Jueves 28.2.2019
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Que los adolescentes de hoy no son los mismos que los décadas atrás, es evidente; pero que en este tiempo se percibe con claridad que los verdaderos cambios generacionales se originan a partir del conocimiento y la educación, es innegable. Desde que fue sancionada la ley de Educación Sexual Integral (ESI) en 2006 ya han pasado doce años y desde ese momento la norma nacional buscó garantizar el “derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos”, articulando saberes “biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”. Bajo este paraguas ha crecido la generación que hoy, años más o años menos, se encuentra en plena adolescencia.
Este período de la vida -entre el final de la infancia y el inicio de la adultez- fue examinado por miradas inquisidoras de distintos campos del conocimiento los últimos meses. Además del proyecto de reforma en la baja de la edad de imputabilidad, los jóvenes estuvieron en el tintero de columnistas debido a los “escraches” que se movieron como esquirlas del estallido social que produjo la denuncia pública por abuso de Thelma Fardin a Juan Darthés.
Ante este escenario, las redes sociales sirvieron de sostén a gran cantidad de relatos publicados por estudiantes (en su mayoría mujeres) sobre distintas situaciones que les tocó vivir, en cierto momento de sus vidas, a manos de terceros (en su mayoría hombres).
Este fenómeno tiene una novedad: en su entorno natural para relacionarse (las redes virtuales) los jóvenes denunciaban graves situaciones que, siendo las menos las que derivaron en una instancia judicial, debían resolver entre ellos mismos al verse las caras en una escuela, un barrio, un boliche, un club (las redes presenciales).
Frente a este planteo, Liliana Maltz -licenciada en Ciencias de la Educación, Psicóloga social y especialista en Gestión del sistema educativo- sostiene que es necesario “tener en claro cuál es el modo de abordaje”.
Además de su formación, Maltz está ligada a la ESI desde su sanción en 2006 como capacitadora en distintas instituciones y programas. Por ello, ante este panorama y de acuerdo con su experiencia, argumenta que el peligro más grande es que “banalicemos situaciones muy graves como lo son las de abuso y violación”.
Hace algunos meses ha publicado un libro (“Educación Sexual Integral. Una oportunidad para la ternura”, editorial Noveduc) donde reflexiona sobre su experiencia a lo largo de estos años e intenta realizar un aporte para abordar la sexualidad en las salas de Nivel Inicial y en las familias.
Sobre las críticas que ha recibido la ESI -pos discusión sobre la legalización del aborto- advierte que “la escuela siempre transmitió mensajes de género”, por medio de la “domesticación de los cuerpos”, pero que de ningún modo “la escuela cambia identidades de género”.
—¿Qué pensás que despertó en la sociedad la denuncia de Fardin hacia Darthés? ¿Qué fue lo que llevó a muchas mujeres a manifestar públicamente situaciones del pasado?
—Es interesante todo lo que se viene moviendo respecto de no naturalizar ciertas situaciones y no callar ante ellas por no ser consideradas más como “normales”. A veces circula la fantasía de que los abusos suceden como en caperucita roja: viene el de afuera -el lobo feroz- y ataca al inocente. Mientras que la realidad indica que mayormente estas situaciones suceden en ámbitos familiares y laborales, donde pareciera que se desconoce que esas acciones están tipificadas en lo penal como abuso o acoso.
Entonces, creo que en ese sentido se configura como un avance fundamental la posibilidad de animarse a las denuncias.
Por otro lado, otra característica es el sostén colectivo que se generó. Si actualmente discutimos si hay o no hay Justicia en Argentina, estamos a años luz de siquiera pensar una Justicia con perspectiva de género. Por lo que este acompañamiento es importante.
Poniendo esto en valor, comparto planteos que hicieron distintas académicas, como Rita Segato, respecto de tener claro que el hombre no es el enemigo sino la sociedad patriarcal en la que vivimos, que construye cierto modelo de masculinidad y cierto modelo de feminidad .
