Experimentar en la liberación de la expresión improvisada
El músico y gestor cultural bonaerense lanzó un álbum de siete estaciones, que viaja entre la canción de autor, la electrónica y la psicodelia latinoamericana. “Es una nueva carta de presentación, y de a poco va resonando gente con esta música que empieza a acercarse”, manifestó a El Litoral.
“Puedo decir que desde pequeño me gustaba golpear y hacer ruido con cualquier cosa, tarro, cacharro, y es algo que me sigue gustando hacer”, dice Ivx con ojos de niño. Crédito: Foto: Gentileza Sofía Roatto.
Ivx Ferrer es un músico y gestor cultural argentino que a fines del año pasado publicó su primer larga duración, “Las flores y los frutos” (2022). “Siento que es un disco que pasa por muchos sentires, por las vías del ritmo”, introduce a El Litoral. Al toque, aclara que “no lo describiría mucho así cada quien va teniendo su propia experiencia. Pero, siento que los rieles tienen que ver con ritmos que tienen mucho de tribu, de congregación desde lo simple”.
Se fue armando
“Las flores y los frutos” empalma con “un momento de expansión sonora hacia afuera y hacia adentro”, traduce Ivx. Esto incluye un abanico de conexiones: con lo ancestral, con lo primigenio, con el baile, con la percusión y la experimentación. “Agradezco mucho haber podido vivir el proceso”, sintetiza el músico. “Siento que, si bien vengo haciendo música de hace unos años, ‘Las flores y los frutos’ es una nueva carta de presentación, y por suerte de a poco va resonando gente con esta música que empieza a acercarse. Hay gente que me dice que le hace bien. Ya eso para mí es un montón, me genera cosas lindas y ganas de seguir haciendo”, modela Ferrer con la arcilla del público.
El mentado proceso de grabación se remonta a 2022, casi en simultáneo a la composición de todas las canciones, excepto el single “Regar”. El disco se fue “armando solo”, siguiendo las mudanzas del estudio de Nico Pesta. De Zona Oeste al monte cordobés, de ahí al centro de la capital y con Boedo como destino final. “El disco se fue tiñendo de las múltiples posibilidades que cada lugar ofrecía y de la interacción con distintxs amigxs con los que fui tocando”. Así nacieron los miércoles de juntadas para “experimentar en la liberación de la expresión improvisada”. Impregnados de esa tónica, fueron surgiendo las canciones, que “en cuanto aparecían sabía si iban o no a ser parte. Entremedio, grabé y publiqué ‘Automático’, que me gusta mucho pero siento que tiene otra naturaleza. Por eso quedó fuera del grupo canciones que quería que tenga coherencia desde lo tímbrico y desde las temáticas”.
Cambiando
“Las flores y los frutos” lleva al baile, como dijo Ivx alguna vez. En ello influye la entrega al viaje mántrico resultante de la experimentación con el pad electrónico Nord3p. “Ese viaje viene siendo desde hace un tiempo”, resume él mismo. “Ya en la época de Lxs Tremendxs me recuerdo en días de toques escuchando ícaros o distintos cantos sagrados para entrar en sintonía. Este año que pasé tuve la suerte de conocer a Alejandro Sordi, excelso pintor con quien compartimos mucha música y nos aventuramos bien profundo en este tipo de música, sin ningún tapujo. Eso le dio una nueva profundidad a mis ‘temas’ encontrándome absolutamente permeable”.
Para Ferrer, todo lo que sucede en la última obra “parte del mismo camino de experimentación: mi naturaleza tiene que ver con el ir cambiando. Creo que responde a mi curiosidad. En general, después de hacer algo me dan ganas de hacer algo distinto. Ahora, por ejemplo, ya estoy grabando unos temas nuevos. Si bien tenía la intención de seguir un poco la línea de ‘Las flores y los frutos’, el impulso mismo, teñido de lo que me va pasando, de lo que voy escuchando y demás, me va llevando a nuevos caminos. En retrospectiva, me gusta escucharme en esos cambios y siento que son súper naturales. O sea, siento que todo es continuidad y todo es diferencia”.
En cuanto a las letras, el músico señaló que “tuvieron mucho que ver con los sentires, y salieron muy naturalmente. Fue darle lugar a las palabras para que aparezcan”. Crédito: Foto: Gentileza Prensa.
