Un grupo de estudiantes de la Universidad Católica de Santa Fe participó en una misión en Akamasoa Argentina, inspirados por la obra del Padre Pedro Opeka. Allí vivieron una experiencia transformadora guiada por el amor y el servicio.
Inspirados en la obra del Padre Opeka, participaron del proyecto de construcción de viviendas en la localidad de Lima, provincia de Buenos Aires.
Un grupo de estudiantes de la Universidad Católica de Santa Fe participó en una misión en Akamasoa Argentina, inspirados por la obra del Padre Pedro Opeka. Allí vivieron una experiencia transformadora guiada por el amor y el servicio.
Akamasoa Argentina, fundada por Gastón Vigo Gasparotti, licenciado en Administración y Doctor en Economía, es una comunidad que lucha día a día contra la pobreza extrema. Más que un espacio de ayuda es un motor de cambio para quienes reciben y brindan solidaridad. A inicios de 2023, Gastón visitó la UCSF y ofreció una charla que inspiró a estos estudiantes a unirse a la misión.
Provenientes de carreras como Relaciones Internacionales, Administración y Psicología, los jóvenes viajaron a la ciudad de Lima, en la provincia de Buenos Aires, donde se unieron en el proyecto que lleva adelante Akamasoa, construyendo junto a familias los cimientos de sus hogares. La misión no solo fue un desafío físico y emocional, sino también una oportunidad para reafirmar valores como la entrega, el compromiso y el acompañamiento.
Emilia Lauría, estudiante de Relaciones Internacionales e integrante del grupo San Pedro Claver de la Red Juvenil Ignaciana, expresó que lo que más le impactó fue el poder del servicio, esa fuerza invisible que te mueve a salir de tu comodidad y te conecta con el otro de una manera auténtica: "Soñamos en grande y Akamasoa fue una misión que esperábamos con muchas ansias, pero también con incertidumbre por lo que íbamos a encontrar", confiesa.
Pese al frío, las largas jornadas de trabajo y los desafíos, lo que más quedó grabado en su memoria fue la inspiración que encontró en las personas que conoció. "Sabíamos que las condiciones eran duras, pero Dios nos enseña a descubrir nuestra vocación en cada pequeño gesto. Servir es incomodarse, salir de esa burbuja en la que a veces vivimos", consideró.
Emilia Battisti, estudiante de Psicología, llevó su deseo de escuchar y comprender a las personas. Allí le llamó la atención el sentido de comunidad y de ser familia que notó, y reconoció haber vivido una experiencia que la conmovió muchísimo: "Me asombró cómo las personas la luchan todos los días, ponen su esfuerzo y su cuerpo para algo que tal vez nosotros tenemos desde siempre: una casa o un lugar fijo para vivir".
Para Bautista Vietti y Matías Esquivel, ambos estudiantes de Administración, la misión en Akamasoa fue una oportunidad para ver cómo los principios de gestión que estudian se aplican en la vida real y en un contexto de vulnerabilidad.
"Había leído sobre esta iniciativa y seguido su trabajo en las redes, pero estar ahí, viendo cómo se organizan y cómo administran los recursos, fue impresionante. Me interesaba entender cómo se sostiene una obra tan grande y qué rol juega la buena gestión en todo eso, en especial el acompañamiento humano entre las familias y los voluntarios", compartió Bautista.
"Me di cuenta de que, trabajes de lo que trabajes, estudies lo que estudies, hay que intentar dar lo poquito se tiene a los demás. A veces cuesta, pero hay que ponerle voluntad y hacerlo por el que tenés al lado", comenta.
Matías, por su parte, encontró en Akamasoa una confirmación de lo que siempre había sentido como su vocación: "Creo que el libro del Padre Pedro fue el segundo que leí en mi vida, y me llenó la cabeza de conocimiento y el corazón de ganas de ir a aportar un granito de arena. En el libro se mostraban fotos de una obra mucho más avanzada, en Madagascar..., pero cuando fuimos a la sede de Argentina descubrí que todavía faltaba bastante, que lo que podía aportar iba a sumar mucho".
Haciéndose eco de la visión de Vigo Gasparotti, fundador de Akamasoa, Esquivel remarca que "con una buena administración de los recursos, una buena organización institucional y metas claras, las cosas se pueden dar".
Luego de la experiencia vivida, estos jóvenes no dudan en exhortar a sus compañeros a "buscar el encuentro con el otro, porque ahí descubro que su felicidad es la felicidad de Dios, y también la mía. Si no fuera creyente, la felicidad del otro tiene que ser suficiente para mí, para poder sentarme a charlar y entregar mi tiempo", comparte Lauría.
"Como estudiantes estamos muy atareados y atolondrados con cosas nuestras, y a veces nos olvidamos de aquellos momentos para estar con el otro. Somos refugio para nuestras familias, amigos y compañeros. Hay que abrazar a los que nos necesitan, como Cristo, acompañando, entregándonos", aconseja Vietti.
Por su parte, Esquivel recalca: "No tengan miedo, no se guarden nada, entréguense al 100%. Anímense porque entregándose para el otro también se encontrarán consigo mismos. Hay que dejarse prender el corazón de fuego, para así caminar desparramando eso mismo. Ser fuego que encienda otros fuegos". Finalmente, Battisti destaca que la misión es el espacio ideal para salir de los "mambos diarios y dar cuenta de nuestra realidad y la de los demás".
La misión en Akamasoa no solo transformó la vida de las familias que recibieron ayuda, sino también la de estos estudiantes, quienes regresaron con una nueva perspectiva sobre la importancia de amar, servir y acompañar al prójimo. Lo que vivieron no solo fortaleció sus vocaciones profesionales, sino también su compromiso de contribuir a un mundo mejor.
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