“Abel Pintos es un cantante argentino de folclore y pop latino. Nació el 11 de mayo de 1984 el en la localidad de Ingeniero White, Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires.
“Abel Pintos es un cantante argentino de folclore y pop latino. Nació el 11 de mayo de 1984 el en la localidad de Ingeniero White, Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires.
Su comienzo como cantante se remonta a sus siete años de edad en un homenaje a José de San Martín realizado en su colegio primario”. (Eso dice el Ciberespacio).
Se ubica a Raúl Lavié como el primero que vio (oyó) su voz y lo imaginó cantante popular en serio. Su primer trabajo está patrocinado por León Gieco, de modo que se suman Lavié, el rosarino y Gieco, de Cañada Rosquín, provincia de Santa Fe, por tanto otro santafesino, como los que advirtieron en el muchacho algo más que un entusiasta.
El resto es el festival de Cosquín o, como el mismo dice, “un cantor de Festivales, donde nos encontramos con los que escuchan”, refiriendo que, en estos meses del verano o, al menos, el tiempo sin lluvia, deben salir a eso, a cantar.
En el Teatro Tronador de Mar del Plata (pongamos, 800 butacas total/total, para no discutir) doce recitales de lunes, martes y miércoles de enero, puestos a la venta el año pasado, e inmediatamente resueltos on line, lo deja como un espectáculo de teatro. No es lo mismo. Ni en la velocidad de venta, como tampoco en el entusiasmo y el comportamiento.
El comportamiento de un actor en un escenario y del público de una plaza... o de un Luna Park, no es el de la butaca de la primera fila de un teatro. Digo actor con seguridad. Ya no solo es un cantante.
El Teatro Tronador, el último construido en una ciudad “espectacular”, recordemos que Mar del Plata se anuncia como la ciudad con mas de 250 números de todo tipo en cada temporada y eso no es igual, no lo puede ser, no lo es, a un show en cualquier lugar, en otro.
En el Teatro Tronador, con sus maderas, su techo, su “vuelo” el sonido debe acostumbrarse. En el primer show, lunes 2 de enero del 2022, tardó mas de cinco temas en “acomodarse”.
El espectáculo no, ese fue por su propio sendero. Los alaridos de un recital estuvieron y no suenan igual en un sitio como el mencionado, pero las voces cantoras desde las plateas pusieron al espectáculo en la categoría de fenómeno.
“Todas las voces todas”, diría el texto poético de Tejada Gómez, acompañaban al muchacho cantor, alto, desgarbado, con movimientos que parecían de una garza, de un flamenco, de un Nowitzky (su pose de Flamenco) de un Juan Luis Guerra, tan desgarbado y tan a tiempo, a ritmo, finalmente de un Abel Pintos que es un poco eso y allí empieza el asombro.
Teclados, dos guitarras, bajo, una bata, en algunas canciones dos vientos y a veces un acordeón, dos voces femeninas para coros, poco mas. El resto Abel.
Abel Pintos canta canciones de amor y desamor. Su tema es ese. No hay denuncias al aire de la nada ni ecología como protesta, no hay nada más que lo que dice este destrabalenguas. “Todo lo que precisas del amor es una canción de amor”. Es lo que oferta, lo que cuenta, con señales y con su cuerpo estremeciéndose muestra eso sin excentricidades y sin pudor.
Su voz, aquella voz de los primeros temas, está mas serena, igual de clara. No es un bolero, no es un rock furioso, no es una romanza, no es un rap, no es un feroz cuartetazo ni una bachata y no es nada que separe el texto del arreglo (cuidadísimos para ese fin, no distraer) y del decidor.
Abel va por la desdicha, el reencuentro, la espera y el adiós. Tal vez se “aflamenque” en algunos temas y en ningún caso está el tango o aquel folk de los primeros materiales. Se han ido.
No es metáfora indicar que “La llave” fue la que abrió este sendero (2007 sostienen los datos puros y duros) y en el show en El Tronador la canta con un tono de intimidad al que luces y escenario (solo una guitarra acompaña) terminan por definirla de otro modo; no es aquella pero viene de la primitiva versión donde soltaba su voz por todo lo alto. Podría entenderse así: desde esta canción comenzó un Abel que llena teatros, parques, canchas. Abel se lo reconoce, pero ya va por una larga elegía romántica (que otra cosa es eso, ¿no?) donde ése tema es una referencia no un eje.
Mientras el mundo musical/comercial hacía lo suyo desajustando timbres, complicando el castellano, simplificando casi hasta la brutalidad y la ignorancia la rima y el compás, Abel Pintos resumía en un punto lo suyo: todo lo que oferto es una canción de amor.
“A un costado del olvido, mis sueños madurarán, reventando en luz: florecidos. Cuando llegue el alba viviré, viviré...” (Eulogio Abel Figueroa / Waldo Belloso; autores) es el verso de “la vuelta” en una zamba que fue un éxito de Cafrune y que un Gieco primitivo cantó y re versionó en un dúo con Abel Pintos. Podría ser una definición de lo que ha hecho con su vida profesional el muchacho de Ingeniero White.
Como deuda de la madrugada debería preguntarme qué hice, qué escuché mientras Abel maduraba hasta este delirio que provoca con sus canciones en las jóvenes que, en la platea, lo acompañan en todos sus temas a grito pelado (ellas) con decoro e intimidad el cantor (Abel) en esta oportunidad por dos horas. Generosas. Sencillas. Sin embustes.
Ya en la calle pensé en un poema: “AMOR SE FUE. Amor se fue; mientras duró de todo hizo placer. Cuando se fue, nada dejó que no doliera” (Macedonio Fernández)... pero el viejo era incapaz, con algo tan bello, hacer una canción. Se lo pienso enviar al cantor. Tal vez haga algo, está en su cuerda.