Mauro L. Muñoz | [email protected]
Es docente santafesino y creó la página “Filosofía en Minutos” para motivar a sus alumnos.
Mauro L. Muñoz | [email protected]
Un escenario común en gran cantidad de hogares a nivel mundial. En una reunión familiar, se agrupan tres generaciones en una misma mesa para disfrutar de una comida y estrechar vínculos.
Los abuelos hablan de su estado de salud con sus hijos, que les devuelven alguna recomendación médica y aprovechan la ocasión para comentar la situación económica y política del país o, en todo caso, hablar de sus trabajos o deporte. Por su lado, los hijos de los hijos, que oscilan entre niños y adolescentes tardíos, whatsappean, buscan imágenes, likean (ponen “me gusta”), escuchan música o ven videos, entre tantas actividades que realizan por día en sus celulares.
La escena habitual, aunque con las variaciones del caso, es una muestra de los abismos comunicacionales. Si bien los adultos se suman cada vez más a estas prácticas, para los más jóvenes es parte de su hábitat natural. En este sentido, la totalidad de los expertos afirman que la forma de relacionarnos actualmente es influida continuamente por los dispositivos electrónicos como el celular.
En vistas de este fenómeno, Juan Carlos Denis, profesor de Filosofía, trasladó su clase del aula al celular, como intento de tener más llegada a sus alumnos. La inquietud surgió de ver que casi todos los chicos tienen hoy un smartphone y “no hay forma de levantarles la cabeza”, cuenta en diálogo con El Litoral.
Después de una reunión plenaria, creó la página de Facebook “Filosofía en Minutos”, donde explica en videos breves conceptos de autores o reflexiones sobre preguntas clásicas. Orgulloso, cuenta que en el logo se ve el dibujo de un Nietzsche milennial, con la mirada en el celular.
La representación alude a la búsqueda, el cruce de la asignatura con las nuevas generaciones. “Los colores que intento usar implican volver atractiva una materia que siempre pareció oscura y se relacionó con fotos de muertos”, explica.
Denis comenta sorprendido cómo la propuesta trascendió completamente las expectativas aúlicas.
“En el tercer video me di cuenta de que lo que había pensado pasó a otro plano”. Y si bien los alumnos siguen atentos a las novedades del canal, el profesor puntualiza sobre la potencia multiplicadora de internet.
“De repente tengo 2 mil seguidores a cuatro meses de tener Instagram, donde me llega un mensaje de Puerto Rico felicitándome o de España insultándome por criticar la serie Merlí”.
Repensar el aula
“¿Que hago yo con el pizarrón intentando explicar el pensamiento socrático si tengo de alumna a una estrella de Instagram?”, reflexiona el docente. “Hay chicos con más de 5 mil seguidores. La vida de ellos es mucho más grande que lo que pasa adentro del aula”, completa.
Parafraseando al mencionado Nietzsche, podríamos sostener que “el aula ha muerto”. No porque la institución esté en desuso, sino porque la organización del tiempo, de espacio, contenidos y las relaciones alumno- alumno, alumno- profesor y alumno- comunidad; son también partes del proceso educativo que hoy siguen presentes en el aula, cuando los jóvenes pasan la mayor parte de su tiempo fuera de ella (tanto en el plano material como en el virtual).
“Históricamente, un profesor a lo largo de su vida le daba clase a 5 mil personas, como mucho. Ahora podemos explicar algo a 30 mil personas en menos de un mes. Y pasa que en el aula hay un curso de 30 que no tienen ganas de escuchar o no les gusta la materia. Pero hay otros 3 mil en otro lado que están interesados en lo que vos decís”, analiza.
Azorado por la cantidad de suscriptores que gana día a día, se anima a vaticinar que indudablemente las prácticas educativas tenderán a incorporar, en mayor o menor medida, las nuevas tecnologías. “El 90% de los profesores nació con el correo postal, mientras que el 100% de los alumnos nació con un celular. Es una distancia comunicativa alarmante y los colegas vamos a tener que hacer algo con esto. No necesariamente como lo hago yo, pero algo. Los chicos ya no están más en cuatro paredes, viven en las redes”.
Si bien la enseñanza clásica siempre tendió a lo visual por medio de afiches, láminas, power point, o películas disparadoras, la integración con estos nuevos consumos culturales no encuentra consenso. En ese sentido, el profesor arroja una reflexión que hace crujir las entrañas de los más escépticos: “La masividad que se logra con las redes me resucitó el deseo de seguir enseñando. A lo largo de los años me di cuenta de que dar clase no es sólo explicar, y animarme a internet me sirvió para retomar la matriz de porqué estudié docencia”.
A contramano, en Francia corre desde el año pasado la prohibición a los estudiantes de escuelas, hasta los 15 años, de utilizar sus teléfonos celulares en los establecimientos educativos. La idea de limitar el uso, pese a dividir aguas, conforma también una iniciativa válida para dar respuestas a demandas actuales.
Desde su tránsito en distintas escuelas, Denis percibe las diferentes realidades que se viven en distintos sectores de la ciudad. “Doy clase en la escuela 8 de Marzo, en Las Lomas. Y ahí es tiza, trapo y pizarra”. Ante la brecha digital, agrega: “El acto educativo todavía se puede celebrar con tiza, el uso de las nuevas tecnologías es un recurso, no una necesidad”.
