Cristina Pepe, coordinadora del espacio, celebra junto a sus compañeros un cuarto de siglo de encuentros destinados a explorar el mundo de la literatura. Un espacio de resistencia ante la invasión tecnológica, donde los participantes comparten emociones, interpretaciones y reflexiones.
“La dinámica no termina en los encuentros, prosigue en el whatsapp del grupo, donde se comparten notas y entrevistas sobre los temas abordados”, contaron desde el taller.
Foto: Gentileza El Retablo
El taller de lectura para jóvenes y adultos que funciona en El Retablo celebra este año sus 25 años de labor ininterrumpida. El sentido principal de este espacio, que funciona cada viernes por la tarde, es el de compartir sensaciones como la alegría, la curiosidad y el asombro que produce el acto de leer. Cómo repitió más de una vez su coordinadora, Cristina Pepe, trabajar en forma conjunta en el abordaje de autores diversos que a través de su escritura lograron “una epifanía propia y una epifanía para con los lectores”.
Invitada a recordar los motivos que la impulsaron a crear este espacio hace un cuarto de siglo, cuando la sala de El Retablo recién se estaba terminando de armar en su actual ubicación de Moreno 2441, Cristina debió hurgar en su propia biografía. “Tengo una relación muy profunda con la lectura desde muy chica propiciada por mis padres. En mi casa hubo televisión recién cuando yo tenía 15 años y no era común tener televisión. No es que esté en contra de ninguno de los medios tecnológicos, pero me ayudó mucho no tener pantallas. Me convertí en una lectura muy ávida de conocer otras geografías, otros seres y otras cosas a través de los libros”.
Gentileza El Retablo
“Como siempre le digo a la gente que tengo acerca de mi taller y como le he dicho toda la vida a mis alumnos tanto del secundario como de los profesorados, es necesario que haya un iniciador, un mediador de la lectura que puede ser una madre, un padre, un tío, un hermano, un amigo, un maestro. Es deseable también que sea también un maestro o un bibliotecario pero no necesariamente tiene que llegar el chico a la escuela para ser iniciado en el mundo de la lectura”, indicó.
“La idea de hacer este taller también surgió de los muchos años de docencia y de ver cómo cada vez la gente no solo leía menos, sino leía mal es decir, leía literalmente, sin profundizar sin llegar a lo que para mí es fundamental, que es la interpretación de lo que se lee”, remarcó. “La lectura es un viaje, primero, que se hace entre el que produjo el texto y el lector. Un viaje interior que es muy importante porque uno no vuelve igual de una lectura buena de una obra interesante. Es un viaje hacia otras geografías, otros personajes, otras problemáticas, otras épocas. Un viaje del cual uno se vuelve enriquecido”, subrayó.
“Empecé a dar clases en 1972 y seguí durante 37 años. El taller lo empecé en 1998 y después ya en 2009, cuando me jubilé, pude dedicarme mucho más a pleno. Y vi la caída de la lectura en un montón de sentidos. No solo por la invasión de toda clase de pantallas. Que invadieron mal porque todo lo que viene de la tecnología no es ni malo ni bueno, es como se usa. Vi la caída del pensamiento propio, de ser crítico ante lo que uno ve y escucha. Debe tomarse el tiempo necesario”, apuntó luego. De modo que, más que nunca, el taller que dirige Cristina Pepe emerge como un ámbito de resistencia.
A lo largo de los años se leyeron muchas y variadas obras, autores como Cervantes, José Hernández, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Marco Denevi, Miguel Hernández y muchos otros. “Ahora por ejemplo, vamos a abordar a Eladia Blázquez a través de sus letras”, explicó Pepe. “Mi balance es muy positivo. Como digo, aprendí muchísimo aprendo cada día aprendo porque la idea es que yo coordino, no soy la profesora. Coordino, escucho, voy viendo, testeando por dónde van los intereses. Somos 15 o 16 personas, no solo es un grupo que comparte la lectura, sino que compartimos buena parte de la vida”, finalizó.
Un abanico de emociones
Patricia Basualdo se incorporó al taller de lectura de sus inicios y continuó ininterrumpidamente hasta el presente. “La experiencia de leer en grupo resulta muy gratificante y enriquecedora. Nos acercamos a los diversos autores y autoras previa a la contextualización que realiza Cristina, nuestra coordinadora, lo que nos permite una comprensión más profunda. Luego de la lectura comienza el proceso activo como lectores y lectoras. Comentamos nuestras opiniones, qué nos sugiere el texto y generalmente se da algo muy interesante que es la intertextualidad, relacionando lo que estamos leyendo con lecturas anteriores”, expresó al compartir su experiencia con este medio.
Gentileza El Retablo
“En el taller de lectura se nos abre un abanico de emociones y sentimientos, y sin darnos cuenta aparecen aspectos de nuestras vidas, que compartimos ante la escucha atenta de nuestras compañeras y compañeros. Nos asombramos, nos alegramos, nos divertimos y también nos enojamos con los distintos textos. Y siempre surgen preguntas y más preguntas. Y por supuesto a veces coincidimos y otras tantas disentimos. Aquí es cuando se pone más interesante porque las distintas miradas nos acercan a un aspecto de la realidad que no veíamos o no queríamos ver. Afortunadamente este disenso transcurre en un ambiente de mucho respeto y afecto”, indicó.
“Pero la dinámica del taller no termina en cada encuentro de los viernes, nos quedamos con ganas de seguir y en algunas oportunidades continuamos en el whatsapp del grupo, compartiendo notas y entrevistas sobre los temas que hemos abordado. Hay algo que quiero destacar que nos demuestra la identificación que hemos logrado con el taller de lectura. Dos de nuestras compañeras se fueron de la ciudad por motivos laborales y siguen participando de los encuentros vía Skype”, expresó.
Por último, manifestó que a lo largo de estos años participó mucha gente valiosa en el taller, en particular recordó a personas que ya no están, como Elsa Hufschmid y Mary Berón.
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