de la Redacción de El Litoral
Una psicopedagoga y una psicóloga brindan algunas pistas sobre ese momento de ansiedad, dudas y de “crisis” para los adolescentes.
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¿Qué quiero ser? Es la “pregunta del millón” y suele ser abrumadora para los adolescentes del último año del secundario que están a un paso de elegir el camino de su futuro como adultos. Incluso para aquellos que tienen una idea definida, ésta es una época de mucha ansiedad, donde las dudas empiezan a emerger: “¿Habré elegido bien?”, “¿Será esta carrera realmente para mí?”
“Estos meses son de alta ansiedad para los adolescentes que están en el último año de las escuelas por el tema de elección de la carrera. Aquel que estaba decidido, empieza a dudar de todo porque son las inscripciones en la universidad o porque algunas facultades dan la posibilidad de cursar anticipado; y eso los enfrenta ante la inminencia de la ruptura con el secundario”, advierte la psicopedagoga y magíster en Salud Mental, Mariela Cordero, profesora en las facultades de Humanidades y Psicología de la Universidad Católica de Santa Fe, donde dicta la materia Orientación Vocacional.
Además del interés del joven, los factores que inciden en la elección de una carrera son varios: el modelo de la sociedad actual que lleva a tener muy en cuenta la salida laboral, las posibilidades económicas de la familia para mantener la carrera de un hijo, la cercanía con una ciudad universitaria, los “mandatos” familiares, los miedos, entre otros.
“Para quienes están terminando el secundario, la situación configura una ‘crisis’ que va más allá de la elección de la profesión u ocupación.
Los pone ante un reacomodamiento que demanda reestructurar representaciones vinculadas al presente y al proyecto futuro, cuyos efectos impactan en la constitución subjetiva. Definir qué hacer, va construyendo al ser y esto genera mucha exigencia para quienes están atravesando este proceso. Sumado a esto, los jóvenes suelen sentirse presionados por responder a las exigencias de la sociedad capitalista”, aporta la licenciada en Psicología, Luz Marina Leegstra, docente y tutora de prácticas en la Licenciatura de Psicología de la Católica, y con posgrado en “Abordaje integral de problemáticas comunitarias” por la Universidad Nacional de Lanús.
Por eso, la recomendación de las especialistas es realizar con tiempo en los últimos años de la secundaria una instancia de orientación vocacional concienzuda con algún profesional -psicopedagogo o psicólogo-, ya que siempre es beneficioso porque implica un proceso de “autoconocimiento” de los intereses y motivaciones personales, inclinaciones, temores y expectativas.
“Tal cual está pensado el modelo de la escuela media, los chicos hacen una primera elección al finalizar el segundo año y empezar el tercero. Esa elección debiera ser un primer escalón en orden a lo vocacional pero está comprobado que esa definición se hace más por amistades o posibilidad del colegio, y no tanto por lo vocacional. A fin de tercero y cuarto año es un momento clave para iniciar el proceso de orientación vocacional”, considera Cordero, quien trabaja desde hace tiempo con adolescentes en gabinetes psicopedagógicos de escuelas secundarias.
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