Sorpresa. Ernesto posa orgulloso con varios de sus animalitos. “Cuando entra al local, la gente se queda sorprendida mirándolos”, cuenta.
En las inmediaciones de Blas Parera y Estanislao Zeballos existe una curiosa veterinaria. Su propietario siente tanto amor por los animales que decidió dedicar sus horas libres a trabajar con ellos... de un modo diferente.
Sorpresa. Ernesto posa orgulloso con varios de sus animalitos. “Cuando entra al local, la gente se queda sorprendida mirándolos”, cuenta.
Ernesto Basaill es un apasionado de los animales. A tal punto llega su fascinación por el reino animal, que allá por el año 1974, siendo un joven estudiante de veterinaria, se adentró en las técnicas de taxidermia y embalsamado.
Pasaron las décadas, obtuvo su título y montó una veterinaria que hoy no sólo constituye un sueño propio hecho realidad sino también un sitio fundamental para las escuelas de la zona que no tienen fácil acceso a los museos céntricos.
El local podría ser como cualquier otro, de no ser porque al costado del mostrador cientos de animales de todo tamaño y procedencia se erigen orgullosos, como dando la bienvenida a todos los clientes de Ernesto.
“Se podría decir que es una muestra de animales de la zona y otros exóticos”, cuenta. “Es la misma gente la que los trae. Algunos son animales de campo o de otros sitios del país, otros fueron mascotas de familias, que una vez fallecidos quisieron conservarlos de alguna manera”.
En todos estos años, Ernesto ha trabajado con más de 400 animales. En algunas épocas full time y otras repartiendo el tiempo con la atención de la veterinaria.
No es una ocupación habitual y de hecho es muy compleja. Pero cuenta Ernesto que fue “la pasión por los animales, de curarlos o de mantenerlos y el propósito de que la gente tenga la posibilidad de ver de cerca algunas especies extrañas a la zona” lo que lo impulsó todos estos años.
De hecho son muchas las escuelas que se acercan a la veterinaria para utilizar la exposición con fines didácticos para las clases de ciencias naturales.
Un largo procedimiento
Cada uno de los animalitos que hay en la veterinaria es el producto de días, incluso meses, de trabajo.
“En la mayor parte de los casos lo que realicé es la técnica de la taxidermia o disecado. Una vez que ingresa la pieza, se extraen las vísceras y se deja lo que sería la parte de la cubierta: piel y plumas o pelo. Y adentro se ponen conservantes para que no se eche a perder, se coloca un esqueleto de alambre y se rellena con distintos materiales para darle la forma. La otra técnica es la de embalsamado. Ahí se conservan todos los órganos. Tengo algunos, pero generalmente no lo hago porque es un proceso más complicado y más largo”, explica.
Para graficar el tiempo que exige cada animal, Ernesto cuenta que un ave pequeña podría llevar un día entero de trabajo. De hecho, son las especies de menor tamaño y las que tienen plumas las que consumen mayor esfuerzo.
Pero la titánica tarea no termina allí. Una vez listo el animalito, éste requiere mantenimiento diario y toda una serie de recaudos para su conservación.
“La verdad es que tendrían que estar conservados en una vitrina a salvo del aire, la humedad, el polvillo, las polillas... Me han sugerido llevarlos a un museo, pero mientras yo esté acá, quiero conservarlos en mi veterinaria. Los siento míos, les puse mucho trabajo y mucha pasión. Y también siento que ayudo de alguna forma a que la gente acceda a ver de cerca a animales que quizás nunca conocería de no ser por la veterinaria”, concluye.
postales
Siestita a la sombra. Como una postal de nuestra recorrida en barrio Cabal, este pequeñito decidió aprovechar el reparo brindado por la sombra para descansar unos minutos, mientras su propietaria charlaba con el equipo de Crónicas de Barrio. Estos instantes de paz en las calles conviven con las denuncias por inseguridad que realizan los vecinos.
Centro de salud. Mario Ronsonni es enfermero del Centro de salud del barrio hace 14 años. Contó que a diario pasan por el lugar unas 100 personas para atención médica y unas 150 para enfermería. Sobre la inseguridad, advirtió que no han tenido demasiados inconvenientes, ya que se respeta al personal de salud, no así al vecino común del barrio. De hecho, en el edificio no hay custodia policial porque, dijo Ronsonni, “hasta el momento no lo hemos considerado necesario”.
Vecinos particulares. Los habitantes de Estado de Israel cuentan con unos amigables y particulares vecinos: los caballos que descansan en los studs laterales del hipódromo Las Flores. Lejos de estar disconformes o quejarse por la actividad propia de este tipo de establecimientos, aquellos que viven sobre esa calle cuentan que les agrada el movimiento de gente que provoca y que los animales no generan molestia alguna.
Gran movimiento. Durante las mañanas, el barrio está más vivo que nunca y todo es movimiento. Mujeres realizando mandados, vecinos manteniendo impecables sus veredas, gente transportándose de un lugar a otro en su bicicleta... Cabal crece y se robustece gracias al empuje de sus habitantes.