Pablo Pineau es doctor en Educación, profesor titular regular de la cátedra de Historia de la Educación Argentina y Latinoamericana, en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Como autoridad en la materia, aseguró que hay citas de 1850, 1880 o 1890 que ya critican a la escuela y en las que hay siempre una presunción de que hubo una época de oro y que hoy hay crisis.
Al respecto, sostuvo que "los problemas complejos exigen respuestas complejas" y que frases como que los chicos no saben leer, basadas sólo en una prueba estandarizada, "son reduccionistas". Dijo que en ciertos lugares como la academia o la investigación, "tenemos que marcar que eso no es así". También indicó que pensar otra "gramática escolar" va a llevar tiempo.
Pineau publicó diversos libros y trabajos en revistas nacionales y extranjeras como autor, coautor y director en temáticas de historia, teoría y política de la educación. Presenta una vasta experiencia en cursos de formación y capacitación docente, y de posgrado en instituciones argentinas y extranjeras como Flacso, así como en la dirección y participación en proyectos de investigación. Ocupó la presidencia de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación, y la dirección del Departamento de Ciencias de la Educación de la UBA. Actualmente, dirige el Proyecto "Espacios de Memoria" de la ENS Nº 2 "Mariano Acosta", y el Doctorado en Educación de la Universidad Nacional de Tucumán.
-Comencemos con la pregunta planteada en el título de su conferencia: ¿Cuál es la promesa de la escuela?
-Primero, ya solo en el enunciado de la pregunta, tenés una idea de que hay algo que la escuela promete; o sea, hay una confianza, un cierto optimismo en la escuela, que tiene sentido histórico y presente. La situación de la pandemia nos planteó esto fuertemente. Nos demostró que la escuela servía, tenía sentido, que se apostó por la escuela. De hecho, aun cuando algunos diagnósticos suponían que de la pandemia íbamos a salir sin escuelas, o que con la pandemia íbamos a comprobar que la escuela no era necesaria, se demostró todo lo contrario. Parece que es una institución que promete y cumple. Hay que preguntarnos "qué", pero hay una idea de que la promesa funciona.
-Basado en las pruebas a Aprender, que dicen que la mitad de los chicos de 3er grado no alcanzó los contenidos mínimos en Lengua, emergió un gran enunciado: "que los chicos no saben leer" ¿Qué opina?
-Esa es una mirada, por lo menos chica, sobre la escuela. Presuponer, y vuelvo al ejemplo de la pandemia, de que la escuela tiene que ver sólo con una evaluación de calidad educativa, es tener una mirada realmente muy chica, muy tecnocrática. Primero, hay un presupuesto de que se puede evaluar la calidad, que es un tema que en pedagogía se discute mucho. Y después, limitar el efecto de la escuela al resultado de una evaluación de calidad, también es una reducción. Entiendo que es una cosa de sentido común o instalada -muchas veces mediáticamente-, pero en ciertos lugares como la academia o la investigación, tenemos que marcar que no es así. Hay una función principal, incuestionable, innegociable e impostergable de la escuela, que es la de garantizar el aprendizaje de ciertos saberes y contenidos. Pero, además, la escuela tiene que ver con la vida en común, con el cuidado, con el acceso a otros, con ciertos humanismos. Por ejemplo, aprender que el derecho a la educación que la escuela garantiza es la puerta de entrada a otros derechos. Entonces eso es lo que la escuela promete.
"Usualmente la escuela pública aparece como un lugar malo y la escuela privada como algo bueno, cuando eso tiene que ver con lógicas de financiamiento y reparto del poder en esta sociedad", consideró Pineau. Crédito: Flavio Raina
Desde Amadeo Jacques para acá
-Siempre se escucha hablar de la "crisis" de la escuela, entre padres, políticos y hasta los propios docentes. ¿Qué puede decirnos de esa mirada?
