Sábado 3.8.2024
/Última actualización 14:07
Bárbara Verino realiza su bautismo de fuego con Gallos de los vientos, un conjunto de quince cuentos cortos reunidos bajo el trabajo de edición de La Gran Nilson Editora; un pequeño sello editorial que desde Buenos Aires, con la dirección de la poeta y escritora María Alejandra Correa Giménez, viene poniendo atención en escritores residentes en la ciudad de Rosario. Las recientes publicaciones de A veces el mundo es un buen lugar (Cristian Bautista), Después de la siesta (Fernanda Trebol) o Podré recordarte sin que me interrumpas (Beatriz Vignioli) dan cuenta del interés editorial por los vientos literarios de la ciudad.
Si hablamos de vientos, hay que decir que muchas de las historias contadas en el libro de Verino fueron lanzadas al aire, en el espacio literario que ofrece la contratapa del suplemento Rosario/12, revista Burak o Ciudad Gótica. Pero la pregnancia que el libro ofrece, siempre es de celebrarse y Bárbara lo hace forjando el silbante de un tono que viene trabajando desde sus primeros pasos en los seminarios y talleres de escritura de Alma Maritano, Laura Rossi, Sonia Scarabelli o Pedro Mairal.
Un libro es una ventana que se abre, un universo que se expande podríamos decir parafraseando a Lila Gianelloni. Un punto que muy bien se aplica a la narrativa de las historias de Bárbara. La autora logra por medio de su prosa abrir la palabra, expandiendo el lenguaje y con ella sumerge al lector en un efecto completamente inesperado. Las elipsis que atraviesan las historias cortas, laten con fuerza y le otorgan un eje conceptual al libro, que gira entre la arquitectura minuciosa del paisaje urbano y los hábiles trabajos del viento en el ecosistema silvestre. Entre los dos polos se tejen las historias realistas, donde conviven las huellas de la infancia con las armas de la adultez, la vuelta del exilio y el eterno retorno de la partida. Un mundo que se achica y expande en su vacío. Paradojas que se personifican. “Laura estaba contenta ese día y no quería arruinarle el momento. Había conseguido un nuevo trabajo con un contrato menos precario y ya no tendría que atender centenas de llamadas diarias por tres euros la hora. En un intento de contener las palabras de amargura, Anabel las fue derramando una a una, sin freno. Laura escuchaba”, escribe en el cuento “Nada que repartir”.
En la circularidad del libro, aquella marcada por una historia que es un retorno de Madrid y un final, que es un nuevo exilio, se figuran la mirada subjetiva desde distintos momentos de la vida sin caer en confesionalismo, “para ella el mundo es inmenso; no intenta recorrerlo en dos días, pero tampoco está dispuesta a esperar que levanten más paredes de las que hacen falta” escribe en “Silencio y fuga”.
Otro punto a destacar en los cuentos donde predomina el paisaje urbano, es el bar como sitio de encuentro, desnudando la influencia de la literatura Hemingwayana en la autora. El bar emerge como síntesis del urbanismo estructural que desesperanza a las personas en la batalla contra la vorágine del tiempo, pero allí, en el bar, hay un lugar para estar y testificar la dinámica de la vida. El bar, el espacio donde la existencia se ficciona y la compañía es una ilusión, una escucha, un encuentro. Un estar. Un espacio urbano que Ernest muy bien utiliza en sus cuarenta y nueve cuentos reunidos y en sus novelas, como Fiesta (1926).
Gallo de los vientos es el primer libro de Bárbara Verino, pero muy bien podría ser el tercero, el quinto. El oficio de escritora está en la artesanía de un talento que se muestra línea a línea, abriendo las hendiduras de una vida que late y se captura en el instante preciso, para ser narrada. Verino familiariza al lector con la madurez de una pluma certera y entrenada, “que nos conmueve con su contundencia” como escribe Lisandro González en la contratapa.
Gentileza-¿Cómo nace la recopilación de estos relatos?
-Hay una selección de relatos que van desde 2018 a 2022 y alguno en 2023. Fui cambiando la selección donde entraron dos relatos y salieron otros dos que no me convencían más. Creo que en todos hay una constante en el tono y la forma de mirar.
-¿Hay una búsqueda especial en estos relatos?
-En su mayoría son relatos urbanos, de intimidad y donde no busco el gran acontecimiento. También hay una intención en cuanto el uso de la elipsis para no contar todo y dejar más espacio para que complete el/la lector/a.
Hay una búsqueda en no presentar el gran conflicto, sino que se vaya desparramando por todo el relato, que en algún caso sea hasta denso, aunque se trate de situaciones cotidianas y para nada extraordinarias. Busco historias mínimas, donde lo que se prioriza es la atmósfera y el efecto sensorial.
Algunos relatos se desarrollan en bares donde hay un personaje que confiesa y otro que escucha, y donde hay algún tipo de relación de ternura entre el que cuenta y el que escucha.
-El libro tiene un sentido de circularidad
-Luego la niña del primer relato que se llama “Una taza de té” es la misma niña de “El último almuerzo”, cuento que cierra el libro.
En “Una taza de té” presencia la muerte de su madre y en “El último almuerzo” asiste al retorno definitivo del hermano de su padre (tío), tía y primos a España.
Hay relatos en los dos lados del charco: España y Argentina. Es algo que tiene que ver con mi propia vivencia de haber vivido siete años en Madrid y de la familia de mi abuelo materno. La niña del primer relato está inspirada en mi madre que quedó huérfana muy joven.
-¿En qué está inspirado el cuento “Gallo de los vientos”?
-En una canción de Lucho Guedes que se llama “Las medias y la cordura” y canta Nadia Larcher. Hasta que no encontré el relato que abría y cerraba no pude cerrar el libro. Di algunas vueltas.
-Escribís hace mucho, ¿cómo fue el paso a publicar?
-Algo importante es la idea de publicar nace del impulso de Laura Rossi con quien hice taller de escritura y de la insistencia de Fer Trebol para que lo soltara de una vez.
Hay una frase de Alejandra Kamiya en la presentación de su último libro en la Biblioteca Argentina que me despertó: "una pública para dejar de corregir".
Con respecto a la escritura, siempre escribí y siempre lo disfruté mucho. Me encantaban las redacciones en la primaria. Y las maestras me incentivaban. A los 16 empecé el taller de Alma Maritano que fue para mí una gran maestra y publiqué unos relatos breves en Ciudad Gótica.
Bárbara Verino nació en la Plata y vive en Rosario. Es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Rosario y realizó estudios de posgrado en comunicación, gestión política y cultural en Madrid.
Participó de talleres y seminarios de escritura con Alma Maritano, Laura Rossi, Sonia Scarabelli, Pedro Mairal y en Casas de Letras.
Colabora con notas de cultura y reseñas de libros para medios digitales de Rosario y Madrid. Publicó relatos en Burak, Rosario/12 y en la mítica revista literaria rosarina Ciudad Gótica. Participó de la antología Un jardín Salvaje, en 2023, junto al colectivo literario Grillos de celofán.