Una entrevista para leer en profundidad y reflexionar sobre lo que nos espera...
"Ser estudiante del nivel superior es aprender a hablar un nuevo idioma"
Paula Pogré, investigadora, docente y doctora en Educación, dejó conceptos para pensar en cómo empezar a transitar el camino terciario o universitario. "Un cambio cultural", dice que será necesario afrontar y dio pistas para seguir en este nuevo camino.
Luis Cetraro. Leer dos veces. Las lecturas en el nivel superior dialogan con marcos conceptuales que no tienen que ver solamente con las palabras sino con el sentido con el que se enuncian , apuntó Paula Pogré.
Decidirse por ser un estudiante del nivel superior, sea universitario o terciario, implica desafíos importantes a nivel personal y social. Este camino inicia en el ingreso a una nueva institución con una cultura particular, que se va descubriendo en forma gradual. Nadie se recibe de un día para el otro, es un proceso que lleva su tiempo. Los cambios requieren una transformación de nuestra propia vida, reorganización personal, familiar, social y, hasta a veces, laboral.
Para ayudarte en este nuevo camino, consultamos a una especialista. "Ser estudiante en el nivel superior. Problemáticas y desafíos", es el título del conversatorio con el que disertó Paula Pogré, doctora en Educación e investigadora de la Universidad Nacional de General Sarmiento, convocada por la subsecretaría de educación superior del gobierno de Santa Fe. A partir de ese título atrapante, recurrimos a ella para consultarle qué caminos nos esperan en la vida universitaria.
-¿Qué implica ser un estudiante del nivel superior?
-La principal característica en la educación superior es que uno se empieza a formar en una actividad profesional. Es necesario tener en cuenta que estamos iniciando a alguien en el camino académico. Esto implica una forma de vinculación diferente con el conocimiento, un conocimiento especializado, que hay que acompañar. Y creo que no siempre hemos sido conscientes del acompañamiento que esto requiere, porque, de repente, alguien que es un excelente profesional puede dar una materia en el nivel superior, pero sin tener en cuenta el proceso formativo. Ejemplo: ser el mejor abogado en derecho penal no necesariamente es el mejor profesor en derecho penal. No es sólo una cuestión pedagógica, en el nivel superior se requiere una interdisciplinariedad de saberes, más allá del campo profesional específico.
Esta cuestión se vuelve relevante en los primeros años de la educación superior, ya sea universitaria, de formación docente o de cualquier carrera teórico-práctica. El que haya una vinculación diferente con el conocimiento implica dar en algunas claves. A mí me gusta ejemplificarlo con que ser estudiante universitario es como aprender a hablar un nuevo idioma. Muchas veces, los docentes marcan falencias sobre mala comprensión de texto. Pero, en realidad, las lecturas de este nivel dialogan con una serie de marcos conceptuales que no tienen que ver solamente con las palabras sino con el sentido con el que se enuncian. Por ejemplo, yo soy doctora en Educación, pero si me dan un texto de Ingeniería no lo voy a entender, y esto no tiene que ver con que no sepa leer, sino con que las palabras que se manejan en el texto implican conceptos que yo no entiendo.
-¿Qué es lo más difícil en este "paso de nivel"?
-Muchas cosas, pero creo que lo principal es que si como profesores de la educación superior no nos damos cuenta de todo lo que nuestros propios discursos contienen -y que el alumno o alumna no tiene por qué conocer de antemano- lo que sucede es que estos primeros años del nivel superior se vuelven muy complejos.
Por otro lado, hay que decir que la educación superior sigue conteniendo un sesgo elitista y excluyente, que genera temor a preguntar para el que se da cuenta que no sabe. Muchas veces sucede que en las aulas creemos que estamos teniendo un diálogo entre docente y estudiante, y en realidad es un monólogo. Esto hace que perdamos de vista lo que no se entiende, porque se nos escapa que hay una serie de marcos referenciales nuevos que no compartimos de entrada y que, en general, se empiezan a entender en los años posteriores. Conceptualmente, esto se denomina el "principio de la identidad compartida".
Gentileza Paula Alejandra Pogré, investigadora, docente y doctora en Educación
Paula Alejandra Pogré, investigadora, docente y doctora en Educación. Foto: Gentileza
-Además de los tiempos de cada estudiante, estos marcos conceptuales suelen llevar muchos años en la formación de la propia disciplina.
