"Asesinato en el Senado de la Nación": 40 años de un thriller político que resuena en el presente
La película de Juan José Jusid se estrenó el 13 de septiembre de 1984. Está basada en un oscuro suceso de la década infame, que conecta con los desafíos políticos de la Argentina de la postdictadura cívico militar que tienen eco hasta hoy.
Pepe Soriano encarnó a Lisandro de la Torre en el film de 1984, un fuerte cuestionamiento a la corrupción. Foto: Horacio Casares Prod. S.A
El 22 de febrero de 1984, con la democracia apenas recuperada en el país tras la dictadura cívico militar, se produjo un hecho histórico: el Senado de la Nación derogó la ley 18.019, aquella que establecía el Ente de Calificación Cinematográfica. De esa forma, se dio de baja un organismo estatal cuya finalidad era ejercer la censura en la producción y exhibición de películas. El mensaje que se pretendió explicitar era que la censura y la persecución ideológica, dos componentes propios de los gobiernos totalitarios, quedaban sepultados en Argentina y relegados a la noche del pasado reciente. En paralelo, se creó el Instituto Nacional de Cinematografía, entonces dirigido por el recientemente fallecido Manuel Antín.
Horacio Casares Prod. S.A
Estas acciones promovieron un viraje en las temáticas desplegadas por el cine argentino. De las películas pasatistas y en muchos casos obsecuentes con el gobierno militar (salvo excepciones como “Tiempo de revancha” de Adolfo Aristarain y “Plata dulce”, de Fernando Ayala) se pasó a otras más comprometidas con su tiempo. Ejemplos de esta vertiente son “Darse cuenta” de Alejandro Doria, sobre la corrupción en el sistema de salud y las injusticias sociales, “Los chicos de la guerra” relacionada con los traumas de los ex combatientes de Malvinas, “No habrá más penas ni olvido”, de Héctor Olivera, asociada a las internas en el peronismo que terminaron generando el caldo de cultivo para el golpe de 1976 y “Camila” de María Luisa Bemberg, sobre la historia de Camila O'Gorman y su romance con el cura Ladislao Gutierrez en 1840, fuerte cuestionamiento de las consecuencias de un poder ilimitado y represivo.
Las denuncias de De la Torre
En ese panorama, sobresale “Asesinato en el Senado de la Nación”, de Juan José Jusid, que se estrenó hace justo 40 años, el 13 de septiembre de 1984. La película está inspirada en hechos ocurridos en los años ‘30, la “década infame”, pero planteada de tal manera que el vínculo con lo ocurrido en los ‘70 es evidente. El ejercicio es parecido al que hizo Sergei Eisenstein en “El acorazado Potemkin” (1925), que se vale de la alusión a momentos históricos previos a la Revolución de Octubre de 1917 o “Los diez mandamientos” (1956) de Cecil B. DeMille, ambientada en el antiguo Egipto y basada en eventos bíblicos, pero con un mensaje que intenta sintonizar con los momentos más álgidos de la Guerra Fría.
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“Asesinato en el Senado de la Nación” tiene un formato de thriller político y reconstruye las denuncias realizadas por Lisandro de la Torre. El entonces senador nacional expuso desde su banca una serie de irregularidades en el manejo de los recursos económicos del país, puntualmente en los acuerdos comerciales entre Argentina e Inglaterra, que beneficiaban a los grandes terratenientes. La investigación derivó en el “escándalo de las carnes” debido a la red de corrupción que salió a la luz. En una de las sesiones parlamentarias, el senador Enzo Bordabehere, aliado a De la Torre, fue ultimado a tiros dentro del recinto por el ex comisario Valdéz Cora que, según se demostró después, estaba al servicio del poder económico y político de la época.
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El guión, construido por Carlos Somigliana, recurre a un mecanismo efectivo: a la reconstrucción de los itinerarios de los distintos personajes que confluyen la trágica muerte de Bordabehere, contrapone los interrogatorios realizados con cada uno de ellos durante la investigación posterior. El contraste entre una instancia, expone la impunidad de los supuestos autores intelectuales. Marcela Barbaro escribió al respecto que “la reconstrucción de los hechos gira en torno a los interrogatorios que se realizan a diversas personas relacionadas con Valdéz Cora, luego del asesinato. El procedimiento narrativo permite ir contraponiendo los testimonios que se describen a cámara con la verdad de lo que había acontecido. Esa idea de acentuar el rasgo testimonial, pone en evidencia la constante hipocresía y la doble moral de quienes participaron en los hechos, como de la densidad del clima político en el que acontecieron”.
Horacio Casares Prod. S.A
Si bien no es el eje de la película, hay una escena que tiene que haber sido muy fuerte en 1984, dada la cercanía con los tiempos de la represión ilegal: aquella en la cual un empleado del sector frigorífico es torturado por haber brindado información a la comisión investigadora liderada por De la Torre. Esto, más el excelente trabajo de los actores, en especial un inspirado Pepe Soriano en la piel del senador De la Torre y Villanueva Cosse como el caudillo político que maneja los hilos del poder desde las sombras, hacen del film una reflexión atemporal sobre la corrupción, la violencia, los privilegios y la impunidad.
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