“El otro día vino una mamá a decir que no está mandando sus hijos a la escuela porque están sin calzados. El martes tuvimos que abrigar a un nene de segundo grado que tenía sólo una remera debajo del guardapolvo y no paraba de tiritar en el aula. Otros chicos vienen con zapatillas rotas y los dedos afuera, en ojotas o short. A algunos se les ponen los labios morados y hasta se hacen pis encima por el frío”. El relato pertenece a Adriana Baiz y Marta Almirón, personal no docente de la escuela Ravera, ubicada en el careciente barrio San Agustín.
Ellas tienen a su cargo el “ropero escolar”, que cumple dentro de la escuela una función social: proveen de ropa y calzado a los alumnos que lo necesitan. Generalmente es un simple armario con llave donde se van guardando las prendas que el propio personal de la escuela va trayendo desde sus casas.
Según cuentan, el ropero escolar surgió con el propósito de reservar guardapolvos para algún alumno que no lo trae o se le rompió, y ciertas prendas básicas por si los más chiquitos tienen una emergencia y deben cambiarse de ropa. Pero en los contextos de pobreza es más que eso: se convirtió en una ayuda indispensable para cubrir una necesidad insatisfecha.
“La verdad es que se mueve bastante el ropero, más ahora con esta ola polar. Toda la ropa que nos traen los docentes, la repartimos enseguida. Los más chiquitos son los más sufridos porque ya los de 6to. ó 7mo. grado se la rebuscan de alguna manera y la mayoría viene con abrigo”, dijeron Baiz y Almirón.
Casi vacío
Las mujeres advirtieron que la necesidad de los alumnos es mucha y que el ropero está casi vacío. “A esta mamá que nos vino a pedir zapatillas, no la podemos ayudar porque no nos queda ni un par; hay algunas sandalias de verano nada más”, mencionaron Baiz y Almirón, mientras revolvían las poquísimas prendas que quedaban en el armario.
“Esta mamá realmente necesita y se ocupa de los chicos, porque los trae y los va a buscar a la escuela; nosotros los conocemos a todos porque vivimos en el barrio. Las familias recurren a la escuela porque no tienen los medios para ir a otro lado. Esto no pasaría si cada padre tuviera su trabajo y la posibilidad de alimentar y vestir a su familia”, opinaron.
El año pasado, uno de los padrinos de la escuela -la Asociación de Cooperativas Agrícolas (ACA)- donó alrededor de 600 pares de zapatillas y medias que fueron repartidos entre los alumnos este año. “El problema es que a esta altura las tienen rotas porque un solo par de calzado para un chico, no es nada”, dijeron. También por estos días llegaron a la Ravera unas 20 estufas eléctricas que se colocaron en las aulas y que ayudan a paliar las bajas temperaturas.
Alguien que los ampare
Hay directivos que opinan que la escuela debería ocuparse de su tarea específica que es enseñar y no de hacer asistencialismo. Pero Graciela López, directora de la escuela Ravera, adujo que “muchos chicos están desprotegidos, y si no los amparamos nosotros ¿quién lo va a hacer? No nos queda otra que ocuparnos”.
Marina Conejo, vicedirectora de la escuela República de Bolivia, acordó con su colega de la otra institución. “La función primordial es enseñar, pero si podemos dar una ayuda desde el punto de vista social, también lo hacemos”. El ropero escolar funciona desde que se creó la escuela para suprimir esas falencias que tienen los chicos. A pesar de estar ubicada en Facundo Zuviría 4363, el establecimiento recibe a niños que provienen de Los Hornos, San Agustín, Yapeyú.
“El ropero se arma con la caridad de los docentes y de algunos papás. Tenemos una reserva de guardapolvos blancos porque hacemos hincapié en su uso. Y en época de frío, conseguimos calzados y ropa de abrigo”, señaló.
Solidaridad
La escuela católica Santa Lucía, del barrio que lleva el mismo nombre, cuenta con un proyecto solidario más amplio a través de una institución interna llamada Monseñor Zazpe, que se dedica a la caridad a los chicos, familias y abuelos carecientes. Dentro del grupo está Cáritas Escolar, que se encarga de detectar a los chicos con mayores necesidades para tratar de encontrarle una respuesta en vestimenta y alimentos.
“La solidaridad es la identidad de nuestra escuela y los docentes y directivos asumimos un compromiso cristiano”, señaló Mirta Pereyra de Reynoso, directora de nivel primario. En cuanto al ropero escolar, dijo que una portera reemplazante cose la ropa que llega deteriorada y harán un beneficio para comprar zapatillas. “Ahora estamos un poco solos sin el padre Edelmiro Gasparotto, que era el motor de nuestra institución. Tratamos de salir adelante, pero nos cuesta mucho. Se necesita de la solidaridad de todos”, apeló.
Qué necesitan
Los roperos escolares requieren, principalmente, la donación de medias, zapatillas, camperas, pulóveres y pantalones de buzo en talles infantiles. Los santafesinos caritativos pueden colaborar con prendas, que pueden ser usadas pero en buen estado, acercándolas a las instituciones o llamando para que algún docente las pase a retirar.
Para colaborar
* Escuela Ravera: Teniente Loza 7500, tel. 457-9034.
* Escuela República de Bolivia: Facundo Zuviría 4364, tel. 457-2921.
* Escuela Santa Lucía: Juan de Garay 4251, tel.458-0624.
* O acercar las donaciones a la escuela más cercana que posea ropero escolar.