"La clase de la tarde": una trama íntima sobre el amor, la familia y la soledad
En su nuevo libro, Laura Kogan mezcla vivencias personales con un contexto social marcado por la crisis, para profundizar en la complejidad de la identidad, el amor y la soledad. Lo hace a través de personajes que enfrentan decisiones cruciales en un entorno hostil y cambiante.
"Los personajes tienen sus condicionamientos, su historia familiar, sus miedos, su lenguaje, sus deseos. Con eso trabajo", señaló Laura en una entrevista. Foto: Gentileza Mansalva
Laura Kogan es bioquímica. Esa profesión la llevó a trabajar en la Universidad de Buenos Aires y en la salud pública, como docente, investigadora y gestora de programas sanitarios. Pero cultivó también otra faceta: la de poeta y narradora. Este otro camino vital le permitió ver, en 2017, su primera novela “Un barco”, publicada por Mansalva. En marzo, llegó su nuevo libro, titulado “La clase de la tarde”, en la cual confluyen sus múltiples áreas de experiencia. “Supongo que todo influye. Haber vivido influye. Una es siempre lo que es y anda siempre con lo puesto, dice la canción”, expresó a este medio cuando se la invitó a hablar sobre su flamante publicación.
“La clase de la tarde” es una novela centrada en Emilio, un matemático y docente universitario que de un día para otro decide estudiar filosofía. “A través de un aviso en un diario conoce a Blas, un profesor con el que comenzará a tomar clases. Durante esos encuentros, el protagonista se abre a nuevas reflexiones que lo llevarán a replantearse la aparente estabilidad de su matrimonio con Marta, la crianza de su hijo Santiago, un adolescente sordo, y la relación con el cuerpo y el deseo cuando la necesidad y el desencuentro lo atraviesan”, señala la sinopsis.
Gentileza Mansalva
El origen
“La novela empezó con el personaje de Emilio”, expresó Laura a este medio. “Un hombre que quiere estudiar o leer sobre los presocráticos, que tiene un hijo sordo, que tiene cierta insatisfacción en su vida”. Y lo unió con sus propias experiencias.
“Mi generación vivió muchas crisis. Los años 90, que terminaron en forma catastrófica con la crisis del 2001, empezaron a partir de la funesta experiencia de la hiperinflación. Fue una experiencia surrealista, casi lisérgica sino hubiese sido tan desesperante. Al principio, con la convertibilidad, se calmaron las cosas y había un clima de éxito que se fue dando de narices con experiencias de desempleo, exclusión, de desintegración social. Detrás de las variables macroeconómicas hay personas de carne y hueso que se levantan cada mañana para hacer sus vidas. ¿Cómo son esas vidas? Había también cierto aire de banalidad, de lujo chabacano, el “pizza con champagne” que producía perplejidad, que no es otra cosa que violencia simbólica. No tengo trabajo, no tengo para comer y en las revistas aparecen mansiones de ricos y famosos mostrando como decoraron el living o experiencias de viajes suntuosos por lugares exóticos”.
“Emilio se siente fuera de foco, tratando de vivir su vida atravesado por sus circunstancias personales. Me parecía interesante ese contraste entre el mundo real y su construcción subjetiva, lo que le pasa a él y a su entorno, cómo se las arreglan, pero no sólo desde el punto de vista material”, agregó.
Gentileza Mansalva
Personajes mosaicos
-¿Cómo abordás la construcción de personajes complejos que se ven afectados por la hostilidad del entorno y sus propias decisiones?
-Intenté pensarlos de a uno por vez, que es como ocurre con todos nosotros. Somos personas únicas, cada experiencia es singular. Lo armé como un mosaico. Los personajes tienen sus condicionamientos, su historia familiar, sus miedos, su lenguaje, sus deseos. Con eso trabajo. El entorno existe pero ¿sabemos claramente cuánto y cómo nos determina en el momento en que tomamos nuestras decisiones? Tengo más preguntas que respuestas en este sentido.
Construcciones provisorias
-“La clase de la tarde” toca temas universales como el amor, la familia y la identidad. ¿Cuál es tu enfoque al abordar temas tan amplios desde una perspectiva personal y argentina?
-Intento, no sé si lo logro, que esos “temas” aparezcan a medida que la acción progresa, que surjan de las peripecias de los personajes, de sus acciones y omisiones, de la interacción entre ellos. Esas peripecias están situadas en un contexto socio histórico, podríamos decir, pero va más allá de lo que sucede, lo pienso como un paisaje de fondo. Los personajes van construyendo su idea del amor, de la familia, de su identidad. Son construcciones provisorias.
Gentileza Mansalva
A solas con los fantasmas
-Hay una cita que dice “nadie puede decirte qué sentir, ni cómo sentir, ni qué hacer para tolerarlo. Esto también es una soledad”. Resuena profundamente. ¿Podrías compartir cómo este tema de la soledad y la autonomía emocional se entrelaza con la historia de tus personajes?
-Eso es algo que Emilio dice en relación a la crianza de su hijo. Si bien está acompañado y hay un denominador común respecto a algunos temas, lo que siente es privado e intransferible. La angustia, la incertidumbre son de él. Los personajes están solos en sus decisiones, porque más allá que hablen con otros, tarde o temprano se confrontarán consigo mismos. A los fantasmas se les habla a solas.
Buenos momentos
Consultada, por último, respecto a sus expectativas respecto a la experiencia que desea que los lectores se lleven después de leer “La clase de la tarde” fue breve y directa: “Quiero que la pasen bien”.
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