Ser estudiante universitario: un camino que se aprende
El salto del secundario al nivel superior supone un proceso. Dos referentes -una docente de Filosofía y una psicopedagoga- consideran que recibir a las nuevas generaciones en el 1er. año. supone un desafío para las dos partes: los ingresantes y la universidad.
"Si no nos apasionamos por lo que hacemos, es muy duro y generalmente no nos hace felices", dijo Andrea Pacífico, al hablar de la elección de una carrera y una profesión. Foto: Pablo Aguirre.
Adaptación a la institución, al estudio de varias horas, desarrollo de habilidades de autogestión, presentación a mesas examinadoras son algunos de los aprendizajes que el ingresante deberá transitar para construir su "subjetividad" como universitario. Dos referentes en trayectorias educativas sostienen que el camino a convertirse en estudiante de nivel superior, es un proceso que implica desafíos y autoconocimiento, que lleva tiempo desarrollar y no sucede de un día para el otro.
"Lo primero que hay que entender es que es un proceso absolutamente complejo este tránsito entre la escuela secundaria y los estudios superiores. Es una etapa llena de ansiedades e incertidumbres", advierte Andrea Pacífico, profesora de Filosofía, investigadora y secretaria académica de la Facultad de Ciencias Económicas, de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), especializada en trayectorias educativas y laborales.
En este sentido, adujo que el joven "va construyendo lentamente su subjetividad como estudiante universitario. Esto no se da de un momento para el otro, es un proceso. Cuando uno habla de una transición de este tipo, nos estamos refiriendo a un cambio de corta duración, pero que se caracteriza por una notoria discontinuidad con todo lo que había transitado ese estudiante a nivel educativo hasta ese momento, en un tiempo corto y muy intenso".
Pacífico sugiere que al elegir una carrera, las y los jóvenes ingresantes tienen que darse un tiempo para saber qué quieren, qué les gusta, cuáles son las cátedras que les gustaría transitar, qué tipo de trabajo se ven haciendo a futuro: si en un ámbito público o privado, si dentro de una oficina, en un laboratorio, al aire libre, en la calle o en alguna institución educativa, con más o menos personas.
Mayor feedback entre profesores y los estudiantes es lo que sugiere la psicopedagoga de la UCSF, Adriana Autelli, para sobrellevar el cambio de época y la pospandemia. Foto: Mauricio Garín.
"Indagar acerca de qué los está atrayendo más, qué los apasiona, qué les gusta hacer. Hay que tener en cuenta que el trabajo de alguna manera después te atraviesa de forma tal, que de algún modo configurará tu vida. Entonces ir preguntándose estas cuestiones, abrirse, conocerse a sí mismos, es fundamental", dice Pacífico.
Tampoco hay que tener miedo a equivocarse con la carrera elegida. "El poder decir 'yo probé y no me gustó', es un plus. No hay que verlo por el lado del fracaso, porque se maduró durante el proceso, se ganó en autogestión, autonomía, el haber visto algunas áreas de conocimiento, el estar con docentes, con compañeros, todo suma", acota.
Asimismo, sugiere a los estudiantes que se apasionen por lo que hagan: "La pasión es el gran motor de nuestra vida, y si no nos apasionamos por lo que hacemos, es muy duro y generalmente no nos hace felices. Apuesto a que el estudiantado tenga pasión por el conocimiento, por el saber".
Adriana Autelli, psicopedagoga, a cargo del área de Tutorías de la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF), sostiene la importancia de poner en el centro a los nuevos grupos que están recibiendo en la universidad, a estas generaciones atravesadas por la pandemia en sus últimos años del secundario, porque "ellos son los verdaderos protagonistas del aprendizaje en la universidad". Y agrega: "Si por una cuestión epocal los jóvenes fueron tomando características diferentes, fuertemente influenciados por el desarrollo de las tecnologías, tanto para bien como para mal, el impacto que tuvo sobre ellos la impensada crisis sanitaria que vivimos, aún resulta difícil de dimensionar".
En este sentido, dice que el claustro docente ya no puede permitirse seguir esperando con cierta nostalgia el perfil de un alumno de otra época. "Con demasiada frecuencia se sigue escuchando: 'cuando yo iba a la universidad, éramos diferentes', 'nos tomábamos las cosas en serio', 'éramos más fuertes', 'más disciplinados', etc., etc. Creo que esto se ha dicho, se dice y se seguirá diciendo. Es parte del relato que ilustra una natural brecha generacional y que, de no ser superada, solo llevará al desencuentro y a la desesperanza".
"Hay que propiciar el encuentro humano y sincero entre docentes y estudiantes, desde el momento del ingreso, sabiendo que todos vivimos aún en la incertidumbre, con respecto al futuro, y a cómo atravesaremos esta transición no solo en lo educativo, sino también en lo social, político, económico y a escala global -añade-. Y en esto, los adultos tenemos un fuerte llamado a esperanzar, abrazando las carencias de todo tipo que puedan aparecer, apelando a nuestra empatía y a nuestra creatividad, para acompañar a los estudiantes y ayudarlos a concretar sus metas, poco a poco, quizás a un ritmo diferente".
Considera que nada de esto conspira contra la autonomía, la autogestión y la maduración personal que deben desarrollar. "Muy por el contrario: humaniza profundamente estos procesos", añade.
Autelli sostiene que la pandemia por el Covid-19 ayudó a "suavizar" esas miradas críticas, "puso patas para arriba los métodos y estrategias docentes, revalorizó el papel de las emociones en el proceso de enseñanza-aprendizaje y demandó mirar a la persona como un todo, integralmente, pues la realidad se impuso. Qué preocupante sería seguir intentando con los mismos modos, cuando todo ha cambiado. Recordemos lo que sosteníamos como humanidad hace solo unos meses: ''De esta salimos juntos, pues todos estamos en el mismo barco'; 'esto nos tiene que servir para algo, ya no seremos los mismos'. Quizás no deberíamos ser los mismos".
En un contexto pospandemia, esas afirmaciones toman mayor relevancia. "¿Qué podemos esperar de un ingresante que hizo su 4° y 5° del secundario en la virtualidad, con procesos de aprendizaje quizás discontinuados, totalmente atípicos? ¿Qué han aprendido? ¿Qué no lograron? ¿De dónde partimos? ¿Cómo acompañamos? Seguimos todos en el mismo barco, con demasiada incertidumbre aún, con desafíos importantes desde lo humano y desde lo pedagógico", reflexiona.