Graciela Frigerio: "La relación con el saber no es un problema exclusivamente de contenidos"
La reconocida pedagoga argentina, egresada de La Sorbona de París, estuvo en Santa Fe para dar comienzo a un ciclo de charlas sobre educación. En tiempos en donde dice que los "algoritmos expropian el deseo", propone "volver a conversar", poner en común preguntas y reflexiones para pensar juntos sobre los "sentidos" de la educación.
"El sistema educativo es depositario de todas las esperanzas, promesa imposible de cumplir, ante un abucheo cada vez más fuerte de voces poco reflexivas", sostuvo la especialista. Flavio Raina
Graciela Frigerio es una de las especialistas argentinas más reconocidas en el ámbito educativo. Es doctora en Educación y Diplomada en Estudios Avanzados en Ciencias de la Educación con orientación en Sociología, ambas titulaciones de la Universidad de París V de La Sorbona. Es fundadora y presidenta de la Fundación Centro de Estudios Multidisciplinarios. Es profesora invitada por universidades extranjeras y consultora de organismos nacionales e internacionales. Y fuente de referencia de miles de educadores.
A Santa Fe la une, actualmente, el Doctorado "Sentidos, Teorías y Prácticas de la Educación" que dirige en la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). "Es un lugar con el que estoy sumamente encariñada", reconoció en diálogo con El Litoral.
Sin educación "no nos hubiéramos transformado en sujetos de la palabra y no hubiéramos constituido sociedades", adujo Frigerio ante un Paraninfo colmado de santafesinos deseosos de escucharla. Pablo Aguirre
Frigerio estuvo este último miércoles en la capital provincial para inaugurar el ciclo de charlas organizado por la Defensoría del Pueblo de Santa Fe junto a la FHUC, titulado "Derecho a la educación, políticas y prácticas. Aportes y contribuciones al debate sobre los desafíos actuales del sistema educativo, pensando qué educación y para qué futuro". Por la repercusión de su conferencia titulada "Conversando sobre educación. Complejidades y tensiones", el evento debió trasladarse al Paraninfo de la UNL.
Previo a la exposición, recibió a este medio para dialogar sobre educación en su sentido más amplio, y así lo hizo saber de antemano: "Una sola cuestión. Voy a aludir a cuestiones generales y no voy a entrar en ninguna problemática local porque me parecería irrespetuoso", adelantó.
La reconocida pedagoga propuso abordar las tensiones y complejidades que incumben a una manera de pensar la educación en el mundo actual, y las encrucijadas en las que el sistema educativo se encuentra: "depositario de todas las esperanzas, promesa imposible de cumplir, ante un abucheo cada vez más fuerte de voces poco reflexivas", según reflexionó.
-¿Por qué es necesario conversar sobre educación hoy, como propone en el título de su conferencia?
-Es una intención de generar un diálogo sobre el sentido de la educación como parte de las agendas ciudadanas de una manera más estable. Y dada la resonancia que ha generado da cuenta de lo pertinente de la iniciativa impulsada tanto por la Defensoría como por la FHUC. Decimos conversación porque creo que conversar, últimamente se conversa poco. Se habla mucho, pero se conversa poquito. La idea entonces no es estrictamente dar una exposición, sino poner a disposición reflexiones, asociaciones, hipótesis, de manera tal de dar inicio a una conversación que por ahí no se sostiene exactamente en el instante, pero deseamos que dé lugar a conversaciones que cada uno tenga con otro.
-¿Cuál es el sentido de la educación y cómo se inscribe en la actualidad? ¿en relación a qué encuentra tensiones?
-Ese título tiene varios puntos. Uno he dicho que sea conversaciones. Después que nos parece necesario abordar la cuestión educativa despojando de toda idea de superficialidad, banalidad, eslogan, cliché, prejuicio, frases hechas, frases dichas, repetidas hasta el hartazgo sobre la que ya no nos preguntamos más. Queremos hablar de educación y no del sistema educativo en particular porque es una cuestión que concierne a la sociedad en su conjunto, que está más allá de las fronteras de lo escolar. La educación, bajo el nombre de transmisión, formó parte constitutiva del proceso de hominización. No nos hubiéramos transformado en sujetos de la palabra y no hubiéramos constituido sociedades, aún con todos sus vericuetos y fallas, si unos educadores no nos hubieran transmitido algo. Nos han transmitido la lengua, hemos aprendido a hablar, hemos ido construyendo saberes porque nos los han contado. Una parte chiquitita de eso, tomó forma de sistema educativo.
La cuestión de la educación es transgeneracional y se resuelve en el sistema educativo en términos intergeneracionales. La educación es instituir la sociedad y esto tiene que ver con instituir la otredad, la alteridad, con pasarle algo al que viene. Los humanos somos herederos, pero lo que heredamos no está dado de antemano. Alguien nos pasa algo y nosotros con eso construimos una herencia. Y ahí se anida una de las tensiones de la educación, en qué herencia se inscribe. Voy a ser muy grosera en el ejemplo, pero pongamos el hecho de que nosotros en la Argentina tenemos una herencia educativa que es, en general, de sujetos afincados en la idea de la emancipación por un lado, y también tenemos un sedimento de tiempos donde la gente era menos generosa, donde se prohibieron lecturas, hubo autores desaparecidos y se inhibió el pensar. Quiero decir, la herencia no es sólo lo que brilla, es lo que nos llega entre generaciones.
