La nota de Ana María Zancada “Una vida difícil llena de sueños”, que publicáramos en ocasión del Día Internacional de la Mujer (referida a María, quien sale a buscar el sustento para sus hijos con su carro, por las calles de nuestra ciudad), inspiró a la autora para escribir lo que ella denomina un “microcuento”.
TEXTOS. MELISA FERRARI ([email protected]). foto. Mauricio garín.
Aún recuerdo aquel día de otoño, cuando una mano pequeña tocó el timbre. Descorrí las cortinas y por el vidrio le pregunte que necesitaba. Ella: una niña de tez morena y ojos profundos como la noche con voz pausada me contestó si tenía un jabón... Así como les sorprende a ustedes me sorprendió también a mi aquel día, mi pregunta fue ¿un jabón? Su respuesta no tardó en llegar: para lavarme la cara. Atónita di vueltas de llave y abrí la puerta, avanzó por el pasillo muy serena en su andar y la conduje hasta el baño. Al salir una hermosa niña lucía una amplia sonrisa, me agradeció y lentamente nos dirigimos hacia la puerta. Al otro día la invité a almorzar. AL DIA SIGUIENTE El timbre sonó. Para mi sorpresa al atender, la niña traía de la mano a su hermano menor. Se sumó un plato más a la mesa. Mientras almorzábamos me fue contando detalles de su vida que me resultaron interesantes. Tenía frente a mí a una niña de diez años llamada Daniela, y a su hermano Ramiro, con tan solo cinco años, que comía y comía y le gustaba ponerle mucho queso a los fideos. Me contó que su mamá se llamaba María, que tenía cuatro hermanos más. A María se la podía ver en las arterias de Nechochea y Bulevar, allí donde está el semáforo. EL ROJO Los autos se detienen ante de la senda peatonal. Los hermanos de Daniela junto a su mamá se acercan a los conductores. Los ojos de María son brillantes y ovalados, la mirada dura pero a la vez cuando mira a sus hijos veo templanza, se vuelven débiles. Sus hijos golpean ventanillas, hacen gestos, señas, guiños. La calle es un espacio donde crecen y aprenden. A la escuela van “a veces”. Cada vez que el semáforo da el rojo se turnan para ir a pedir, sonrientes, jugando, puros. OTOÑO Las hojas en un vaivén de forman se alborotan. Pasean abiertas por el bulevar. Ya no está la heladería Necochea ni el banco Galicia, ni María, ni sus hijos. Me detengo en esta esquina y miro hacia la calle los autos pasar. Cuando el semáforo da el rojo, me parece verlos a ellos extendiendo sus manos. Como las hojas de un árbol en otoño, se desprenden así, pasan con esta historia, de una niña que una mañana tocó a mi puerta pidiéndome un jabón para lavarse la cara y terminé en este lugar visitando a María. Una mujer que me contó mucho de sus pesares, pero que salió adelante por sus hijos. Me gustaría suponer que María ya no necesita pedir, ni sus hijos tampoco y pudieron o pueden en algún momento ir a la escuela, tener con qué vestirse, con qué alimentarse. No encuentro entre mis recuerdos una imagen real con que sostener a María. Sí, me alegro de haberla conocido, hoy en esta esquina entiendo su mirada y su lucha, un verdadero desafío del destino.
Las Lomas. En este barrio del cordón oeste habita una comunidad toba desde 1995; desde entonces brega por una sola cosa que les fue prometida: la titularidad de las tierras. En enero de 2013, la integraban alrededor de 700 personas. Foto. Mauricio Garín.
Piquete Las Flores. El Centro Comunitario Corazón de Jesús le brinda a diario un plato de comida caliente a casi 20 abuelos. También a 400 chicos de ese barrio y de Villa Hipódromo. Para muchos ése es el único plato de comida que reciben en el día. Foto. Flavio Raina.
Los Ángeles. Un joven de 26 años dormía en mayo de este año a la intemperie, cuando empezaron a sentirse las primeras bajas temperaturas del año. Estaba en soledad y manifestó a Crónicas de Barrio no tener familia. Foto. Flavio Raina.