigente descompensado en salud.
“Así no podemos seguir”, le dijo esta mañana Luis Spahn al jefe de deportes de El Litoral. La frase sólo resume una obviedad. Los que están con Spahn, los que están con Molina y los que están cansados que directamente no van nunca o casi nunca a las reuniones siendo directivos. Todos deben asumir sus responsabilidades en este momento de Unión.
La recordada carpa de Baldi a Malvicino, la devolución de Angel a Súper Manuel Corral más adelante, las diferencias de Malvicino con Vega, la pelea de “Cuqui” con Molina y ahora el quiebre con Spahn. La historia política, lamentablemente, es ciclópea en Unión. Siempre pasa lo mismo.
Dirigentes que dejaron tiempos valiosos con su familia, descuidaron sus empresas y pusieron mucho dinero, cambiaron “de golpe” ese amor por Unión cuando aparecen los celos personales por concentrar el poder y figurar para quedarse solos en la fotito de El Litoral.
No se trata de marcar quién tiene razón. Nadie tiene razón cuando pesa el falso orgullo. Hoy, los que están, los que se fueron y los que no van más a la directiva de Unión están de espaldas a la gente. No escucharon los cánticos emocionantes del sábado. No vieron la cancha llena. Y no se dan cuenta que así, aunque vayan cuatro fechas, Unión está escribiendo la crónica de una muerte anunciada.