Darle lugar
En dos pasajes del álbum, por lo menos, se visibiliza su valor sanador, epifánico, ritual para el artista. La afirmación tímida “Un poco extrañaba estar vivo” crece al infinito en el elogio disfrazado de pregunta “Cómo en un cuerpo puede entrar tanto”. ¿En qué sentido podemos pensar el disco en diálogo con un contexto de producción próximo a la pandemia? “Por momentos lo olvidamos un poco, pero pasamos por un evento universal muy singular. Siento que nos hizo entrar en contacto con un montón de emociones que no estaban tan en la piel, sino más profundo, y que nos limpió mucho también. La música es siempre compañera y sanadora, y lo que provoca al darle espacio es siempre ritual. Si bien estas canciones no fueron escritas en alusión directa a la pandemia, creo que es evocable”.
La segunda frase mencionada titula la cuarta canción de “Las flores y los frutos”. “Recuerdo que me encontró entredormido y la grabé con el celu”, cuenta Ferrer. Y, reflexionando sobre las letras, agrega que “tuvieron mucho que ver con los sentires, y salieron muy naturalmente. Fue darle lugar a las palabras para que aparezcan. La primera (‘A mis pies’), por ejemplo, salió andando en bicicleta luego de hablar con mi hermana”. Y la séptima canción, el cierre del álbum, al decir “estamos hecho de lo mismo” encierra para el compositor uno de los ejes de la búsqueda: la conexión con la otredad, con el planeta. Y todo lo demás también.
Nada más que
En noviembre de 2022, unos días después de la publicación del material, Iván Ferrer presentó en sociedad digital el videoclip de “La sed” (dorsal 2 en “Las flores y los frutos”), filmado con un celular en Los Reartes. Por aquellos tiempos, intrigó en sus redes: “El video tiene una historia que ya contaré”.
Consultado por El Litoral, detalló: “Lo lindo es que fue hecho con nada… nada más que entusiasmo. Nos encontramos en un viaje con la Sofi (Roatta) con esa máscara detrás de una vidriera. Empezamos a imaginar posibles videos, sintiendo que ya el personaje iba a poder hacer algo con gracia. El lugar ese día estaba cerrado, volvimos otro día. Estábamos parando medio lejos y sin vehículo, por lo cual íbamos entre caminando y a dedo. Volvimos. La máscara era mucho más cara de lo que pensábamos, pero la llevamos igual”, inicia.
“Estuvimos días yendo de acá para allá, con la máscara en una bolsa de plástico colgando de la mochila, probando cosas, hasta que un día encontramos un lugar paradisíaco en un río cordobés y lo grabamos con el celu. Luego le agregué la letra dibujándola en un ipad, animándola. Fue un video hecho con muy poco y me parece que ahí está lo que me importa contar del video je. Que con muy poco se puede hacer algo lindo, creativo y con onda. Y Sofi interpretó el baile de un modo muy libre, esa libertad también se siente. Como tituló Loreta Neira Ocampo en una de las primeras notas que me hicieron, a esto lo llamaría ‘El encanto de lo simple’. Más ahora, teniendo tanto a disposición, creo que encontrar la veta creativa a las cosas es muy vital”, concluye.
Tarro, cacharro, musiquita
Ivx tiene un abuelo llamado Ludovico Clarence Koppmann. Ludovico fue arquitecto, músico y pintor. Algo de ello llegó a su hija, la mamá de Iván, Flavia Victoria Koppman Ottolenghi, y decantó naturalmente en el nieto. Justamente, es él quien se encarga de reconstruir el árbol genealógico artístico en su producción audiovisual “Formas familiares”, de la serie “Formas y caballo”. Ivx lo asume, con un festejo dentro de la voz: “Tengo xadres y hermana, tías y abuelos, amigxs artistas por doquier”.
Viajando a los días felices de la infancia, encuentra sustento y ciertas ideas del presente. “Creo que el día a día y todo lo vincular, y el balance entre el estímulo y los silencios, entre la escucha de las guías y la des-escucha también y las cabezas contra las paredes y las ilusiones son las que nos llevan a los ahoras. Puedo decir que desde pequeño me gustaba golpear y hacer ruido con cualquier cosa, tarro, cacharro, y es algo que me sigue gustando hacer”.
En ese clima lúdicolaborativo, surge “Musiquita en la cocina”, proyecto que retrata músicos y músicas tocando en ese sector de la casa. “Nació hace 8 años y seguimos cada tanto haciendo algunos videos. En el catálogo ya hay unos 500 videos de 500 artistas distintos, de diferentes estilos, lugares y trayectorias. Para mí significó, por un lado, jugar a filmar, y por el otro, una excusa para compartir y conocer artistas. También siento que un poco hicimos un registro musical histórico. Histórico porque es un registro de un momento de la música. Estoy muy contento de haberlo hecho y de cada tanto seguir haciendo algunos de estos registros. Siento que es también un aporte al ecosistema cultural. Creo que la fuerza del registro es fuerte”, se entusiasma. Y tiene con qué.