El divorcio de Bill y Melinda Gates ha traído consigo un repaso a los factores que puedan haber influido en la ruptura de una pareja cuyo compromiso iba más allá del amor. Hasta el punto de que seguirán trabajando juntos para gestionar su fortuna de 108.000 millones de euros, con la que pretenden financiar su vasta obra filantrópica. Como los Gates no son muy conocidos por las estridencias, un nombre ha salido rápidamente del pasado de Bill: Ann Winblad. Winblad es una inversora de capital riesgo, cinco años mayor que Bill Gates. Y que entre los años 70 y primeros 80 se labró una merecida fama como una de las arquitectas de Silicon Valley: sus inversiones tempranas, entre las que se contaba Microsoft, dieron forma al epicentro tecnológico del mundo occidental. También, entre 1984 y 1987, Winblad y Gates salieron juntos.
No sólo es la primera relación "seria" que tuvo Gates sino que, durante al menos los siguientes 20 años, siguieron siendo excelentes amigos. Hasta el punto de que Bill pidió su aprobación a Winblad para casarse con Melinda (seis años después de aquella ruptura) y, antes de la boda, acordó con su mujer que al menos una vez al año Winblad y él se irían de vacaciones juntos.
Casi siempre a la casa de vacaciones de ella, en Outer Banks, en la costa atlántica de Carolina del Norte, a medio camino entre Nueva York y Florida. Una tradición anual que empezó cuando eran más o menos novios –durante bastante tiempo de esos tres años lo fueron a distancia– y en la que ambos descubrían que estimulaban las partes favoritas de sus cuerpos: sus cerebros. Bill, por ejemplo, se llevó a unas vacaciones en Brasil un tocho de más de 1.000 páginas de uno de los descubridores del genoma humano, James Watson: Biología molecular del gen. Y aprender bioquímica. Winblad, un poco más leve, se llevó a las siguientes vacaciones, en California, las cintas con las conferencias de Richard Feynman, un físico teórico prodigioso e irrepetible, pero también más entretenido que Watson. A sus vacaciones africanas en Zanzibar decidieron pasar de imprenta y grabadora y directamente llevarse consigo al autor de Lucy: el primer antepasado del hombre, el antropólogo Daniel Johanson. Gates defendía en 1997 en la revista TIME que Melinda entendía que él necesitase unas vacaciones en las que "jugar al minigolf mientras hablamos de biotecnología".
Tenés que leerTras 27 años de matrimonio, Bill Gates anunció su divorcio de MelindaWinblad, que tiene con Melinda una relación de las de tratarse por el nombre de pila, dio el visto bueno sin dudarlo a aquel matrimonio. Conoció a Melinda, escuchó lo que Bill tenía que contarle sobre ella, y defendió que su "profundidad mental" era ideal para Bill. Melinda también consiguió sacar a Bill de sus obsesiones más sesudas: menos electromecánica cuántica, y más clases de música en pareja, por ejemplo (una actividad que el genial Feynman, que tocaba los bongos y sabía relajarse, habría aplaudido).
Esas vacaciones anuales también tenían un efecto importante en la vida de Bill: en 2008, Winblad contaba en una entrevista precursora de los podcasts (con Alison Van Diggelen, una de las mejores entrevistadoras que jamás haya pasado por la BBC) que "Bill es una persona genial, pero hay un problema: cuando estás al frente de una gran multinacional o de la Fundación [Bill y Melinda Gates], tienes que presentarte de una forma ante los ejecutivos, los inversores, los trabajadores, los clientes. Y eso es algo que a Bill, que es una persona divertidísima siempre le ha pasado factura". Winblad también indicaba que a Bill Gates le cuesta muchísimo hacer amigos y que necesita a todos los que tiene.
Tampoco había mucha amenaza en esa relación. Gates y Winblad cortaron porque ella quería casarse (Ann tenía 36 años cuando lo dejaron), y él no (Bill tenía 31 años). Y en sus vacaciones se dedicaban a los deportes de riesgo y las actividades al aire libre (como montar en quad o tirarse en ala delta) y a "divertirnos muchísimo", en palabras de Winblad. Su relación cuando eran novios tampoco necesitaba de la presencia constante. De hecho, se podría decir que inventaron las citas virtuales y el visionado en pareja que hoy nos ofrecen Netflix o Disney+: Ambos se iban a un autocine, cada uno en la ciudad en la que estuviese, y comentaban el estreno acordado previamente en aquellos primeros y monstruosos teléfonos móviles. De esos que pesaban cinco kilos y costaban el equivalente actual a 6.000 euros.
También hay otro pequeño problema en la teoría de la infidelidad: en 2015, a los 63 años, Winblad contrajo matrimonio con un investigador privado llamado Alex Kline. Que quizás sea más famoso por haber aparecido como extra en Un pez llamado Wanda... Por insistencia de su hermano, el protagonista de esa película: el actor Kevin Kline. Así que el factor Jeff Bezos (que se divorció de su mujer Mackenzie porque había empezado una relación con la periodista Lauren Cruz) no parece el más relevante en el divorcio de los Gates.
Por su parte, Winblad sigue manteniendo al menos un fondo de capital riesgo, dedicado a invertir en empresas verdes desde hace por lo menos década y media. Como su amigo Bill, Ann Winblad siempre ha ido un paso por delante en las tendencias del mundo. Aunque eso lo sabían ambos cuando se conocieron en 1984: para entonces, ella era una de las inversoras de relevancia de la primera Microsoft e, incluso, fue bastante más rica que él durante un tiempo.