Esto es necesario tenerlo claro por las complicaciones que surgen en los vínculos entre pares en escuelas medias con la metodología del escrache. Por lo que hay que tener en claro cuál es el modo de abordaje para cada situación, ya que no es todo lo mismo. Si no consideramos las diferencias, relativizamos situaciones muy graves como lo son las ligadas al abuso y a la violación.
—Al no ser el rol que le corresponde a un estudiante y sí a las instituciones escolares, judiciales o gubernamentales ¿Cómo hacen las escuelas para contener?
—Coincido en que esto tiene que ver, muchas veces, con un corrimiento de la responsabilidad de las instituciones. Por lo que creo que es fundamental que los adultos acompañen a los jóvenes desde un lugar que no sea moralista y con el dedo acusador, sino generando espacios de escucha con los estudiantes que tienen cosas más que interesantes para plantear.
Es fundamental que se conozcan y se cumplan con los protocolos respecto de cómo intervenir en situaciones de violencia de género, pero también es importante diferenciar cada situación porque no son todas iguales.
Vuelvo a tomar a Segato para plantear que lo punitivo no puede ser la única solución. Porque si no podemos diferenciar los grados de gravedad y todo da lo mismo, las situaciones graves terminan siendo no tan graves.
Esto habla de la necesidad de que los adultos nos pongamos a leer, pensar y fundamentalmente a escuchar para y por los chicos.
—Ahora parece que hubo retrocesos producto de muchas mentiras sobre su implementación, pero existen ordenadores de la práctica docente que están ya planteados. Hay un marco curricular muy claro y potente con el cual trabajar. Que no siempre se lleve adelante corresponde a otros motivos, pero no estamos en la nada.
Por esto, me parece fundamental generar espacios de encuentro y capacitación al interior de las escuelas. Para analizar el miedo que muchas veces se siente por posibles denuncias de las familias. Porque si al miedo no se lo piensa colectivamente, actúa, carcome los cuerpos. Pero es un obstáculo al que hay que ponerle nombre. Entonces, si el temor existe, trabajemos sobre los miedos.
—Hay un sector de padres y madres agrupados bajo la consigna “con mis hijos no te metas”, que rechazan que a sus hijos les hablen sobre estos temas ¿Alguna vez tuviste planteos concretos sobre las clases? ¿Con qué actitudes te encontraste en la realidad, por fuera de la teoría?
—Es importante recordar que las escuelas tienen la obligación, por ley, de realizar la jornada “educar en igualdad” para toda la comunidad educativa. Y esto es para todas las instituciones, en todos los niveles, de todo el país.
Ahí es donde comparte el marco legal y curricular, y donde muchas familias expresan que creían que la ESI era una cosa pero que se dan cuenta de que es otra muy diferente.
Una estrategia que también trabajamos en jardines es pedirle una opinión escrita a las familias sobre lo dado en el año.
En la mayoría, resultaron agradecimientos de cómo los hijos aprendieron a cuidar su cuerpo, a respetar a sus compañeros, agradecían que la escuela hubiera brindado información que a ellos les resultaba difícil, valoraron que se animaron a comprarle ropa de un color que antes no se hubiesen imaginado por ser nena o nene y así muchos ejemplos.
También traen planteos y preocupaciones que en general surgen al recibir falsa información que circula por las redes y ellos mismos pueden ver que es muy diferente a lo que en realidad pasa en los jardines.
Si abrimos las puertas a las familias damos la oportunidad de que vengan a preguntar y no a hostigar, generando diálogo y reflexión. Mientras que cuando genera un muro se fortalecen los miedos y la desconfianza.
—En Brasil, Bolsonaro apuntó directamente contra la “ideología de género” en las escuelas dentro de sus primeras medidas como presidente ¿Cómo evaluás este pensamiento que existe en parte de la sociedad y que cuestiona la ESI?
—Creo que este eje es central porque quienes nos acusan de “ideología de género” se ponen en el lugar de la objetividad y la ciencia. Como si no fuera ideológico decir que los nenes son fuertes y se visten de celeste y que las nenas son débiles y se visten de rosa.
