Por Enrique Cruz (h)
Muchas veces se dijo que el perfil de Luis Spahn no es el del futbolero sino el del empresario. Exitosísimo en este rol, evidentemente no siente o cree que no son necesarias algunas cosas que el muy especial ambiente del fútbol reclama. No es fácil gobernar una institución, mucho menos en estos tiempos. Spahn trata de hacerlo desde su óptica, saber y entender. Encarriló el club en muchísimos aspectos, sobre todo el económico, pero indudablemente tiene cuestiones deficitarias, como la del fútbol, a la que no le encuentra solución.
Antes de que empezara la segunda rueda, Spahn viajó a una localidad vecina en compañía de Madelón a ver un partido del equipo liguista de Unión por la Copa Federación. Trató, en ese simple gesto y posiblemente sin quererlo, de demostrar que no es un presidente “ausente”. Sin embargo, en un momento de complicaciones deportivas y el surgimiento de un conflicto económico, la presencia del presidente en un vestuario que lo reclama, se hace totalmente necesaria.
Generalmente, los presidentes de los clubes adquieren —por acción o por lo que fuere— un tinte “personalista”. Spahn tiene que entender que, llegado el momento, su presencia en un entrenamiento o en una concentración se torna necesaria. No es suficiente con una subcomisión de fútbol, porque los jugadores saben que en los momentos difíciles, sobre todo los económicos, la solución llega a través de lo que gestione el presidente.