-Yo les preguntaría a muchos padres si están de acuerdo con que las escuelas adonde van sus hijos, se cierren. Nadie plantea cerrar las escuelas. Sí hay un discurso instalado de que la escuela está en crisis, desde que ésta se fundó. Me especializo en Historia en la Educación y puedo en dos minutos buscar una enorme cantidad de fuentes históricas dónde se plantea que hay crisis con la escuela. Además siempre hay una presunción: que hubo una época de oro y que hoy hay crisis; eso va más allá del tiempo. Puedo traer citas de 1850, de 1880, de 1890, que dicen exactamente lo mismo. Amadeo Jacques, el padre de la escuela secundaria argentina, en 1863 ya dice que el problema de la escuela secundaria es cómo vienen los chicos de la primaria; que supuestamente venían sin saber o entender lo que leían, que escribían con faltas de ortografía, que no sabían resolver problemas. Entonces, más allá de que uno puede ver que hay cosas en crisis, no estoy diciendo que no, me parece que se intenta limitar la cuestión a una frase.
Parece que estamos viviendo en una época donde se presupone que hay respuestas sencillas a problemas complejos. Y no. Los problemas complejos exigen respuestas complejas. Es como presuponer que si alguien tiene un problema de salud muy grave, se va a arreglar con una operación que dure cinco minutos y no es así; se va a arreglar con un tratamiento muy largo, con intervenciones y demás. Esta hipótesis de que hay una solución sencilla a un problema complejo, es falsa. Resolver situaciones complejas implican dolores, molestias, incomodidades, dificultades. Entonces, hay un lugar común que tiene que ver con el vínculo generacional de una supuesta crisis escolar eterna y un pasado glorioso que, por lo menos así de primera, en términos históricos, no se comprueba y hay que revisarlo. También me parece que el discurso de la crisis en la escuela es de una generación adulta que considera que su experiencia fue la correcta y descalifica la experiencia juvenil. A mí no me cabe duda de que hay muchos problemas en la escuela actualmente que no se han solucionado, y que probablemente la escuela no cumple con muchas de las expectativas sociales que tenemos, pero eso no implica decir que la escuela no cumple nada o tener una mirada absolutamente negativa de la experiencia escolar.
"La escuela no se inventó de un día para el otro; fue un proceso largo, complicado y difícil. También la solución de la crisis va a llevar un tiempo", aseguró el especialista. Crédito: Pablo Aguirre
Revisar la "gramática escolar"
-¿Por dónde deberían pasar las transformaciones en la escuela? ¿Considera que hay que revisar la estructura y organización de los tiempos escolares? ¿La escuela graduada?
-Hay muchas investigaciones interesantes y experiencias prácticas y concretas. Generalmente son noticias las malas experiencias y no las buenas; y además, cuando se publican buenas experiencias en educación son hechas por privados o por quién financia las noticias. Usualmente la escuela pública aparece como un lugar malo y la escuela privada como algo bueno, cuando eso tiene que ver con lógicas de financiamiento y reparto del poder en esta sociedad. Yendo a lo que llamamos la "gramática escolar", esto es, la forma en que la escuela se organiza, es posible pensar en otros usos del tiempo y del espacio, otras formas de organización de los saberes, otras formas de evaluación, de las condiciones laborales docentes, otras formas de enseñanza, del uso de la tecnología.
La escuela se armó con unos dispositivos de funcionamiento que fueron muy eficaces durante mucho tiempo, y que probablemente ahora -para enfrentar nuevos desafíos vinculados a la incorporación de nuevos sujetos-, hay que pensarlos distinto. La escuela no se inventó de un día para el otro; fue un proceso largo, complicado y difícil. También la solución de la crisis va a llevar un tiempo. Querríamos verla nosotros, ojalá pueda ser. Pero hoy hay en Argentina y en el mundo una muy interesante cantidad de experiencias que proponen otra gramática escolar que resulta muy efectiva.
-Acá en Santa Fe la secundaria de no repitencia cosechó muchas críticas. ¿Estás de acuerdo con la no repitencia, con buscar otras formas de promoción?
-Hoy la escuela secundaria es obligatoria, es un derecho. Entonces, la escuela secundaria, si no logra que todos la terminen, estaría no cumpliendo totalmente con su cometido. Tradicionalmente se consideraba que una buena escuela secundaria era aquella que hacía que la terminara quien correspondía. Entonces los dispositivos de repitencia, abandono, materias previas, funcionaban. Hoy la concepción es otra. Hoy pensamos que todo alumno tiene el derecho de terminar la escuela secundaria; entonces es necesario revisar eso.
