Por Sol Lauría
Las despedidas de año y sus respectivos brindis -por los sueños, por lo que pasó, por lo que seguro viene, por lo que cada uno quiere que venga, por la amistad, por la familia, por el vil metal o la salud, cuestiones sin sentido o con un sentido tan amplio que no puede siquiera rozarse en un chinchín circunstancial-, se amontonan en estas épocas como alfileres en el imán. Y esto nunca viene solo: malestar estomacal, gastritis, sueño irresistible, dolor de cabeza... En fin, aparecen esos síntomas que el saber popular agrupa todos juntos en el término ``resaca''.
Esa cosa que provoca mareos, acidez, angustia general; consecuencia clara de ``zafarse'' con el alcohol, con las comidas o el pucho; ¿se puede evitar? Sí. Si usted opta por una ensalada con agua mineral la noche del encuentro, de Navidad o Año Nuevo, seguramente al otro día no le dolerá nada. Pero usted no se quiere perder la posibilidad de comerse todo y tomar más. Así que tiene dos opciones: o se aguanta el martilleo en la cabeza y la flojera del día siguiente, o tiene en cuenta los consejos -buenos, pero no salvadores- que aquí le brinda la nutricionista Beatriz Sólito de Rossi.
Antes, trate de entender por qué tiene que padecer más que los egipcios con las diez plagas después de una noche de festín. Sepa que cuando toma cerveza -o cualquier líquido elemento que contenga alcohol- de más, baja la cantidad de azúcar en sangre que, al eliminarse muy rápidamente, produce una sensación de debilidad y cansancio.
También el alcohol provoca que el líquido que se ingiere se elimine como torrente, por lo que el organismo busca el agua en otros órganos y da más sed que beduinos en peregrinación a La Meca. Además, en esa carrera por saciar la deshidratación, las membranas que recubren el cerebro (las meninges) también se secan y se dilatan los vasos sanguíneos. Entonces... Bueno, está bien: sólo era un intento de darle un contenido científico al conejito de la publicidad de pilas que se le mete en la cabeza dándole al tamborcito a la mañana siguiente de una borrachera.
Vayamos a lo importante entonces: ¿Se puede evitar? ¿Se puede sacar? ¿Se puede aguantar? Veamos.
¿Se esquiva?
Ni soñarlo. Si se come y toma todo, indefectiblemente va a tener resaca al día siguiente. La única manera de eludir el malestar es con la práctica de la moderación: ``La precaución no trae consecuencias negativas'', sentencia Sólito.
La clave está en ``seleccionar consumos que seamos capaces de aceptar y tolerar sin que se produzcan desajustes o alteraciones orgánicas''. Entonces, la receta que permitirá disfrutar sin padecer es que ``cada uno vigile su propio cuerpo para saber cuál es el piloto de ajuste que tiene que manejar, hasta dónde puede llegar sin alteraciones''.
Además, hay que tener cuidado con las comidas compradas, ``sobre todo aquellas que tengan salsas pesadas o mayonesas''; reemplazar el ají molido, ajo, pimienta y chimichurri, por el orégano, albahaca y laurel; tener cuidado con las mezclas de alcohol y ``procurar que su calidad sea excelente y moderada, en lugar de mucha y mala''. Beatriz recomienda también ``elegir preparaciones de carnes asadas, sin aderezarlas con salsas o condimentos que aceleren la función digestiva''.
¿Se extirpa?
Una vez que el daño ya está hecho, se recomienda ``lo simple: una taza de té con jugo de limón, agua con jugo de limón''. Coma livianito, especialmente alimentos que cumplan una función ``desintoxicante, como los licuados de frutas con agua, vegetales crudos y cocidos, tomar infusiones y evitar alimentos industrializados''.
Olvídese de ese cuento de que el alcohol se mata con más alcohol. Esto lo único que hace es prolongar la borrachera y hacer esperar un poco más a la resaca que, indefectiblemente, llegará. Al contrario: dele un descanso a estas bebidas por 48 horas. También se recomienda ``incorporar alimentos que tengan valor energético, que sean de fácil digestibilidad como arroz con vegetales, polenta, galletitas de agua, grisines, pan disecado, malteaditas''.
Después, lo de siempre: aspirinas, dormir mucho, yogurcitos, jugos naturales y la promesa mentirosa de siempre: ``Nunca más en mi vida tomo de más''.