Hay algo claro y es que la escuela siempre domesticó los cuerpos y siempre transmitió mensajes de cómo ser varón o mujer. No sólo cuando se le da lugar a las múltiples maneras de expresar el género, por fuera del binarismo masculino-femenino.
El punto es si lo hacemos desde una perspectiva o desde otra.
Por ejemplo, hace algunos años los guardapolvos de los nenes iban abotonados adelante y el de las nenas atrás. Lo que implicaba una ayuda externa para desprenderlo para las nenas. Eso es una manera de moldear el cuerpo femenino y hacerlo dependiente. Algo que no es ni objetivo, ni científico, ni ingenuo.
Las investigaciones científicas siempre han respondido a determinados valores y sentidos, no son neutrales. En ese sentido, es necesario reconocer y recordar que la ESI, y sus contenidos, están sustentados en investigaciones científicas que responden a nuevos paradigmas. Además de que no hay ninguna teoría psicoanalítica que adjudique a las intervenciones docentes la responsabilidad o la causa de un cambio en la orientación sexual o en la identidad de género de los niños, niñas o adolescentes.
—El miedo central parece estar puesto ahí, en que un hijo se “convierta” en...
—Es que las escuelas no son las responsables de los cambios en la identidad de género ni de la orientación sexual de sus alumnos.
Lo que habilita la ESI es que los nenes y nenas puedan mostrar lo que sienten, lo que los hace feliz o lo que les molesta. Y la responsabilidad de los docentes pasa por decidir alojar o no lo que los estudiantes traen, darle lugar a sus modos de ser y sentir. Pero no son los docentes los que construyen o cambian identidades u orientaciones sexuales.
Te doy otro ejemplo que pasó en un jardín: un nene de 4 años, en los momentos donde podían disfrazarse, se vestía siempre de princesa; en los momentos de dibujo, se representaba como nena; y un día viene y dice que “acá puedo ser como quiero ser, en casa no puedo”.
Éste es un ejemplo clarísimo de que la escuela no obliga a vestirse de nena a un nene. Lo que hace es no prohibírselo. La maestra nunca obligó a nada, sino que daba el lugar.
Por eso repito que no es lo mismo forzar a quien no quiere a hacer algo que abrir un espacio de expresión.
—En el libro, planteas la implementación de ESI como “una oportunidad para la ternura”, ¿qué aportes se pretenden en este sentido?
—Creo que la ternura es un afecto central en los vínculos y que, producto del mercado y el neoliberalismo más cruel, viene en baja.
Básicamente, esto se da porque la ternura tiene que ver con la empatía, pensar en el otro en tanto otro, y no como yo pretendo que sean las cosas.
A este cocktail le agregaría el fenómeno de las redes sociales, que marcan a los tiempos actuales por lazos sociales frágiles y donde el individualismo está puesto en primera fila: yo, yo y, después, yo.
Es en ese sentido donde me parece que la ESI es una posibilidad que tenemos para trabajar en cómo fortalecer vínculos, modos para alojar las diferencias y superar las barreras tecnológicas actuales que nos dificultan estar con el otro.
Incluso, pienso que no es solamente una posibilidad en lo sexual sino también en diferencias de origen, de nivel socioeconómico, físicas, por medio de una salida colectiva en favor de las emociones; en detrimento de lo empresarial que piensa lo productivo y lo individual como única salida para hacernos felices.
—Un intento por una sociedad más comprensiva...
—Claro, pero partiendo de una perspectiva distinta que plantea la ternura y la empatía para educar en cómo nos tratamos entre todos. Entre adultos también.
Es entender que, por ejemplo, atrás del enojo de una mamá que no quiere que su hijo se vista con pollera, puede haber una angustia enorme, marcada por el miedo a la discriminación y el sufrimiento que pueda padecer cuando crezca
Tampoco quiero caer en que la ESI es una solución mágica a todos nuestros problemas, pero sobre la tarea docente creo que puede ser un aporte muy valioso.
Más allá de que esté planteado por ley, deberíamos entenderlo como una herramienta para construir una sociedad un poco más justa.