Miércoles 17.9.2014
/Última actualización 12:10
Recuerdos. Vicente y Antonio Marí narraron con lujo de detalles la historia familiar y barrial, que al mismo tiempo es un fiel reflejo de lo ocurrido con cientos de inmigrantes españoles, que vinieron al país escapando de la miseria y a labrarse un porvenir.
Muy cerca de la propiedad de Octavio Schuarzman Cifre, está ubicada la antigua casa de los Marí, una de las familias más emblemáticas de la zona de Las Baleares. Se trata de una construcción de más de ochenta años, que don Vicente Marí Escandell terminó de levantar en 1931. En la actualidad, está rodeada por algunas ampliaciones de edificación mucho más reciente, situadas en el epicentro de un amplio predio, que incluye una pintoresca arboleda y hasta varias canchas de fútbol. El Litoral dialogó con dos hijos del nombrado inmigrante ibicenco (fallecido en 1956), Vicente y Antonio Marí, nacidos aquí, en 1932 y 1935 respectivamente. Ellos, que aclaran que son Marí Marí, porque su madre era de apellido Marí Roig.
“Esto era lo que se conocía como Campo Mántaras; mi papá compró unas 20 hectáreas en 1926, junto con un sobrino suyo y dos socios más, los hermanos Ramón, para luego repartirse las tierras a razón de 5 hectáreas cada uno”, expresó Antonio al iniciar su narración, en la que en algunos pasajes también intervino Yolanda, su esposa. Luego explicó: “Lo primero que hizo papá cuando se instaló acá fue un rancho. Pero era un rancho y su madre, como se dice, bien hecho, con techo de chapas de zinc y ladrillos enormes, de adobe, confeccionados por un italiano que estuvo en la Primera Guerra Mundial. Era un rancho con habitaciones de 5 metros por 5 de lado, una barbaridad”. “Esa construcción no es esta casa donde estamos ahora; esa estaba ubicada en el centro de la propiedad y ya no queda nada en pie”, completó Vicente.
“Mi papá había venido varios años antes a vivir a Santa Fe, pero primero se radicó en la zona de Guadalupe; como allá tenían poca tierra para trabajar, se vinieron para acá en 1926 y se establecieron en esta zona. Al poco tiempo, en 1927, se compró un camioncito Chevrolet cero kilómetro: imagínense, toda una hazaña para la época, porque fue el primero que entró al mercado; no hay que olvidar que eran tiempos en que para todo se usaba caballo”, rememoraron Vicente y Antonio posteriormente, en el marco de un relato ganado por la emotividad y los recuerdos.
“Este sitio empezó a llamarse Las Baleares, justamente, porque en ese primer rancho grande que construyó nuestro padre empezaron a parar todos los pibes que venían de Ibiza, con apenas 17 y 18 años, a trabajar”, añadió Antonio. “Eran todos jovencitos... con el tiempo se casarían con chicas argentinas y no abandonarían nunca más el país, al menos la inmensa mayoría”, prosiguió. “Papá mismo, después de unos años de trabajar acá se volvió a España (en 1931) y allá se casó con mamá; estuvo sólo unos meses más y se volvió a este lugar, donde ya había empezado a instalar todo como para vivir en familia”, se sumó Vicente. “Papá les servía de referente a estos muchachos, que se venían a trabajar en la huerta y aprendían el oficio de quintero; se trabajaba muy fuerte, muy duro; todos los días ese camioncito salía bien cargado, porque se cultivaba toda clase de verduras”, agregaron.
“Hay que decir cómo era: en aquel tiempo en Ibiza ‘se morían de hambre’, por eso tomaban la decisión de venirse tan jovencitos”, resaltan los hermanos, a la vez que destacan algunos de los apellidos de esas aquellas familias que se formaron: Ramón, Escandell, Guasch, Torres, Roig, Serra, Bordoy y Planells, entre tantas otras más. Para finalizar los Marí resaltaron que don Vicente llegó a ser presidente del Centro Ibicenco de Santa Fe, entidad que organizaba los famosos y ya legendarios “Bailes de Pista Marí”, los que se hacían en las viejas instalaciones del Club Alianza, por calle La Rioja, a metros de Av. Luján.
Más de 80 años. Antonio Marí y su señora Yolanda aún hoy viven en la segunda casa que construyó don Vicente Marí Escandell, oriundo de Ibiza. Es una construcción de las denominadas “casas de campo”: espaciosa, amplia y bien arbolada.
Un anhelo, la asociación vecinal “Creemos que la presencia de una asociación vecinal podría ayudar con nuestros reclamos, porque hay gente que está cansada de pedir y pedir que mejoren las cosas”, remarcó el vecino Octavio Schuarzman Cifre, sin dejar de mencionar que ese cansancio repercute en las ganas de participar de la gente, que va perdiendo el entusiasmo. “Ahora la Municipalidad de Santo Tomé tiene la posibilidad de ayudar a las vecinales con el Presupuesto Participativo, que sirve para beneficio de cada barrio, los que a partir de este recurso pueden conseguir muchas cosas, especialmente el arreglo de las calles”, agregó. “Teniendo la vecinal podríamos acceder a ciertas mejoras; no somos pocos y algo así le daría nuevamente participación al vecino”, recalcó Octavio, sin dejar de señalar que entre los principales problemas o necesidades a resolver están la falta de mejorado pétreo en arterias interiores; el mal estado de la avenida Las Baleares; la iluminación y algunos desagües. Otros vecinos hacen hincapié en el desmalezado. “Siempre estamos a la espera de que se haga algo, pero nosotros lamentablemente no pertenecemos a ninguna vecinal, carecemos de una institución que nos represente; tendríamos que formar una”, acotó el vecino.