Jueves 13.4.2023
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Las huellas del paso del tiempo, que son inexorables, están presentes en su cuerpo y en su rostro. Sin embargo, a los 93 años Héctor Alterio conserva el mismo brillo en sus ojos que hace medio siglo. Esta semana, el actor recibió un cálido homenaje de parte del Ministerio de Cultura de la Nación.
Durante el desarrollo del acto, que se celebró en Buenos Aires, Alterio expresó: “han pasado 93 años y los recuerdos se agolpan, se mezclan, se distorsionan. Veo un muchachito flacucho y narigón andando en bicicleta por el barrio de Chacarita que encontró el modo de hacerse un lugar en ese vasto mundo haciendo que la gente se divierta con sus payasadas. Y así fue como los personajes me ayudaron a encubrir la timidez y lo siguen haciendo”.
Esos personajes de los cuáles él mismo habla, en especial los que desarrolló en el cine, a lo largo de más de un centenar de película en Argentina y en España, no solo “encubrieron su timidez”. Sino que fueron un espejo para miles de espectadores, que gracias a las creaciones de Alterio se conmovieron y reflexionaron. De todo ese vasto universo, están los que gestó para cinco películas icónicas de la cinematografía nacional del último medio siglo.
“La tregua” (1974): en la adaptación que hicieron Sergio Renán y Aida Bortnik de la novela homónima de Mario Benedetti, Alterio interpreta a Martín Santomé, un viudo de 49 años ahogado por la rutina que descubre en el inesperado romance con una joven compañera de trabajo un intervalo a esa “muerte en vida”. Este film, en el que muchos leyeron una metáfora de la situación del país en los años previos al golpe de 1976, el trabajo de Alterio es la columna vertebral. El actor propone un pasaje desde el rictus de amargura de las primeras secuencias, vinculado a la falta de horizontes, a la risa sincera cuando redescubre el amor y de nuevo al desaliento final cuando termina la “tregua” que en verdad conmociona.
Foto: Archivo“La Patagonia rebelde” (1974): la película de Héctor Olivera basada en el libro de Osvaldo Bayer reconstruye episodios de las huelgas emprendidas por obreros del sur en pos de mejoras laborales. Cuando el conflicto se agudiza, el gobierno de Hipólito Yrigoyen envía a un militar, Zavala, para restablecer el orden. Justamente este es el personaje que le toca a Héctor Alterio. Tal como está formulado por el actor, representa una reflexión crítica sobre el poder. En primer término, Zavala intenta una negociación con los obreros para hallar una salida consensuada. Cuando esta vía falla, saca a relucir su costado sanguinario. No solo envía a fusilar a los cabecillas de la revuelta, sino que lo hace con inusitada crueldad, para así evitar nuevas acciones. Construir villanos creíbles no es tarea fácil, pero Alterio lo logra brillantemente.
Foto: Aries Cinematográfica Argentina“La historia oficial” (1985): la primera película argentina en ganar un Oscar le debe gran parte de su funcionamiento a Héctor Alterio. Si Alicia, la profesora de Historia que encarna Norma Aleandro constituye el núcleo, en tanto sintetiza al sector de la sociedad que se ve obligada a mirar de frente el doloroso pasado de la dictadura tras una cómoda indiferencia, su marido Roberto (el personaje de Alterio) representa la complicidad de diversos sectores sociales con los militares. En Alicia, hay un evidente cambio cuando descubre que su hija adoptiva proviene de un secuestro ilegal. Roberto, sin embargo, termina de configurar su fisonomía monstruosa cuando, al final, ejerce la tortura con su propia esposa.
Foto: Historias Cinematográficas, Progress Communications“Caballos salvajes” (1995): el que hizo Alterio para la exitosa road movie de Marcelo Piñeyro tal vez sea el personaje más icónico generado por el actor. De hecho una escena de la película (aquella en la que expresa la famosa frase “La puta, que vale la pena estar vivo”) figura entre las más famosas del cine argentino de los últimos 40 años. De hecho, la fuerza que mueve los engranajes del film es José (Alterio) un veterano dispuesto a arriesgarlo todo por una causa que considera justa. Justamente su apego a un ideal, en una época de frivolidad y materialismo y destrucción de utopías es justamente lo que modifica las vidas de Pedro (Leonardo Sbaraglia) y Ana (Cecilia Dopazo) dos veinteañeros desencantados.
Foto: Mandala Films, Prime Films, Artear“El hijo de la novia” (2001): El Oscar que ganó Campanella por “El secreto de sus ojos” tal vez eclipsó en parte a esta bellísima películas de principios del siglo XXI, que funciona como una oda a los aspectos sencillos y cotidianos de la existencia. Ricardo Darín está perfecto en su papel de un hombre que se siente esclavizado por el trabajo, pero Alterio compone al personaje más conmovedor: Nino Belvedere, que mantiene vivo el amor por su pareja (Norma Aleandro) que sufre de Alzheimer. Hay escenas del film que le pertenecen por completo a Alterio, en especial aquella en la que le propone matrimonio a Aleandro, para cumplirle el sueño de casarse por Iglesia. No le hacen falta palabras, bastan miradas y gestos.
Foto: Pol-Ka Producciones, Jempsa, Patagonik, Tornasol Films