Lunes 12.2.2024
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En la madrugada del 26 de diciembre de 1980, un audaz grupo de ladrones saqueó la sala del Museo Nacional de Bellas Artes, de la ciudad de Buenos Aires, donde se exhibían siete piezas de porcelana y jade, así como dieciséis pinturas impresionistas de renombrados artistas como Matisse, Renoir, Gauguin, Cézanne y Lebourg, valuadas en veinte millones de dólares. A pesar de una intensa investigación que incluyó torturas y detenciones ilegales, el caso nunca fue resuelto.
Imanol Subiela Salvo (Trelew, 1994). Es periodista y licenciado en comunicación audiovisual por la Universidad Nacional de San Martín. Escribe sobre artes visuales en el suplemento Radar del diario Página/12; cuenta que llegó a esta historia porque se la contó un amigo que es artista y curador. “Quise escribir la historia porque me parece bastante espectacular y también porque permite pensar muchas cosas que tienen que ver con la historia reciente del país, a partir del Museo Nacional de Bellas Artes”.
“El libro es una investigación periodística, no es un libro de ficción, sino uno de no ficción”. Dice enfáticamente Imanol, luego agrega: “Con respecto a la investigación, se organizó en tres partes: una, con entrevistas a especialistas para entender más sobre el Museo, el coleccionismo en Argentina y temas vinculados a la historia del arte; otra, fueron entrevistas a personas que estaban vinculadas con la historia, como Oyarbide; y la tercera consistió en recopilar material de archivo sobre el robo”.
Se llevaron siete objetos de porcelana y jade y 16 pinturas impresionistas: El abanico, un dibujo a lápiz de Henri Matisse; Retrato de mujer, Gabrielle et Coco y Coco dibujando, de Auguste Renoir; Recodo de un camino y Duraznos sobre un plato, de Paul Cézanne; El llamado, de Paul Gauguin; Ruta por la nieve al puerto de Chateau, de Charles Lebourg; El vendedor de diarios, de Thibon de Libian; Fiebre amarilla, de Juan Blanes; Feydeau y su hijo Jorge, de Honoré Daumier; dos dibujos de Edouard Degas; dos desnudos en acuarela de Auguste Rodin, y un óleo de Eugene Boudin. El botín estuvo valuado en 20 millones de dólares.
Golpe en el Museo (Editorial Planeta, 2024) trata de develar los misterios que rodearon este sorprendente atraco, explorando hipótesis como el posible canje por armas y las conexiones con el contexto histórico de la guerra de las Malvinas. Además, revela detalles sobre la posterior recuperación de tres obras por parte del juez Norberto Oyarbide, dos décadas después del incidente. El libro no solo es un recuento detallado de un acontecimiento histórico, sino un pormenorizado trabajo de investigación periodística al servicio de develar un misterio que, al día de hoy, sigue sin desentrañarse.
Gentileza PlanetaPasaporte al olvido (2013)
El increíble robo inspiró a un libro anterior titulado Pasaporte al olvido, de Patricia Martín García. La autora plantea una hipótesis de película: la dictadura militar había estado detrás del millonario robo para intercambiar el botín por armas de guerra en Taiwán. Cientos de esas armas habrían terminado en manos de los soldados que combatieron en Malvinas. Una de las pruebas en las que se basó tiene que ver con la muestra “El oro en Colombia”, inaugurada en el museo pocos días antes del gran golpe. Detrás de ese catálogo estaba el general retirado Otto Paladino, ex jefe de la SIDE nombrado por el dictador Jorge Rafael Videla.
Era Navidad, 25 de diciembre de 1980. También era el aniversario de la inauguración del Museo Nacional de Bellas Artes. Ese día, el museo más grande del país, ubicado en uno de los barrios más caros de la ciudad de Buenos Aires, cumplía 84 años de la primera vez que había abierto sus puertas al público. Esa madrugada, dentro del museo, comenzó a sentirse olor a quemado. Algo se estaba prendiendo fuego. Las salas estaban llenas de humo, y los pasillos, también. No había un solo rincón que no estuviera cubierto por una nube gris y espesa. La mayor colección de arte de la Argentina estaba —y está aún hoy— guardada entre esas paredes. Colgadas en salas que a esas horas, al igual que cualquier otro edificio público, son solo oscuridad y silencio. Pasillos anchos y espacios como bóvedas de cementerios, lugares cerrados, ciegos, que solo contienen restos del pasado.
“Las primeras cosas que escribí fueron cuentos policiales. Pero lo hice solo cuando era chico. Después no volví a escribir ficción”. Dice Imanol, más tarde agrega: “Siempre pienso que escribir es como sacar fotos y viceversa. Para mí escribir es estar atento, ver una escena, encuadrarla y registrarla después con palabras. Con la fotografía me pasa algo parecido: miro encuadro y registro. Lo que consigo con una es un texto, mientras que la otra me devuelve una imagen”. Finalmente cierra, “Escribí miles de notas y textos para medios, pero no sabría decir si eso es o no es literatura. Con respecto a los procesos, creo que cada texto tiene el suyo. Lo único que sí reitero es que suelo escribir sin pensar demasiado: me interesa llegar a una primera versión de las cosas y sobre eso ir trabajando, corrigiendo, editando”.
Imanol tiene un newsletter, llamado Vueltas en la cama, donde escribe con creatividad y ferviente esmero este newsletter “que nace gracias al insomnio”. En su web se puede leer: “Cuando no puedo dormir, aparecen en mi cabeza un montón de ideas sobre lo que veo, escucho o leo durante toda la semana. Para no desperdiciar toda esa inspiración, que surge entre el sueño y la vigilia, escribo esto cada semana. Es una forma de compartir esos pensamientos somnolientos y de ordenar las ideas que tengo en la cabeza”. Sale los sábados a las 9 am.
Como no aguanto más el calor, me levanto muy temprano. Aprovecho el envión para hacer unos trámites en el microcentro antes de arrancar el día laboral. Son las ocho de la mañana y afuera ya hacen 30 grados. En la radio acaban de decir que la sensación térmica es de 32. Ocho de la mañana. Salgo en la bici. Bajo hasta Corrientes y agarro la avenida derecho. Tengo que ir hasta la esquina de 25 de Mayo. A las pocas cuadras empiezo a transpirar. Siento cómo las gotas de sudor me caen por la cara: la goma espuma que rellena el casco es muy calurosa. Por momentos tengo la sensación de que las ruedas de mi bici se están derritiendo. Sé que no es verdad, que es imposible, pero se siente así, como si el caucho de las cubiertas cediera y se rindiera ante el verano.
Imanol Subiela Salvo nació en Trelew, Chubut, en 1994. Es periodista y licenciado en comunicación audiovisual por la Universidad Nacional de San Martín. Escribe sobre artes visuales en el suplemento Radar del diario Página/12 y sobre literatura en la revista La Agenda. Además, ha colaborado en diversos medios: Rolling Stone, Anfibia, La Nación, Tiempo Argentino, Vice en Español, Letras Libres y Gatopardo, entre otros. Es autor del newsletter Vueltas en la cama. En redes sociales es @malasenial.