Rosa y José están casados hace 40 años. Siempre se dedicaron a la cría de animales y llevan una vida similar a la de la gente de campo.
En la recorrida por Santo Domingo, Crónicas de Barrio encontró a José Raúl Peralta, quien se autodefinió como un gaucho con todas las letras y no por usar esa típica vestimenta sino por hacer gauchadas a todo aquel que precise de su ayuda.
Rosa y José están casados hace 40 años. Siempre se dedicaron a la cría de animales y llevan una vida similar a la de la gente de campo.
José Raúl Peralta es un campesino que vive con su familia en un predio ubicado en el barrio Santo Domingo. Acostumbrado a usar el típico atuendo de gaucho —con bombacha, camisa, botas, un pañuelo atado en el cuello y un cinto de cuero elaborado por él que sostiene un cuchillo— afirma: “No soy partidario de adherirme a las nuevas modas, a mí me gusta este estilo”.
Este gaucho nacido en el departamento Vera se crió viendo a sus padres trabajar la tierra y criando animales, así fue que aprendió el oficio. A los 21 años, se mudó a Santa Fe con unos parientes y desde ese entonces se dedica a la crianza de animales.
Lejos de importarle el qué dirán, Peralta explica el significado que tiene para él el término gaucho. “Esa palabra viene de hacer una gauchada a alguien, un favor. La gente de campo está muy acostumbrada a ayudar a los demás. Así que andar por la vida vestido así, como un gaucho, me honra”.
Actualmente, y desde hace 40 años, vive con su mujer que se llama Rosa y sus hijos, ya mayores. Habituado a llevar una vida tranquila y hogareña manifiesta que a su parecer el barrio está peligroso. Si bien ellos están lejos del corazón de Santo Domingo porque viven en el límite sur, dice que “la inseguridad está en todos lados” y su zona no escapa a ella.
La familia Peralta no tiene un vehículo para salir del barrio. Sin quejarse, José y Rosa dicen que cuando tienen que ir al médico o a hacer algún trámite deben caminar 10 cuadras para poder tomar en Los Troncos un colectivo de la línea más cercana que tienen, la 1.
Para saber Servicios. El agua potable y la energía eléctrica llegan al barrio de manera irregular. Los vecinos solicitaron acceder a ellos abonando una tarifa social pero nunca tuvieron respuestas. No hay recolección de residuos. Tampoco gas natural, cloacas y conexiones nuevas de Internet y televisión por cable. “Cuando llamás para pedir el cable te dicen que esto es zona roja y no vienen”, dijo el vecino Adolfo Álvarez. No hay recolección de residuos. Transporte público. La Línea 1 es la más próxima a la que tienen acceso, pero circula por barrio Los Troncos (el barrio con el que Santo Domingo limita al norte). Centro de Salud. No hay adentro de la jurisdicción, sí en las inmediaciones. Comisaría. No hay adentro de la jurisdicción. El barrio corresponde a la subcomisaría de barrio Los Troncos. Vecinales. Una, que funciona en Larrea 6630 (Centro Recreativo Casita Los Troncos). Escuelas. No hay adentro de la jurisdicción, sí en los barrios lindantes como Acería, Los Troncos y Las Lomas.
"Esta es zona de ladrilleros, así que dentro de todo es bastante tranquila. Pero hoy en día hay inseguridad en todos lados, y en la zona más poblada de este barrio se nota el problema”. José Raúl Peralta, vecino.
postales
Un camino peligroso. El Camino Viejo a Esperanza es el límite este de Santo Domingo. Por allí, se erigen algunas de las casitas más humildes del barrio. Los vecinos conviven junto a extensos basurales, en donde juegan desde perros hasta niños, generando un eventual foco de enfermedades. Por otro lado, se trata de una de las zonas más peligrosas de toda la zona oeste de la ciudad. A pesar de varios crímenes que han ocurrido en esta franja, quienes viven allí no han logrado que se tome medida de seguridad alguna.
Al cole... ¡en caballo! Uno podría pensar que esta postal es típica de zonas rurales. Pues no. En este barrio de la ciudad, algunos chicos van a la escuela a caballo. No existen instituciones educativas dentro de Santo Domingo, y los pequeños deben recorrer varias cuadras para cursar la primaria. Hablando con los padres, éstos creen que es fundamental que sus hijos obtengan una educación adecuada, aun cuando su rutina deba ser ésta.
Una cara que duele. Son muchos los chicos que pueden verse en este barrio a plena mañana. Algunos afortunados fueron a la escuela, otros ayudan a sus padres en las tareas de la casa y otros juegan como pueden. Todos están en riesgo. Conviven con basurales en sus cuadras y viven amenazados por tiroteos que -según sus padres- ocurren a toda hora del día. Niños sin derecho a serlo, y con un futuro incierto... Ésta es la cara más dolorosa de la ciudad, la que nos compele a pensar que ningún chiquito debería vivir así.