Cuestión de códigos
El docente tiene en claro que la forma de producir el mensaje no puede ser la misma, aunque el contenido sea el mismo. Si bien aclara que no está ni cerca de ser un experto en el tema, hace un lúcido análisis de los códigos de cada plataforma que lo llevan a la adaptación.
“Facebook tiene una tasa de edad más adulta, pero hay que estar sí o sí. Twitter tiene un estilo de comunicación muy solitaria y más crítica. Youtube tiene mucho control para el posicionamiento, tiene muchos requisitos para estar mejor en las búsquedas y un adolescente no te mira más de 5 minutos”, explica.
En la clasificación guarda un lugar aparte para Instagram. La red social del momento entre los jóvenes, donde hay poca presencia adulta y que considera que “descifró al milennial, que son nuestros alumnos”.
“Es un mundo aparte, tiene todas las claves para llegarle al milennial que están dispersas en las otras plataformas. Yo lo veo como la revista Caras o Papparazzi. El tipo común pasa a ser una celebridad. Nadie se ríe en una foto de Instagram, están fingiendo ser estrellas, modelando”, desarrolla.
Con el ingreso reciente de “Filosofía en Minutos”, sentencia: “Es ingeniárselas para, en un minuto, poner a pensar al que me está escuchando. Es como en un asado, pero ahí sólo me escuchan mis amigos y mi familia. Acá es donde vive toda una generación”.
A propósito de Merlí
El video más visto tiene un análisis de la famosa serie española Merlí. Protagonizada, precisamente, por un profesor de Filosofía fuera de la convencional por sus métodos de enseñanza.
A causa del mismo, cuenta que recibió muchos comentarios y algunas críticas. Si bien aclara que le encantó la serie, comenta: “Es necesario que la ficción exagere un poco, pero en once años de docencia nunca ví un profesor como Merlí”.
Como en todo relato se entremezcla un poco de realidad con otro de imaginación. En este punto, Denis argumenta que si bien es positivo lo disruptivo en clase, hay cosas que suceden que son ilegales en la práctica. “En la serie hay un curso utópico y un profesor imaginario. Merlí hace cosas que son ilegales. Y si hay un curso que no quiere aprender, no lo va a hacer por más que te vistas de Platón o te dejes la barba como Marx, eso es libertad de acción”.
Otro aspecto que destaca es el involucramiento personal con los alumnos, en donde aprecia lo positivo y lo negativo.
“El trabajo docente implica transformar desde la distancia. Sin cercanía afectiva no hay posibilidad de acto educativo”, dice y agrega que “un concepto filosófico te puede cambiar la vida, la perspectiva platónica del amor quizás sirve para ampliar la perspectiva de un chico que tiene problemas con su pareja”.
En coincidencia con el personaje Merlí Bergeron, el santafesino Juan Carlos Denis expresa: “En lo que hago soy feliz, encuentro que le doy algo a la otra persona. Y la filosofía sirve para dar herramientas en lo cotidiano”.
Profe youtuber
“Un poco me incomoda que me digan ‘el profe youtuber’, estoy un poco viejo para eso”, dice apenas se lo insinúan.
De todos modos no le puede escapar al mote. La figura de muchos youtubers es muy controvertida por diversos aspectos, pero extremadamente popular entre los más jóvenes. “Es increíble, para mi hija yo no soy profesor. Cuando le preguntan por sus padres ella dice: mi mamá es maestra y mi papá es youtuber”. Y narra como, orgullosa, su hija cuenta entre sus amiguitos cuántos seguidores tiene “Filosofía en Minutos”.
Un deseo muy extendido entre los más chicos es expresar sus deseos de ser youtubers ante la pregunta sobre qué quieren ser de grandes. Denis comenta que no le parece descabellado: “Nuestra generación soñaba con jugar profesionalmente al fútbol o ser modelos. No veo que eso sea mejor que querer ser youtuber”.
Aunque aclara sobre los riesgos: “El poder de influencia del youtuber es muy grande y no se toma dimensión. Incluso algunos que no son tan conocidos llegan a tener uno o dos puntos del viejo rating de tv, algo que gran cantidad de programas de cable no miden”.
Consultado por algunos consejos que pueda dar desde su impensado lugar, el profe youtuber de “Filosofía en Minutos” deja tres: “Primero, es fundamental devolverle algo al que te mira. La parte del tiempo que gastó en vos y tu contenido debe tener respuesta o un like”.
“Segundo, es importante contar una historia personal, que conozcan y que les guste. Se nota mucho cuando uno finge, borré muchos videos por eso. Hay mucha gente interesada en lo que sea que tengas para aportar”.
“Y tercero, que en las redes hay mucho de mérito, es una meritocracia digital que por suerte no existe en la vida diaria. Ahí entra en juego la profesionalización, que no implica dedicarle 20 horas a la semana, sino organización con los tiempos y los contenidos. Yo subo un video todos los viernes y mis seguidores ya lo saben y lo esperan”.