-Exacto, y se puede graficar con un ejemplo. Pensemos en una fecha: el once de septiembre. Para un estudiante de secundaria, puede significar el día del maestro. A un estudiante chileno, lo lleva a pensar en el derrocamiento de Allende. Y para un estudiante de comunicación o de ciencia política, puede significar el día del atentado a las torres gemelas. Entonces, esta sola referencia puede decir cosas tan diferentes que dependerá del contexto en que es enunciada.
Dentro de las aulas pasan miles de ejemplos como este. Si el estudiante no se siente habilitado a preguntar termina armando algo en su cabeza que puede estar muy lejos de lo que el docente quiere transmitir. Por eso, el docente tiene que tener en cuenta que en el aula puede encontrarse con una diversidad de estudiantes. Suele suceder que pensamos a todos los ingresantes por igual. Y en la mayoría de los casos esto no es así. No es que todo aquel que terminó la secundaria empieza una carrera. Hay una variedad de factores sociales y de existencia muy grande en el alumnado del nivel superior que no está en los demás niveles: el que tiene dieciocho años y vive con sus padres, el que trabaja y tiene que adaptar sus horarios, el que retoma después que tuvo que dejar por algo en particular, aquel que es madre o padre y tiene otras responsabilidades.
Todas estas situaciones llevan a pensar las condiciones institucionales y pedagógicas que son necesarias reformular en el nivel superior.
-También hay un cambio a nivel personal y social para los estudiantes, que se van a encontrar con un grupo de pares más heterogéneo al que estaba acostumbrado...
-Seguramente, para los propios estudiantes también se da un cambio significativo al encontrarse con una diversidad de compañeros al que tradicionalmente estaban acostumbrados, aunque en el último tiempo eso haya ido cambiando a partir de determinadas políticas socioeducativas, especialmente en la escuela pública. De todos modos, este sesgo segregador favorecía también que el grupo que terminaba la secundaria sea similar al que ingresaba a la universidad. Pero es cierto que al día de hoy es más habitual encontrarse con un grupo de pares con vidas distintas entre sí. Y esta situación, sumada a la vinculación diferente con el conocimiento, son cambios muy grandes que repercuten en el proceso de sociabilización para quien se inicia en la vida universitaria.
Es un cambio cultural, implica moverse de una forma distinta en el espacio y administrar de forma distinta los tiempos. Por ejemplo, cuando uno va a la escuela, generalmente el curso tiene un aula asignada y los profesores van cambiando según el horario; pero, en la universidad, es el curso el que se va moviendo por las distintas aulas según la cátedra que se tenga. Son todas cosas que hacen a la vida universitaria y que las damos por supuestas, pero que son decisivas para el aprendizaje de un ingresante.
-Entonces... ¿recomendarías "armarse de paciencia" en el ingreso?
-Sin dudas, incluso más que paciencia. Es un proceso, y como todo proceso, lleva un tiempo. Y ese tiempo no se acorta por más que se de la mejor charla informativa, porque hay cosas para las que no se está preparado. Doy otro ejemplo: una profesora de primer año estaba furiosa porque para el examen final se habían anotado quince estudiantes, de los cuales diez le presentaron la hoja en blanco. ¿Qué fue lo que pasó? Los estudiantes venían de la secundaria, con una normativa que para presentarse a rendir una materia en marzo tenían que haberlo hecho previamente en diciembre. Pero nadie les advirtió a que en este nivel las reglas no eran las mismas. Entonces, los chicos tuvieron que aprender a base de prueba y error esta nueva forma de transitar sus estudios. Son pequeños detalles que muestran que hay muchos aprendizajes que incorporar, y la institución que da por sentado que esto ya se sabe genera una serie de barreras invisibles que dificultan la sobrevivencia dentro del nivel superior.
Capítulo pandemia: qué cambió y qué seguirá
-¿Cómo afectó la pandemia? porque ni siquiera estuvo la posibilidad de "ir al aula" y todos (estudiantes, docentes, autoridades) debieron aprender una nueva forma de vincularse mediante la virtualidad
-La pandemia puso en evidencia las desigualdades que había, pero igualó en otros aspectos a la vez.
Con respecto a la sociabilidad entre pares, fue mucho más difícil de sostener. Nosotros hicimos una investigación que nos reveló que los estudiantes estudiaron mucho más en soledad que antes. Y tampoco los docentes tuvieron mucha posibilidad de darse cuenta y proponer cosas distintas o compartir entre ellos alguna actividad.
Por otra parte, es claro que algunos pudieron estudiar con comodidad con una computadora, en un espacio amplio, mientras otros lo hicieron en un celular y en un lugar que no era el adecuado.
