Agustina Mai
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Tuve la suerte de conocer a Gladis, como vecina y como proteccionista. Era una mujer de una garra increíble. No había tormenta, ni feriado, ni enfermedad que la detuviera. Todos los días se tomaba el colectivo para ir a Sauce Viejo a alimentar a sus perros y pasar la tarde con ellos. El refugio seguirá aunque ella ya no esté, pero con su ida se perdió mucho. Una vez más, estos animales, que cargan con historias dolorosas y de abandono, van a sufrir la pérdida. Ojalá que alguien tome la posta, porque más allá de la necesidad básica de agua y alimento, estos perros lo que necesitan es alguien que los quiera como Gladis lo hacía.