Domingo 26.5.2024
/Última actualización 12:18
Fabiana Rodríguez tiene 55 años y es directora de la Escuela Nº 1139 “Pedro Miguel Romano Ahumada”, ubicada en la Isla del Espinillo, frente a la ciudad de Rosario. También es maestra de primaria, junto con otra de nivel inicial, porteros, asistentes escolares, cocinero y ayudante de cocina.
Para llegar a la escuela todos los días cruzan desde Rosario en una canoa con motor fuera de borda. Fabiana cuenta que se acomodan al tiempo: “Hoy que amanece más tarde salimos entre las 7.30 y 7.45. Por lo general tenemos que llevar agua. La escuela no tiene agua potable, juntamos de la lluvia a través de un sistema de cisterna. Algunos días tenemos que traer la mercadería o donaciones. Ahí emprendemos el cruce”.
Para llegar a la escuela, Fabiana y su esposo debieron adquirir una embarcación. Antes los cruzaba el portero. Cuando falleció, primero los cruzaban las propias familias y luego empezaron a buscar una canoa. Para poder comprarla “tuvimos que sacar dos créditos, uno cada uno. Yo no tenía nada que ver con el río y hoy tengo todo que ver. El universo me trajo a este lugar, que me atrapó y me siento parte de este lugar”, cuenta.
Ser “seño” en la isla
Ser maestra isleña es algo totalmente distinto. “Tan cerca de la ciudad, pero tan lejos. Es otro mundo. La escuela es muy personalizada porque tenemos un trato muy cercano con los chicos, con el personal somos un todo. Soy la directora y también la maestra, pero soy una compañera más. Nos arremangamos, todos somos necesarios en cada una de sus funciones porque entre todos hacemos la escuela. Es una escuela muy física porque hay que ponerle mucho el cuerpo. Acá se cae un árbol, se cae un tejido, entra un animal y hay que sacarlo o se rompe algo. Casi todo de peso. Eso también hace a las personas que estamos acá”, describe.
Fabiana tomó el cargo en plena pandemia. Explicó que “la escuela es un lugar muy atesorado por toda la comunidad porque es la presencia del Estado en la isla. No hay otra presencia más cercana, salvo una comisaría en El Charigüé, que está muy lejos de acá. Así que la presencia de la escuela es muy fuerte. Somos como una oficina pequeña de Ansés, un centro pequeño de salud y hasta una fotocopiadora”.
Todos los días, la seño se cruza en una embarcación.La educación como proceso mágico
Fabiana hace hincapié en acercar a los chicos la posibilidad de aprender a leer y escribir. “Creo que esa herramienta, que comienza en el hogar, se termina de amasar en la escuela, con nosotros, con los docentes. Es árduo, porque no siempre es fácil, está en la habilidad del docente poder hacer que fluya y se dé la magia. Ese momento en que el chico se da cuenta que uniendo eso que está escrito, que para él eran dibujitos, tiene un sonido que puede estar leyendo, es mágico”.
No se sabe cuándo va a ocurrir ese proceso de aprender a leer, por eso Fabiana dice que para ella “nunca fue una opción faltar, ni acá, ni antes. Tengo 20 años de servicio en la docencia, no me parece posible por mi formación misma y por mi forma de ser. He faltado muy pocas veces pero por una necesidad extrema. Yo soy feliz donde estoy, me gusta lo que hago y hoy con mis 55 años me siento plena en donde estoy y lo que logré. Así que me gusta venir a trabajar”.
"Yo soy feliz donde estoy, me gusta lo que hago y hoy con mis 55 años me siento plena en donde estoy y lo que logré. Así que me gusta venir a trabajar", dijo.Reconocer el camino
Hizo referencia al programa a la Asistencia Perfecta del Gobierno provincial: “No me parece mal que se reconozca el trabajo o el proceso que tiene un docente dentro de una escuela y que se esmera por lo que hace. Sé que hay complicaciones que a veces no nos permiten ir. No lo entiendo como un presentismo, eso sería otra cosa. No nos van a descontar por no venir o por faltar, sino que es un reconocimiento a aquellas personas que venimos todos los días y trabajamos. Es sentir un poco el apoyo de parte del gobierno”.
Fabiana afirma que el hecho que se reconozca el trabajo que hacen los docentes siempre está bien. Todos ponen su granito de arena y hacen mucho esfuerzo, no solamente en la isla, sino en las ciudades, donde hay muchas situaciones. “Está bien que se nos reconozca el servicio a quienes vamos todos los días, tenemos ganas y ponemos el cuerpo”.
Soñar con la posibilidad de soñar
Fabiana cuenta que los chicos de la escuela aman la isla, donde viven, y no tienen problema en decir que ellos van a ser pescadores. “Lo mejor que les puede pasar es poder elegir, como yo tuve posibilidad de elección para venir acá. La educación abre caminos. Lo importante es que la escuela sea un puente para que ellos tengan herramientas para crecer y sean lo que tengan ganas de ser en lo mejor que puedan”.