-Así y todo, el nivel superior fue el que mejor se adaptó a la educación remota. ¿Qué cambios de los que se dieron pueden seguir de ahora en más?
-Sin dudas, pese a todas las dificultades, el nivel superior fue el que pudo sostener más la enseñanza y el aprendizaje.
Todo lo sucedido nos hace repensar algunas cuestiones. Por ejemplo, cuánto empeño hemos puesto en la asistencia para la regularización de una materia, necesitando a veces más de un 80%, cuando quedó demostrado que hay actividades que pueden resolverse tranquilamente desde sus casas.
Y respecto de la asistencia, también vale la pena repensar las propuestas que vamos a desplegar cuando estamos juntos en el aula. Quizás, un video explicando lo que antes se daba en clase, permite a los estudiantes llegar sabiendo más del tema que queremos enseñar, aprovechando ese tiempo para procesar la información, establecer relaciones, comparar entre lo dicho y lo escrito.
También, esta cuestión de la asistencia, nos debiera llevar a replantearnos qué le exigimos a nuestros estudiantes cuando los hacemos ir a cursar, cuando significa un costo extra en lo económico y en tiempo.
Un último consejo...
-¿Qué le dirías a quienes están pensando si es un buen momento para empezar o retomar estudios superiores?
-Les digo lo que me cuentan los mismos estudiantes a mí: "Estar en la Universidad te cambia la cabeza y la vida".
Entiendo que es un momento difícil y para seguir estudiando se necesitan de cuestiones básicas cubiertas. Pero la pandemia también nos demostró que es posible afrontar la vida universitaria con nuevas formas y nuevos tiempos. Las propias instituciones tendrán que tomar nota de ello.
Somos de los países que, por tradición, tenemos mayor presencia en el sistema de estudiantes trabajadores. Hay que seguir apostando por ellos, brindándoles posibilidades, leyendo qué es lo que necesitan para poder desarrollarse. Debemos desarmar viejos clichés, porque como hacíamos más democrática la universidad hace treinta años no es lo mismo que hoy. Y necesitamos que sean más los que puedan vivir la experiencia de la educación superior, porque enriquece a los individuos y a su comunidad.
Perfil
Paula Alejandra Pogré es Doctora por la Universidad Autónoma de Madrid, licenciada y profesora en Ciencias de la Educación, graduada en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Obtuvo el DEA (Diploma de Estudios Avanzados y Suficiencia Investigadora) en la Universidad de Sevilla. Es investigadora docente consulta de la Universidad Nacional de General Sarmiento, directora de numerosos programas y proyectos de investigación educativa, entre ellos, el Programa de Articulación entre Universidad y escuelas secundarias UNGS-UNQ-UNSAM. Directora de numerosas tesis de maestría y doctorado en el país y en el exterior. Evaluadora de programas y proyectos CONEAU y FONCYT (Argentina) y del CONICYT y el FONDECYT (Chile). Docente a cargo de cursos de posgrado en diversas Universidades de América Latina, consultora internacional en educación. Ha publicado artículos con referato, capítulos en libros y libros en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, España, Estados Unidos, Perú y Uruguay. Entre los años 2012 y 2016, fue Directora del Programa de Apoyo al Sector Educativo del MERCOSUR (PASEM).
Aprender juntos, un derecho y una responsabilidad
"Poder ir a la Universidad es un derecho, pero también implica una responsabilidad. Y con la pandemia, creo que las universidades han demostrado este papel primordial para el desarrollo del país como de cada comunidad en la que está inserta. Hubo un apoyo muy importante al sector de salud, con el desarrollo de test de detección del virus, de barbijos, de medidores de dióxido de carbono, de analizar e investigar lo que sucedía a nivel epidemiológico y de acompañamiento a los demás niveles del sistema educativo.
Creo que está en el espíritu de una universidad saber que su trabajo es bueno cuando puede aportar al desarrollo de su comunidad, más allá del derecho individual a la educación. Ese es el valor por el que tiene que valorarse la ampliación del sistema universitario.
No es una cuestión de apoyar uno u otro sector. A veces se sacraliza a las ciencias duras y las tecnologías en pos de apostar al desarrollo del sistema universitario. Pero creo que las universidades también tienen un rol protagónico desde lo social, lo político y lo económico. Lo importante es aprender en conjunto, pensar cuáles son los problemas y cómo los afrontamos, un conocimiento puesto en acción para mejorar la vida social".