Unos pibes. Ángel Cáceres, Mariano Beretta y Andrés Rodríguez: algunas veces rivales en la cancha, pero fieles amigos y orgullosos socios del “Bochas Club Los 40”.
Un viaje gratuito al pasado. Sólo así podría describirse la increíble sensación que a uno lo embarga cuando ingresa a este club.
Unos pibes. Ángel Cáceres, Mariano Beretta y Andrés Rodríguez: algunas veces rivales en la cancha, pero fieles amigos y orgullosos socios del “Bochas Club Los 40”.
En barrio El Tránsito funciona el “Bochas Club Los 40”, una institución que ya cuenta con casi 60 años de historia pero que mantiene intactos sus principios iniciales.
Un viaje gratuito al pasado. Sólo así podría describirse la increíble sensación que a uno lo embarga cuando ingresa a este club. Son las diez de la mañana, y un grupo de jubilados ya se encuentra en el buffet, mirando hacia la heladera vidriada y eligiendo qué tomar como parte del vermut del día. Gancia, un vinito, grapa con miel o whisky, las opciones dependen del estado de ánimo de cada uno y de la época del año. En las mesas, otros los esperan. Son amigos, se conocen desde hace décadas. Han compartido risas, momentos difíciles y varios partidos de bochas. “Crónicas de barrio” recorre el salón y de pronto parece ser 1955, año en el que se fundó el “Club Los 40”. La música, la cantina, los cuadros... todo nos lleva a aquella época en la que un grupo de personas decidió, ante el auge de las bochas en la ciudad, crear un club exclusivo en el cual no podía haber nunca más de 40 socios. “Era tan rígida esta norma que había que esperar que un socio falleciera para permitir el ingreso de uno nuevo”, cuenta Mariano Beretta uno de los socios actuales de la institución. Con el paso del tiempo y las nuevas necesidades, el reglamento fue haciéndose más flexible, permitiendo el ingreso de hasta 130 socios en las épocas doradas de “Los 40”. Hoy son poco más de 50 socios. La vida cambió. Muchos fallecieron y la gente joven ya no se interesa por este juego. “Vienen dos o tres chicos, pero no se acerca mucha gente joven. La juventud está en otra cosa, vos le decís a un pibe ‘vamos a jugar a las bochas' y te dice que es cosa de viejos”, lamenta Beretta. Sin embargo, los pocos socios que quedan mantienen su fidelidad al club y sus lazos de amistad. “Es que cuando venís acá te olvidás por un rato de todas las malas cosas que están pasando y pasás un buen rato con amigos”, cuenta Mariano que ya hace 26 años que juega para esta institución. Hoy la realidad del club es complicada. Se mantiene en pie gracias al alquiler de un salón para fiestas y a la cuota de los socios, que abonan 200 pesos por todo el año. “Aunque se hace difícil, no consideramos siquiera la posibilidad de cerrarlo. Este lugar es como nuestra segunda casa. Venimos un rato a la mañana y después volvemos a las 6 de la tarde y nos quedamos hasta las 10 de la noche, practicando y charlando con los muchachos”, explica. Pero no todo queda en la práctica y las risas. También se realizan torneos -el próximo es el 29 de junio- en donde participan decenas de parejas, y las cosas se toman con más seriedad. Sin embargo, la rivalidad sólo queda dentro de las dos extensas canchas. “Es que este deporte es para hacer amigos. No es como el fútbol, en donde los jugadores se golpean y se genera tanto fanatismo. Acá se juega al partido ‘a muerte', pero gane quien gane siempre nos terminamos dando la mano y felicitándonos unos a otros”, cuenta con orgullo Mariano.
Un jugador de lujo
1/ Cancha impecable. Un partido de bochas puede durar hasta cuatro horas. Para jugar es fundamental el buen estado de la cancha. “Los 40” pasa cómodamente la prueba con un piso en excelentes condiciones.
Del imperio romano al litoral
2/ El paso de un grande. Estas bochas pertenecieron al boxeador Carlos Monzón. Un amigo se las trajo desde Córdoba y él se las obsequió al club. Desde entonces, son exhibidas con orgullo en la entrada del club.