Mariela Goy
La Simón Bolívar es una primaria pública que trabaja en silencio pero denodadamente para que la violencia no avance en sus aulas.
Mariela Goy
La escuela primaria Nº 1258 Simón Bolívar está ubicada detrás del Fonavi Centenario, en la intersección de calles Malvinas Argentinas y 10 de Junio. Por dentro es un edificio amplio, limpio, con unos cuantos patios y un plantel docente y directivo comprometido. Por fuera, la realidad se desborda en contenedores de basura, que a plena luz del día son revueltos por personas que subsisten de las sobras de los edificios Fonavi.
Desde hace un tiempo, las maestras venían advirtiendo que el recrudecimiento de la violencia social se empezaba a reflejar puertas adentro de la escuela. En palabras de las docentes, “los chicos venían cada vez más ‘cargados’ a la escuela, agresivos, sensibles a partir de los conflictos en sus hogares o en el contexto social”.
En los recreos, el juego abrió paso a los golpes, empujones y peleas. “Como institución decidimos hacernos cargo de la realidad que nos toca y tratar en lo posible de buscarle al espacio escolar una alternativa para que esa violencia generada en la sociedad pueda ser minimizada, desgranada dentro del ambiente escolar”, explicó Silvia Sánchez, directora de la Simón Bolívar.
Desde entonces, docentes y directivos están en una continua búsqueda de estrategias con los recursos que poseen como institución dedicada básicamente a la educación. Fue así como dos años atrás se ideó un proyecto de uso de los patios y galerías y se les propuso a los chicos juegos lúdicos, de mesa, “de emboque”, casitas iglú, donde pudieran desplegar su creatividad.
“Los chicos disfrutaron mucho de esas propuestas por algún tiempo. Pero llegó una etapa en que se cansaron, se aburrieron, porque son inestables, así que comenzamos a pensar en nuevas estrategias”, contó Sánchez.
Se solicitó entonces la colaboración de los profesores del Centro de Educación Física Nº 10, “que son un plantel todoterreno que nos ayuda mucho”, destacó la directora. Los profesores iban más seguido el año pasado a la escuela a incentivar el deporte entre los alumnos, con partidos de fútbol, vóley, básquet y gimnasia deportiva.
“Los proyectos de juegos y deportes dieron sus frutos, pero de alguna manera no alcanzábamos a minimizar la violencia. Los chicos están con problemas del entorno familiar o producto de su contexto social, y la escuela es su cable a tierra”, indicó Sánchez, que junto a su equipo docentes, está lejos de bajar los brazos.
Papás a bordo
Buscándole la vuelta, los docentes decidieron involucrar más a los papás para empezar a pensar juntos las alternativas de respuesta ante la problemática. “Comenzamos a establecer vínculos en jornadas de cooperativismo, y los papás empezaron a responder muy bien, les gustó ese encuentro y nos empezaron a pedir más espacios”, destacó la directora, quien aseguró que el trabajo en red con las instituciones del barrio (Cilsa, CAF 25, el centro de jubilados) ya se venía haciendo.
La semana pasada, tras el acto de cierre de la primera parte del ciclo lectivo, se invitó a los papás a quedarse a un trabajo de reflexión con los docentes. Se dividieron en cuatro comisiones para tratajar distintos ejes: la responsabilidad parental, los hábitos, modelos y costumbres que se deben fortalecer en el hogar para que los chicos los apliquen luego en la escuela, el marco de las leyes y los derechos del niño.
Fue una jornada de trabajo intenso, donde los papás de los 328 alumnos provenientes de los barrios Chalet, San Lorenzo, Arenales, Varadero Sarsotti y la Villa del Centenario, conversaron, reflexionaron y dejaron sentada su posición en afiches.
Escucharse “está bueno”
“No es novedad esto de la violencia”, comentaron las mamás a El Litoral, mientras circulaba la ronda del mate en un aula. “Dentro de todo, no hay tantos casos graves en esta escuela, como se ven en otros lados, y no hay tanto bullying. Sí se dan los conflictos normales, algunas peleas que se resuelven en el aula con la señorita. También hay algunos chicos con mala conducta y se necesitaría un gabinete psicopedagógico en la escuela”, pidieron las madres, que se acercaron el último día de clases al establecimiento para terminar de poner en común las conclusiones de la jornada de reflexión.
El grupo que había trabajado sobre los derechos del niño y la responsabilidad parental, consignó que “por ahí a los padres se nos van de las manos nuestros hijos; no sé cómo hacen las maestras que tienen 30 chicos en un grado, porque yo no puedo en casa con tres”, observó una de las mujeres. Otra agregó: “Se habla mucho de los derechos del niño, y yo estoy de acuerdo, pero los chicos se abusan y nos quieren manejar a los adultos, así que es importante poner límites”.
Sobre cuál es el aporte que los papás pueden hacer para colaborar con la escuela, mencionaron el acompañamiento en las reuniones y asistir a las actividades para las que son convocados. “Llegamos a la conclusión de que está bueno ser escuchados por los maestros”. “También hablamos de que los conflictos se resuelven hablando y que ante cualquier problema de nuestros hijos, podemos acercarnos a la escuela”. “Nosotros somos el reflejo de nuestros hijos, ellos hacen lo que nosotros hacemos y si queremos arreglar en ellos lo que está mal, empecemos a mirarnos como adultos porque nos están copiando a nosotros, que somos su modelo”, cerraron las mamás.
Convivencia para padres
La directora Silvia Sánchez dijo que “fue maravilloso ver a toda la escuela trabajando por un mismo objetivo: los papás hicieron afiches, tarjetas, reflexionaron, y llegaron a la conclusión de que es necesario establecer normas de convivencia para padres -que las vamos a empezar a trabajar en vacaciones-, para que ellos nos ayuden a que sus hijos vayan creciendo en valores, tanto en el hogar como en la escuela”.
"Queremos fortalecer ese triángulo que es tan importante para la infancia: padres, hijos, escuela”. (Silvia Sánchez, directora)