Apenas 1 de cada 10 jóvenes (12,4%) del decil de ingresos más bajo cursa estudios universitarios en la Argentina. En el otro extremo de la pirámide social, en el decil más alto, casi la mitad de los jóvenes (46,0%) asisten a la universidad. Si se consideran también las carreras terciarias, se observa que el 17,5% de los jóvenes más pobres (decil 1) cursan estudios superiores, mientras que la cifra es del 52,3% para los jóvenes de mayores ingresos (decil 10).
Los datos surgen del informe "Desigualdad educativa en el nivel superior", del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman (Observatorio de Argentinos por la Educación). El documento analiza las desigualdades educativas en el ámbito de la educación superior. A partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), indaga en las asimetrías en el acceso y permanencia en el nivel superior, así como en otros trayectos postsecundaria.
El informe indica que la distribución del ingreso económico en la Argentina es desigual para los jóvenes de 19 a 25 años: hay mayor cantidad de jóvenes en los deciles más bajos de ingresos, y menor cantidad en los deciles más altos. El decil con más población joven es el número 2, mientras que el decil 10 (el de mayores ingresos) es el que incluye a menos jóvenes. A partir del decil 4, la caída en cantidad de población joven es constante.
Más allá de la brecha en el ingreso a la universidad, las cifras muestran que, a medida que avanza la carrera, se acrecienta el total de estudiantes que pertenece a los deciles de mayores ingresos, mientras que los estudiantes de los deciles más bajos tienden a representar un porcentaje cada vez menor de la población universitaria.
En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el quinto año.
Además de la desigualdad en el acceso a la universidad, también hay asimetrías en el acceso a los estudios terciarios, aunque en este caso no hay un patrón tan claro respecto a la distribución por ingresos. Son los deciles intermedios (5, 6 y 7) los que concentran la mayor cantidad de estudiantes que cursan carreras terciarias (en torno al 10%), mientras que la proporción de jóvenes que eligen esta opción desciende a 6% o menos entre los más ricos (decil 10) y entre los más pobres (deciles 1-2).
Ivana Templado, coautora del informe, explica: "La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes. Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo".
Durante el 2022 está previsto inaugurar otras cinco universidades nacionales, todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
"Es conveniente analizar las políticas que desde el Estado se han tomado para intentar resolver un modelo que resulta regresivo en sus resultados (los que más tienen reciben una mayor recompensa). Si bien es cierto que la apertura de nuevas universidades nacionales en localidades de los cordones más vulnerables del conurbano facilitó la llegada de estudiantes de primera generación universitaria, el sistema continúa siendo expulsivo para aquellos alumnos provenientes de los sectores de menores ingresos, a pesar del libre ingreso", señala Marcelo Rabossi, profesor e investigador de la Universidad Torcuato Di Tella.
En el decil 1, casi la mitad de los jóvenes no estudian ni trabajan (48,8%). Esta proporción desciende a medida que crecen los ingresos, y alcanza su nivel mínimo en el decil 9 (6,4%). La proporción de jóvenes que trabajan (en promedio, 1 de cada 3) no presenta grandes variaciones entre los distintos niveles socioeconómicos, aunque sí es más baja en el decil 1, donde solo el 23,3% de los jóvenes tiene trabajo.
Además, el informe da cuenta de que hay un porcentaje significativo de jóvenes de 19 a 25 años que aún se encuentran cursando la escuela secundaria: 1 de cada 10 jóvenes de los sectores más pobres (deciles 1-3) son estudiantes de nivel medio. En los deciles más ricos (8-10), la cifra es 3 veces menor.
"Pese a que desde el punto de vista legislativo nuestro país ha avanzado, las desigualdades sociales son cada vez más graves, dado que desde hace ya muchos años la pobreza, la informalidad e incluso la indigencia están aumentando. A esto se suma que la educación ha dejado de ser, como lo fue a partir de Sarmiento y durante muchas décadas, la herramienta probablemente más eficiente que tuvo la Argentina de igualación democrática y ascenso social", advierte al respecto Pablo Jacovkis, secretario de Investigación y Desarrollo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
En todos los niveles de ingreso, los varones acceden menos que las mujeres a los estudios superiores. Las mujeres tienen mayores niveles de participación tanto en la universidad como en el nivel terciario. En el decil de ingresos más bajos, solo el 11,9% de los varones jóvenes cursan estudios superiores (terciarios o universitarios), mientras que la cifra se duplica para las mujeres (22,4%). En el estrato alto se reitera esta diferencia de género: en el decil 10, el 47,6% de los varones jóvenes cursan estudios superiores, mientras que para las mujeres la cifra asciende al 58%.
Marcelo Rabossi, profesor de Especializaciones y Maestrías en Educación en la Universidad Torcuato Di Tella, entrevistado por radio Mitre acerca del informe, acentuó que "el problema más grande es que los chicos abandonan, lo que genera un gran impacto porque el mercado de trabajo está requiriendo competencias". Y agregó: "Estamos ingresando en la cuarta revolución industrial. Se necesita no solamente de los conocimientos técnicos, sino también desarrollar habilidades blandas: capacidad de liderazgo, trabajar en equipo, etc. Los sectores de bajos recursos no están teniendo acceso a esto, y la posibilidad de acceder a un mejor trabajo y salario es menor".