Cuando ocurrió el corralito yo quedé en la puerca vía. Por eso me fui a España. De modo que no tengo que hacer ningún tipo de elección sectaria ni partidista porque no es ese el tema. Pero cuando comenzó esta etapa en 2003 empecé a interesarme mucho por Argentina otra vez, porque me costaba aceptar la idea de que eso fuera definitivo. Y llegó este tipo que venía del sur, al que no lo conocía (Néstor Kirchner) y empecé a ver que era un tipo capaz de hacer eso que decía que había que hacer. A partir de entonces me interesé profundamente, leí mucho su trabajo y el de su mujer, y hoy soy inequívocamente un fervoroso defensor de este gobierno. ¿Por qué? Porque, además, cualquier opositor que me nombren: Pinedo, Gil Lavedra, Alfonsín, Binner, que es un mediocre, lo digo yo, porque siempre habla con frases hechas y antes de opinar mira el gallo de la veleta, de donde sopla el viento él va a decir algo; de esa gente no quiero más. Si por esas alquimias raras de la política alguno llegara a ser presidente, al día siguiente de colocarse la banda presidencial estaría recibiendo ordenes de las corporaciones, los mercados, los bancos, la Embajada de Estados Unidos y nombrarían según el piachere del mercado los ministros de Economía, el director del Banco Central, el ministro de Relaciones Exteriores, el secretario de Hacienda y se bajarían todos los días los pantalones, y en tres años estaríamos otra vez como hace veinte años. Lo firmo con lacre ante escribano.