Ser maestra no es tarea fácil. Verdaderamente hay que tener vocación de servicio. Eso fue confirmado por todas las madres y todos los padres en el transcurso del 2020, cuando por primera vez debieron "intentar" ocupar ese rol.
Los miedos, las incertidumbres, las ansiedades y -a pesar de ello- el enorme esfuerzo que puso el personal docente en un 2020 marcado por la pandemia, reunidos en varios relatos. Y ahora, el retorno a una presencialidad "custodiada". Cuando la vocación puede más.
Ser maestra no es tarea fácil. Verdaderamente hay que tener vocación de servicio. Eso fue confirmado por todas las madres y todos los padres en el transcurso del 2020, cuando por primera vez debieron "intentar" ocupar ese rol.
Este 8 de marzo es imposible dejar afuera a las mujeres docentes y/o mujeres trabajadoras de los establecimientos educativos. Más que nunca quedó clara su fundamental misión en una sociedad como la actual, donde la persona que se dedica a educar está cada vez más menospreciada en diferentes aspectos.
Los siguientes relatos son de mujeres docentes que en 2020 tuvieron que tomar el timón y "remarla en barro". Es que muchas son también madres o tienen personas a cargo o simplemente son jefas de su hogar unipersonal. No importa. Lo cierto es que hoy homenajeamos a las maestras y al personal femenino educativo, porque es sabido que están agotadas pero firmes en el desafío que les espera este año.
"Desde que se declaró la pandemia los días fueron cambiando. Mi casa no era mi ámbito de trabajo y tuve que ir encontrándolo. Eso me generó mucho cansancio, sumado a la preocupación por un virus desconocido y el miedo a enfermarme. Ahora siento que estoy más organizada. Mis mañanas comenzaban muy temprano. Eran muchas más las horas frente a una computadora. No había un horario de cese escolar. Era tarde y seguía recibiendo llamados, consultas, mensajes, e-mails. Adaptarse a la virtualidad no fue un camino fácil porque nada reemplaza la presencia de quien enseña", cuenta Teresa, una maestra que ejerce su profesión desde hace 20 años en una escuela de enseñanza privada.
Romina, por su parte, es maestra de nivel inicial en un jardín público y tiene 3 hijos en edad escolar. "El año pasado nos levantamos siempre temprano. Pese a la pandemia, esa costumbre no cambió. Honestamente yo me sentía muy cansada y exigida en 2020. También distinta a la docente que era en 2019. Yo no utilizo redes sociales. Me cuesta mucho eso de las plataformas. He llegado a llorar, porque la frustración es grande. Soy mamá de tres chicos en edad escolar, por lo que viví todo esto de la pandemia como madre que recibe correos con tareas y los responde. Otra cosa que muchos no saben: los directivos permanentemente nos mandaban videos, audios a cualquier hora. También los padres. Desenchufarme de mi escuela y de la de mis hijos fue re difícil".
El relato de Ivana, psicopedagoga, no difiere del de las mujeres que tienen el rol de enseñar. Dice así: "Trabajo en una escuela privada. Soy profesional, no docente. A pesar de estar en mi casa , de tener un sueldo fijo, el cansancio se sintió muchísimo. Mi esposo es autónomo y estuvo sin trabajar, cosa que debe haber sido tremenda para quienes son los dos autónomos. El ritmo de trabajo del año pasado fue muy agotador porque estaba 4 ó 5 horas sin poder levantarte de la computadora. Me sentía cansada por más que no tenía que salir de mi casa para ir a otro edificio. Lo educativo en la pandemia fue muy estresante mentalmente. La tecnología, que es real que acerca, no deja de ser impersonal".
De a poco comenzaron las clases y, otra vez, las queridas "señoritas" deben -y deberán- enfrentarse a las aulas, a los niños. Será bajo una modalidad completamente diferente a la conocida. Pero no hay dudas de que, como pasó en 2020, estarán firmes para cumplir con su vocación: la de enseñar.