-¿Qué cuota de responsabilidad le toca a los sistemas educativos en la tarea de educar? ¿Son adecuadas las transformaciones que se implementan? ¿Se está sabiendo interpretar las condiciones de época para que se produzca el traspaso intergeneracional?
-Aunque es acotado respecto a la educación en general, los sistemas educativos no están exentos de responsabilidad, porque tienen un potencial extraordinario que es el de interponerse ante las profecías de fracaso, es decir, interponerse frente a toda asignación prejuiciosa. A modo de ejemplo, a un niño o una niña que nació en determinado barrio, de determinada provincia, en el seno de la familia tanto, la escuela pública y sus educadores son aquellos a los que no les da igual todo eso, pero tampoco hacen de su origen una condena; por el contrario, son quienes abren la ventana al mundo. Esto implica un gesto de una enorme generosidad.
La segunda cuestión sería ¿a qué denominamos transformaciones? El sistema educativo, como toda institución que se traduce en una organización, tiene que fijar unas variables y dejar unas invariancias. A lo mejor, los sistemas educativos, no solo en nuestro país, han estado demasiado aferrados a variables que pasaron a ser invariantes. Tiempo, modos de agruparse, forma de repartir las disciplinas o de juntarlas. Es decir, cosas que tenían posibilidad de desplazamiento de movimiento que quedaron fijas. También hay muchas cosas que perduran, y no está mal que así sea. Tampoco se trata de andar tirando por la borda lo que puede tener sentido, esa palabra clave de la que hablábamos al principio.
-¿Tiene sentido la experiencia escolar tal como está planteada actualmente? ¿Se está a gusto hoy en la escuela?
-Ahí aparece otra tensión. Algunos imaginan que pueden prever el futuro, y además quieren lograr que vos entres, te guste o no, en el futuro que previeron. Bueno, para algunos de nosotros eso no es tan así. Creo que el futuro se va haciendo. Y forzar a un estilo de futuro imaginado solo por algunos cuando se conserva la desigualdad, tampoco es muy alentador en la vida. Entonces, la escala de la población hace que sea necesario que haya sistema educativo para que todos y todas, como suele decirse, tengan la posibilidad de ejercer ese derecho. Un derecho que no es solo una obligación. Pero ese derecho implica también la posibilidad de que algo no se cierre, no se clausure en un fantasma de un futuro que algunos calculan. Es decir, para que haya futuro hay que salirse del algoritmo, para que sea el futuro de los humanos. Si no, es el futuro del señor algoritmo que te expropió el deseo y te inventó otro que no necesariamente era el tuyo. Desde nuestra perspectiva, la educación no pasa solo, no pasa tanto, no debería casi nada pasar, por responder a la demanda, sino por sostener una oferta que sea tentadora para los otros. Esto es quizás una posición más personal, pero creo que se debería tratar más de lo que se ofrece y no tanto de someterse a demandas que no necesariamente han sido analizadas, consideradas y que a veces son tomadas como si fueran definitivas y eternas, cuando sabemos que lo propio de los paradigmas científicos es cambiar.
-Quizás el mandato de la obligatoriedad que exige al sistema educativo alojar a todos impulsa cambios profundos en el formato escolar, especialmente en el nivel secundario, que generan disputas por el sentido de la educación. ¿Estamos bien rumbeados de cara al futuro o es necesario rescatar más de lo que se hizo en el pasado?
-Sé que ha habido miles de intentos por transformar la secundaria, y no es mi intención generalizar, pero no sé de qué me hablan cuando dicen una nueva secundaria. Sí, es cierto, que es más joven en términos de obligatoriedad. Y que eso presenta también sus tensiones y sus desafíos. Pero esto es algo que ocurre en sistemas de distintos países no solo en la Argentina, cada vez que se amplían derechos. Se dispone que todos van a entrar, pero ¿cómo? es la pregunta. Quizás es una tensión porque lo de afuera del sistema educativo no ha acompañado ese deseo de igualdad. Estamos viviendo un tiempo, el Antropoceno, de mucha pulsión de muerte liberada y legalizada. Y esto no colabora para el querer saber. Esto no quiere decir que no haya gente que quiera saber, pero muchas hipótesis de muchas disciplinas, de la sociología clínica, del psicoanálisis, de cierta filosofía, de la teoría del derecho, vienen advirtiendo que hay algo que está haciendo el mundo que atenta contra la posibilidad de que se mantenga la curiosidad intelectual. Ahí es donde entra en juego la relación pedagógica que se instituya con el objeto de conocimiento. Podemos analizar esta botella de agua, por ejemplo, que es un objeto banal, y eso puede despertar una curiosidad intelectual infinita, porque no hay una sola disciplina que podría hablar de esta botella. Ahora, la cuestión es si alentamos o desalentamos que el otro quiera saber. Suele suceder que muchas veces, al pensar en cuestiones educativas, lo hacemos en relación a contenidos que es una palabra del vocabulario público. Pero la relación con el saber no es un problema exclusivamente de contenidos. No es que da igual, pero si no se modifica el sistema de relación con el saber, se puede cambiar mucho, rebautizar, pero haber dejado intacto el obstáculo al querer saber. En términos psicoanalíticos, si propiciamos la sublimación o si, al contrario, hacemos que la sublimación se encoja. La pérdida del prestigio de la opción sublimatoria es la hipótesis más terrible del Antropoceno.
