La quincuagésimo primera edición de las Olimpíadas Internacionales de Química, desarrolladas en Francia, recibió a 578 jóvenes estudiantes de distintas partes del mundo. De esta competencia mundial, participó una reducida delegación argentina que estuvo a la cabeza de los mejores resultados, obtuvo una medalla de oro y una de bronce.
El equipo nacional estuvo integrado por tres competidores, de solo 18 años, acompañados por una docente. Hasta París viajaron Tobías Viola Aprea, del Colegio Nacional de Buenos Aires; Nicolás Manno, de la Escuela Hipólito Yrigoyen de la ciudad de Buenos Aires; Alejandro Altamirano, del Instituto General San Martín de Rosario; junto a Lorena Acebedo, química y docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
La competencia académica se realiza en el mes de julio de cada año, y está dirigido a estudiantes no universitarios de todo el mundo. El certamen, como todos los de este nivel, es de alta complejidad. Por un lado, el nivel de conocimiento técnico es muy exigente. Pero, también, los procedimientos y las reglas son muy estrictos ya que, por ejemplo, los jóvenes están aislados y no tienen permitido contactarse directamente con sus mentores.
Las medallas se asignan a partir de del puesto 1 al 37, en oro; del 38 al 101, en plata; y del 102 al 196, en bronce. En ese sentido, los chicos del equipo argentino tuvieron un destacado papel, logrando muy buenos puntajes. De acuerdo a los resultados conseguidos en los distintos exámenes, se ubicaron en una buena posición en la tabla general. Así, Nicolás Manno quedó en el puesto 15, por lo que obtuvo el oro. Y Tobías Aprea obtuvo un bronce, ubicándose en el puesto 105, a solo cuatro puestos la medalla de plata.
El joven ganador de la medalla dorada contó que la experiencia “fue muy linda, conociendo nueva gente, nuevas culturas, todos en el mismo lugar, reunidos por la misma pasión”. Y confesó que “me emocioné mucho cuando quedaban por entregar solamente las medallas de oro pero, a la vez, me dio cierto miedo también”.
El último oro conseguido por una delegación argentina en la competencia mundial de química fue en Tokio 2010. Ahora, este mismo equipo también será parte de la 24ª Olimpiada Iberoamericana de Química, que se desarrollará en septiembre en Portugal.
La competencia, nacida en Praga en el año 1968, recibe estudiantes de todo el mundo con grandes conocimientos de química. Pero, para nuestro país esta edición resultó muy especial: el equipo argentino obtuvo las medallas pese a los recortes presupuestarios que lo afectaron.
El Programa Olimpíadas Argentinas de Química es la plataforma nacional que permite formar y entrenar a los chicos y chicas de escuelas secundarias que participan de las olimpíadas mundiales. Su objetivo final es contribuir a mejorar las condiciones para la enseñanza de la química en los niveles preuniversitarios de todo el país. El año pasado, el plan recibió denuncias por un fuerte recorte presupuestario, de cerca del 23 por ciento, y hasta se generaron dudas sobre su continuidad. La profesora de Exactas de la Universidad de Buenos Aires, María Laura Uhrig, quien está al frente del Programa, explicó que “fue un año muy difícil, en el que sufrimos un recorte importante”. “Por primera vez participamos en una olimpíada internacional con tres integrantes en lugar de cuatro, y aún así los chicos dejaron todo, trabajaron muchísimo”, detalló y agregó que uno de ellos viajó fue por una beca de la organización internacional; si no, hubieran sido solo dos.
Asimismo, la mentora Lorena Acebedo, que acompañó a los chicos desde Buenos Aires, comentó que “se prepararon un montón pero tarde, debido a la falta de confirmación en la continuidad del programa”.
Acebedo hizo referencia a que, hasta fines del año pasado, no había recibido comunicación alguna por parte del Ministerio de Educación sobre su continuidad, lo cual impedía lanzar la convocatoria y comprometer el trabajo de las y los estudiantes que podrían participar. “Esto llevó a que confirmemos muy tarde a los chicos que iban a viajar. Una vez que los convocamos, le pusieron todo el esfuerzo por adquirir los conocimientos y habilidades experimentales necesarias. El progreso de los chicos desde que empezamos fue impresionante. Los tres tuvieron buenas notas pero esta vez el corte fue alto, hubo notas muy altas en general”, concluyó.
La falta de fondos también obligó a reducir la cantidad de acompañantes, una pata fundamental para la preparación y acompañamiento en la competencia. “La delegación fue reducida, con una mentora en lugar de dos”, afirmó Uhrig.
El trabajo de las mentoras es arduo. Entre otras cosas, para esta edición le dedicaron unas 15 horas a la traducción de cada uno de los problemas para que fueran perfectamente comprensibles para los chicos debido a la variación terminológica. Por fortuna y compromiso, la delegación nacional pudo sumar la colaboración de María Emilia Cano, química graduada de Exactas de la UBA que se está formando en Francia.
Con los buenos resultados y un camino nada fácil recorrido, Uhrig destacó el gran esfuerzo de las docentes y el desempeño de los chicos: “En épocas difícil, lo que nos queda es tratar de fortalecernos”, reflexionó.