Desde que se inició la cuarentena en Argentina y se suspendieron las clases (el 19 de marzo), hasta que se aprobó el protocolo (19 de mayo), los alumnos santafesinos con dificultades para el aprendizaje estuvieron librados a su suerte: sin atención psicopedagógica -o con la poca que los profesionales pudieron brindar online-; con poca o ninguna contemplación por parte de las escuelas; muchos sin acceso a la tecnología; y otros tantos con papás que no pueden o no saben cómo asistirlos, “perdieron” casi tres meses de actividades educativas. Todo esto, sumado a las consecuencias propias del aislamiento social.
Según explicó a El Litoral la Lic. Sara Rueda (Psicopedagoga, Mat. 568), ahora que se retomaron las consultas, “los adolescentes consideran que están en un estrés y colapsados, rebalsados de tareas de todas las escuelas y sin explicaciones, las consignas no se entienden, los apuntes son extensos, mal redactados, no tienen lógica, es imposible comprender así”. “Por más que les manden un video, o un Zoom o un Meet, son un caos, muchos no se animan a preguntar o no pueden participar todos a la vez, si se hacen grupos siempre hay uno que pone que no se pudo conectar, está tildado, hay fallas de internet...consideran que así no aprenden y la mayoría quieren volver al colegio”, relató. Además, recordó que “el adolescente pasa un montón de cambios, extraña a su grupo, pero también esto de estar aplastados, desanimados, tener las rutinas cambiadas perjudica el aprendizaje”.
En tanto, “los más chiquitos no creen que exista un virus que mata, ellos dicen que quieren volver a la escuela para esta con sus amigos, hay una gran necesidad de estar con sus pares, distimia, desánimo, baja autoestima, todo lo que hace el encierro lo tienen todos, desde los más chiquitos a los más grandes”, agregó.
Es que “los niños y adolescentes no pueden dejar la terapia presencial, la cortaron tres meses y fue muy perjudicial, no solo la terapia psicopedagógica, en el Síndrome de Down también es fundamental la fonoaudiología, la Terapia Ocupacional en los más chiquitos, si hacen neurolíngüística tienen hasta masajes...todo este vacío es terrible porque más allá que lo podamos hacer por videollamada no podés interactuar en lo vincular, en lo emocional...los chicos con autismo necesitaban salir...Se perdió la especificidad de cada terapia y un abandono, aunque sea de un par de semanas, es muy importante y no se tuvo en cuenta eso”, admitió.
Según la especialista, también hay que considerar el estrés de los padres: “hay papás muy cansados, hay algunos que te dicen “que no haga más nada hasta que empiecen las clases”, hay otros que son super responsables, pero hay muchos que me dicen “cómo enseño esto”, “en mi época lo hacíamos diferente”, tengo que atender también las consultas de los papás”, indicó.
Desde la suspensión de las clases, cada escuela administró su manera de enseñar en cuarentena, incluso los docentes de la misma escuela manejaron diferentes canales para hacer llegar las actividades a los alumnos: fotocopias que hay que pasar a retirar, los cuadernillos educativos oficiales, contenidos educativos por televisión, clases grupales por Zoom o Meet, envío de apuntes y videos por Whatsapp, o la plataforma Classroom. Pero no todos los chicos acceden a internet y en muchas casas hay pocos dispositivos tecnológicos -o ninguno- y muchas veces se comparten para el teletrabajo de algunos integrantes del grupo familiar o el acceso a los contenidos educativos de otros miembros de la familia, descontando las actividades de tipo “social” para las que ahora también es imprescindible contar con algún celular o computadora.
Pero si el acceso se dificulta para la mayoría de los alumnos, para aquellos con problemas del aprendizaje el problema es aun mayor. Según explicó Rueda, “desde que se suspendieron las clases hasta que estuvieron listos los protocolos los chicos no pudieron trabajar sin apoyo, la mayoría no hicieron nada; están entregando las actividades recién ahora”. “Las escuelas deberían contemplar los casos de dificultades para el aprendizaje y priorizar la cantidad de tareas, no hacerlos leer en Zoom a los chicos con dislexia...”, opinó.
“Los chicos me dicen “mi mamá hay cosas que no entiende”, “la Seño lo da de otra manera”, yo veo que muy pocos docentes se esfuerzan, la mayoría manda choclos de fotocopias y consignas por mail y ahí no hay aprendizaje. Es “leo para cumplir” pero hay chicos que tienen problemas de aprendizaje, sin interacción con el otro, con lo que piensa el compañero, los chicos con dislexia van resolviendo con un otro, todo lo que es perceptivo se maneja con otro, y ahora están totalmente solos”, advirtió la especialista. “Personalmente, no entiendo las exigencias de la escuela en cumplir sí o sí, si no evalúan. Además, la repitencia no es un castigo, es una necesidad aprender con sus pares, con un otro humano... no con tanta pantallas”, reflexionó.
El protocolo sanitario para las consultas programadas psicopedagógicas, establece ciertas pautas para el profesional, en cuanto su vestimenta, traslado hacia y desde el consultorio, etcétera; requisitos para el consultorio en cuanto a organización especial para evitar aglomeraciones, higiene, y otros aspectos; recomendaciones para vincularse con el consultante -distancia, nuevas formas de saludar-; y disposiciones generales similares a otros protocolos vigentes como uso del barbijo, lavado frecuente de manos y uso de alcohol en gel, así como una declaración jurada donde el paciente deja constancia que no presenta síntomas sospechosos de Covid – 19
La atención con protocolo
Ahora, con la rehabilitación de las consultas físicas a partir de la emisión del protocolo, los alumnos pueden retomar sus sesiones de apoyo. En cuanto a la implementación de las nuevas medidas, la psicopedagoga aseguró que “siempre” usó alcohol en gel antes de comenzar cada consulta: “desinfecto lápices y materiales con alcohol; siempre tengo alcohol en gel en el escritorio; les hago lavar las manos a los chicos, para que todo esté limpio, sus cuadernos, sus carpetas; eso no se ha modificado mi labor, porque es un hábito”. “Si trabajás en una clínica o ambiente de salud siempre se tienen esos resguardos más con niños , pero no por el coronavirus sino porque rondan otros virus y bacterias en estos ambientes”, añadió.
“En las primeras consultas encontré una camada de adolescentes abúlicos, sin ganas, con sueño, evadidos de la cantidad de tareas que les mandan, lo charlamos, no saben por dónde empezar y se abruman y se van a dormir…Hay apatía, están desmotivados y -según mi experiencia- todos quieren volver a las clases presenciales, pero no por los contenidos, sino por lo afectivo vincular; pero ero desde que retomamos la terapia están mejor, algunos hasta se hicieron cortar el cabello, fue una inyección de energía”, comentó la especialista.
Sin embargo, con el uso del barbijo la sesión es más “incómoda”, sobre todo para los chicos con trastornos del aprendizaje. “Estuve con una nena de secundario y no podíamos leer, leyó tres páginas y estaba colorada...no se puede comprender si estás focalizando tu atención en que no podés respirar”, opinó la profesional. “Pero, por ahora, es la única forma de trabajar”, concluyó.