Por otro lado, la categoría de facilismo, hay que mirarla concretamente. Me parece bueno que los chicos no repitan, pero también hay que acompañarlos para que eso no pase. No se puede limitar la medida simplemente a eliminar la repitencia. Tiene que estar acompañada con dispositivos que garanticen que no sea necesario repetir. Me parece que hay que revisar las prácticas de enseñanza. La evaluación o la repitencia son partes de un proceso de enseñanza y no se puede mirar eso solito. Hay que mirar la totalidad del proceso de enseñanza y, dentro de esa revisión, mirar el tema de si se aprueba o no se aprueba, si se promociona o no se promueve, etc. Pero no se puede presuponer que anduvo todo bárbaro y que de repente el gran problema se produce en el momento de la acreditación.
-Usted hablaba de experiencias positivas de cambio escolar en Latinoamérica, en el mundo. ¿Podría mencionar alguna?
-Para seguir con el tema de escuelas secundarias, muchas universidades nacionales han tomado nuevas propuestas de escuelas de ese nivel que dependen de ellas y que son muy exitosas, muy interesantes, funcionan muy bien y los chicos aprenden mucho. Una es la Universidad de Tucumán, que históricamente tiene ocho escuelas que dependen de ella, y algunas están llevando experiencias muy interesantes. También las experiencias de universidades del conurbano, como la de San Martín, la de Quilmes, la de Avellaneda, son muy ricas. Tienen otras formas de enseñanza, de organización interna, de acompañamiento de los alumnos, de vinculación con el territorio. El modelo de escuela secundaria que primó en la Argentina y fue muy eficaz, es el bachillerato. Y se pensó que repitiendo este modelo eternamente, todo el mundo iba a ir. Y después se demostró que no: que para que ciertas poblaciones ingresaran a la escuela secundaria y tuvieran su derecho a la educación secundaria, no alcanzaba con fundar el mismo tipo de escuelas, sino que había que ser capaces de crear escuelas de otro tipo. Creo que las universidades han sido pioneras y son un buen ejemplo de escuelas secundarias públicas, dependientes del Estado, que generan realmente experiencias muy interesantes.
El gran desafío
-¿Cuál es el desafío de la escuela hoy? Considerando, por un lado, las nuevas tecnologías, las redes sociales. Y por el otro, teniendo en cuenta que hay una gran masa de chicos pobres hoy en el país.
-El gran desafío es la base fundacional de la escuela: garantizar el derecho a la educación. Garantizar que todos los habitantes tengan la experiencia de aprendizaje significativo, que accedan a la cultura. El desafío es el mismo que dio origen a la escuela, y que lo ha ido cumpliendo, en mayor o en menor medida. Me parece también que tiene que poder ser capaz la escuela, como otras veces pudo, de establecer un diálogo productivo con la sociedad y la cultura contemporáneas, como las redes y demás. Cuando digo un diálogo, no quiero decir que una se subordine a la otra y pensar que todo va a ser perfecto. En un diálogo, a veces uno habla bien, a veces no tanto, pero tiene que lograr establecer algún tipo de relación lo más de pares posibles con otras formas de comunicación juveniles. Comunicación que va a ser difícil, inestable, porque si fuera muy sencillo desaparecería una cosa o la otra. Pero tiene un desafío importante y del que creo que es capaz la escuela: establecer diálogos fecundos con la sociedad y con la cultura contemporánea que nos toca hoy. Por ahí pasan los desafíos de siempre, solo que actualizados.
Conversatorios
Pablo Pineau estuvo recientemente en la ciudad de Santa Fe para abrir la jornada "Educación pública, ayer, hoy y siempre", en el Museo de la Constitución, organizada por la Sociedad Argentina de Investigación y Enseñanza en Historia de la Educación (SAIEHE), junto con otras instituciones. En la ocasión hubo una serie de conversatorios en distintas locaciones, de los que participaron Myriam Southwell (UNLP-Conicet), Adrián Cannellotto (Unipe) y Nicolás Arata (Unipe-UBA), entre otros especialistas en la materia.
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