-Ahí cumple un papel fundamental no solo la institución escolar, sino quienes están día a día en la escuela y que en muchas ocasiones son señalados por la calidad de las relaciones pedagógicas que encarnan. ¿Cómo hacen los educadores para enseñar en el contexto actual?
-Muchos lo hacen sin que nadie les diga nada. Cuando alguien enseña a otro a leer, le está enseñando un mundo. Y después el sujeto que llega dirá, bueno, esta parte del mundo que me mostrás me interesa más o me interesa menos, otros se motivarán mucho y otros cumplirán como pueden. Pero no hay un sujeto que todo le interese por igual, que todo lo traiga de la misma manera. Ese es el arte del oficio, así ha sido históricamente y así pasa en la actualidad. Hoy vos ves pibes que pueden tener relaciones de saber de una potencia enorme y es en el marco de ciertas relaciones pedagógicas y en el azar de unos encuentros con educadores que les han dado esa posibilidad de pensar el mundo, y de pensarse ellos mismos.
-¿Y por qué entonces hoy se critica tanto a la escuela y, puntualmente, a los docentes?
-Porque los humanos somos sujetos de contradicciones. Tampoco es cuestión de nunca, todos, siempre. Es cierto que se ha fogoneado mucho la enemistad con la escuela. Quizás durante la pandemia hubo un tiempo donde una especie de reenamoramiento parecía posible, porque la ausencia de escuelas dejó ver algo de su verdadero sentido. Pero, te digo, el capitalismo, a pesar de todo lo que digan, no está tan interesado en que todos y todas tengan acceso a relaciones de saber potentes. Y esto cuenta mucho. Y la escuela tiene que vérselas en un contexto donde la complejidad se ha extremado, donde las condiciones existenciales han colocado a las subjetividades en estados de urgencia. Entonces, es un trabajo que tampoco pasa por un solo gesto individual, no se trata de un acto heroico. Se trata, más bien, de crear un continente para el pensar. Eso lleva su tiempo, pero vivimos en un presente donde mucho se regula por el algoritmo y la encuesta, la medición. Si alguien decide guiarse por los porcentajes, lo que se suele propiciar es el aumento de estereotipos de eslogan. Por eso, volviendo al principio, la importancia de instituir espacios de conversación, donde no hace falta ponerse de acuerdo, hace falta escuchar, pensar y argumentar.
"Un oficio extraordinario"
Como referencia para educadores, compartió un mensaje alentador: "Educar es un oficio extraordinario, de altísima complejidad, que lo obliga a uno a estar siempre atento y siempre tomando en cuenta de que todo lo que uno pensó tiene que ser repensado gracias a que uno se encuentra con otros. Si uno lo entiende así, es inabarcable y nos obligada a renovarnos permanentemente".
Las tecnologías y su vocabulario restringido
"No uso redes sociales, no estoy dispuesta. Cuando quiero hablar con alguien, hablo con alguien", contestó, tajante. Y continuó: "Solo tengo Whatsapp que lo uso con fines prácticos, para avisos, informaciones mínimas, que permiten que en lugar de hacer 40 llamados de teléfono, se resuelva en un mensaje grupal".
-¿No concibe las redes sociales como un espacio de diálogo?
-No son espacios de diálogo. No podés abrir un diálogo donde hay palabras contadas, vocabularios restringidos y escupitajos sonoros. Esto no quiere decir que desprecie los aportes de la tecnología. No queda otra, desde que aparecimos los humanos intentamos inventar cosas tecnológicas. Y siempre producen movimientos de todo tipo. No se trata de ser fóbico a eso. Se trata de no endiosar. Las nuevas tecnologías están buenísimas. Resuelven algunas cosas, aunque también crean adicciones. Ahora se está hablando de cómo hacer que los pibes dejen de ser adictos a ciertos usos. Pero no se trata de que no tengan celular o que no usen un estilo de comunicación. Se trata de que no pierdan la posibilidad de ver al otro de cuerpo entero, de mirarlo a la cara y estando frente a frente decir unas palabras y no tener que escribirlas en código restringido, porque cuando el vocabulario, el lenguaje empieza a achicarse el mundo se achica al mismo tiempo.
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