En turnos. La organización en el comedor es muy buena. Para el almuerzo hay dos turnos; los alumnos de la mañana comen en el primero y los de la tarde en el segundo.
En la escuela ubicada sobre la avenida Teniente Loza al 7500, un equipo de nueve personas se ocupa todos los días de alimentar a 800 chicos. Las dificultades son muchas pero la recompensa inmensa.
En turnos. La organización en el comedor es muy buena. Para el almuerzo hay dos turnos; los alumnos de la mañana comen en el primero y los de la tarde en el segundo.
A este domingo de Pascuas, los chicos de la escuela Ravera lo celebraron comiendo media oblea de chocolate. Las docentes no quisieron que los pequeños quedaran fuera de la tradición, de modo que compraron varias cajas con tabletas de chocolate, las cortaron a la mitad y cada niño pudo disfrutar de un “pedacito” de domingo pascual.
Esta noble tarea de hacer mucho con prácticamente nada ya es habitual en esta institución donde diariamente se brinda la copa de leche y un plato de comida caliente a casi 800 chicos de San Agustín y alrededores, que asisten en busca de aprendizaje pero también de alimentos.
Todas las mañanas, el equipo formado por una cocinera, una ecónoma, cinco ayudantes de cocina y dos celadoras, arranca a las 7.30 con la preparación de la copa de leche.
A las ocho, en un primer turno, 400 chicos llenan sus pancitas antes de ingresar a las aulas. A las 11, 800 niños ya tendrán disponible un plato de comida caliente en la mesa de la escuela. Y finalmente a la tarde, en un segundo turno, otros 400 pequeños más merendarán su copa de leche.
Silvia Graciela Godoy, ecónoma de la institución, cuenta que “el menú de la semana se organiza junto con la cocinera. Se ve el presupuesto que hay, lo que se puede comprar y en base a eso planeamos una alimentación lo más nutritiva y equilibrada posible”.
El plato en la mesa
Alicia Coronel trabaja desde hace 18 años en la cocina de la escuela, y desde hace cinco años está al frente de este equipo de malabaristas que, con muy poco, intenta brindar un servicio básico para los niños del barrio.
“Es una gran responsabilidad darle de comer a los chicos”, asegura. “Lo fundamental para nosotros es que más allá de las dificultades, la comida llegue a la mesa” agrega.
La tarea no es fácil. Hay que organizar comidas balanceadas para pequeños que están en plena edad de desarrollo, cumplir con los proveedores, solicitar rebajas de precios, ser prolijos con las cuentas y no defraudar a los chicos. Todas estas son “pelotitas en el aire” que día a día barajan a la perfección en la cocina de la escuela.
Sin embargo, la situación económica no da mucho margen para alimentar a los chicos tal como ellas quisieran. “El menú favorito es el guiso. Ahora estamos haciendo un esfuerzo tremendo para darles milanesas. Dos veces por mes les podemos dar una milanesa con puré o con fideos. Nos gustaría poder hacer más, pero es muy difícil”, señala. “Algo parecido nos pasa con el postre. Tratamos de darles frutas, que son tan importantes en el desarrollo de un chico. Pero últimamente sólo podemos ofrecerles golosinas porque las frutas están muy caras”, lamenta.
Y es que en un barrio tan humilde como San Agustín, este servicio brindado por la escuela se ha vuelto más que necesario. “Lo que notamos este año es que los chicos de primer grado vienen con mucho hambre y quieren repetir el plato. Y por ahí no existe esa posibilidad porque no nos alcanza la comida, salvo que llueva o que sea un día de mucho frío, que no vienen todos los chicos”, explica Alicia.
Sin embargo, no todo es desgarrador dentro de la cocina de la escuela. “Mi mayor satisfacción es cuando vienen las celadoras y me dicen ‘los chicos están contentos, les gustó la comida’. Ahí siento que cumplí con mi tarea”, cuenta esta admirable mujer que todos los días ayuda a llenar las pancitas de cientos de pequeños.
Donaciones. Los interesados en colaborar con los chicos de la escuela Ravera pueden contactarse con la institución al 4579034.
Una escuela que se fundó en 1975 La escuela Nº 1234 Profesor Luis Ravera comenzó a funcionar en un obrador, con muy pocos alumnos y gracias a un reducido grupo de maestras y padres que trabajaban ad honórem cocinando y haciendo de porteros. Con el tiempo, se levantó el edificio actual y poco a poco se fueron construyendo más aulas. En este momento, cuentan con 38 secciones de grado más las áreas especiales; haciendo un total de 850 alumnos. Los chicos que asisten son de barrio San Agustín, La Nueva Tablada y La Ranita. Graciela López, directora de la escuela cuenta que “los alumnos vienen de un contexto muy vulnerable, son chicos muy humildes, con muchísimas necesidades que desde la escuela se intenta cubrir lo mejor posible”. De hecho, en la escuela existe un “ropero escolar” en el que las docentes recolectan ropa, zapatillas, guardapolvos y medias para los alumnos.
Educación bajo custodia. Desde 2007 y durante las 24 horas, un policía vigila la Ravera. Como consecuencia de varios robos en las aulas, a los chicos y a las docentes, mediante un convenio entre el Ministerio de Educación y el de Seguridad se dispuso esta medida.
3,85 pesos por cada alumno es lo que abona el gobierno a los comedores escolares en concepto de alimentos. Para la copa de leche, les paga 1,30. “No alcanza”, aseguran autoridades de La Ravera, donde debieron reemplazar la factura por un pedazo de pan. Recientemente, el gobierno elevó esos montos a 4,80 y 1,60 respectivamente.
Alicia, el mago Merlín de La Ravera. “Nunca los chicos se quedan sin comer” cuenta con orgullo Alicia, la líder del equipo que todos los días trabaja para alimentar a los alumnos. A la hora de describir su tarea, dijo: “Es como comandar una familia, nada más que con más integrantes”.