Cartel exhibido en un local comercial de barrio Unión, Progreso y Libertad de Barranquitas.
Por María Vittori. Ocurre en todos los ámbitos de la vida. Cuando los problemas no se enfrentan y se resuelven, no hacen más que profundizarse. Y un día nos encontramos con una bomba de tiempo imposible de desarmar. Ésta es la percepción que queda tras un nuevo año recorriendo los barrios de la ciudad con respecto al flagelo de la inseguridad.
Cartel exhibido en un local comercial de barrio Unión, Progreso y Libertad de Barranquitas.
Foto: Flavio Raina
Por María Víttori
mavittori@ellitoral.com
Ocurre en todos los ámbitos de la vida. Cuando los problemas no se enfrentan y se resuelven, no hacen más que profundizarse. Y un día nos encontramos con una bomba de tiempo imposible de desarmar. Ésta es la percepción que queda tras un nuevo año recorriendo los barrios de la ciudad con respecto al flagelo de la inseguridad.
Santa Fe llegó a los titulares de medios nacionales y también a las agencias internacionales por un trágico récord. “Ascienden a 150 los homicidios en la ciudad argentina de Santa Fe” era el título de un cable de la agencia española EFE.
Hace pocos días, llegó el escenario tan temido. Con el asesinato de Gerardo Testi, un vecino de Siete Jefes, la sangre derramada a causa de la inseguridad se extendió del oeste al este de Santa Fe, provocando malestar y protestas en los santafesinos y pocas reacciones desde el gobierno.
A la par, el municipio hace lo que puede y quizás más. Cabría preguntar si las medidas son suficientes o si en todo caso corresponde a la Municipalidad luchar cuerpo a cuerpo contra la inseguridad y con escaso respaldo de los niveles superiores de gestión.
En el medio de todo este caos, la gente. Más de 150 familias que no podrán pasar estas Fiestas junto a algún ser querido. El futuro de toda una generación de chicos que se nos escapa entre los dedos, jóvenes para los que hoy resulta un buen negocio vender drogas, comprar armas, robar a cualquier hora y en cualquier barrio a punta de pistola. Pequeñitos sin un futuro a la vista, que hoy aprenden en la escuela cómo actuar frente a un tiroteo. A esta altura, pocas son las respuestas ideadas para desactivar esta bomba de tiempo instalada en la ciudad. Lo único cierto es que si no intentamos cambiar entre todos el destino de nuestra querida Santa Fe, muy turbio es el panorama que nos queda por delante.